18/09/2025
Cuando mamá o papá no están (aunque estén).
¿Alguna vez sentiste que creciste con mamá o papá, pero en realidad no estaban ahí para ti? O peor aún: que aunque los dos estaban presentes físicamente, emocionalmente estabas solo.
Pues déjame decirte algo incómodo: esas ausencias marcan más de lo que imaginas.
Ausencia vs. desconexión: NO es lo mismo.
Un padre o madre ausente: puede no estar físicamente, o estar de forma tan mínima que la huella es de vacío. Duele, pero al menos queda un espacio para buscar, reclamar, reconciliar o darle sentido a esa ausencia.
Desconexión de ambos: aquí sí que la cosa pega más hondo. Es crecer con cuerpos presentes, pero con corazones y miradas lejos. Nadie valida, nadie contiene, nadie refleja. Y ese vacío no se llena fácil: no hay modelo interno de amor ni referencia de
Desde Bowen, cuando no hay conexión aparece el corte emocional: te alejas de tus padres para “protegerte”, pero el conflicto no resuelto se cuela en tu pareja, tus amigos, tu trabajo.
También surge la fusión: no sabes dónde terminas tú y dónde empieza tu familia. ¿El resultado? Reactividad, decisiones tomadas por miedo o por evitar conflicto.
Minuchin lo dijo clarísimo: cuando no hay límites y jerarquías sanas, los hijos terminan cargando papeles que no les corresponden. Te haces “papá de tu mamá” o “pareja de tu papá”. Y sí, eso pasa mucho más de lo que crees.
Consecuencia directa: si no lograste un vínculo claro con papá o mamá, tu vida adulta se llena de triangulaciones, de relaciones que repiten la misma historia: miedo al abandono, dependencia o, al revés, frialdad que congela todo intento de cercanía.
La Gestalt lo pone en palabras simples: cuando mamá o papá no estaban disponibles, tu capacidad de contacto se jodió.
1. Aprendiste a tragar mandatos sin cuestionar (introyectos).
2. A proyectar en los demás lo que no podías reconocer en ti.
3. A tragarte la rabia hasta enfermar (retroflexión).
4. O a vivir pegado a los otros, perdiendo tus propios bordes (confluencia).
En cristiano: creciste con interrupciones del contacto que hoy se notan en cómo te relacionas, en cómo pones límites (o no), en cómo manejas tus emociones.
Y la ausencia duele distinto según el caso
Un padre ausente deja la herida del abandono. La pregunta constante: “¿Por qué no estuviste?”. Duele, pero al menos hay un enemigo claro contra quien enojarte o una falta que se puede trabajar.
Dos padres desconectados dejan otra marca: vacío total, sensación de orfandad emocional, nadie que refleje quién eres, nadie que te sostenga. Aquí la herida es más global: identidad tambaleante, autoestima baja, dificultad para construir intimidad real.
Entonces… ¿qué pasa en la vida adulta?
1. Te vuelves hiperreactivo: todo te mueve el piso porque no tienes anclaje.
2. Te cuesta confiar, amar, poner límites.
3. Puedes repetir las mismas dinámicas en pareja: buscas que te “completen” o huyes apenas alguien se acerca demasiado.
4. El vacío existencial se cuela en forma de depresión, ansiedad, somatizaciones o relaciones que no duran.
¿Qué hacer con todo esto?
Aquí viene lo interesante:
Desde lo sistémico, se trata de restaurar contacto sin caer en fusión. Es decir, poder estar cerca de mamá o papá (aunque sean un desastre) sin perder tu yo. Ordenar jerarquías: que los padres vuelvan a ser padres y los hijos dejen de cargar lo que no les toca.
El trabajo es reconectar con tus emociones, darles salida, mirarte en el espejo de tu propia historia. Usar técnicas como la silla vacía para decir lo que nunca pudiste y cerrar lo pendiente. Aprender a distinguir qué sientes tú y qué cargas que nunca fueron tuyas.
Lo que nadie quiere escuchar
Si creciste con un padre o madre ausente, o con ambos desconectados, esa herida no se tapa con frases bonitas ni con terapia exprés. Te va a tocar mirar de frente el dolor, reconocer tu rabia, tu vacío y tu necesidad de ser visto.
Pero aquí está la buena noticia: se puede reparar. El vínculo original no lo eliges, pero sí puedes elegir cómo relacionarte con tu historia.
La ausencia de papá o mamá no define tu condena, pero sí te deja una marca que solo sana si decides mirarla. Y ojo: si no haces ese trabajo, tu pareja, tus hijos o tu cuerpo se van a encargar de gritártelo.
La pregunta es simple, aunque duele: ¿quieres seguir huyendo de tu historia o prefieres despertar y tomar el lugar que sí es tuyo? 😁
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