12/07/2025
🕯 CUANDO UN PADRE MUERE, EL ALMA CAMBIA DE FORMA.
No es una muerte cualquiera.
Es una fractura invisible que se te clava en el pecho, aunque sigas sonriendo.
Porque un padre no es solo un hombre.
Es ese muro que creías eterno.
Ese ser humano imperfecto que, a su manera, siempre estaba ahí.
Cuando un padre muere, no se detiene el mundo…
pero el tuyo se desajusta.
Los demás siguen con sus rutinas.
Las noticias continúan.
Las redes no se apagan.
Pero tú…
tú aprendes lo que es el verdadero silencio.
Ese que grita en los días buenos, cuando te falta su abrazo.
Ese que se sienta a la mesa en cada cumpleaños y ocupa su silla vacía.
Ese que te acompaña cuando logras algo grande… y no tienes a quién decírselo.
Él no fue solo el que te dio la vida,
fue quien te enseñó a no rendirte,
a pararte cuando te caías,
a callar cuando te dolía,
a luchar sin hacer tanto escándalo.
Y aunque no te dijo muchas veces que te amaba… tú lo sabías.
Cuando muere un padre… algo en ti también muere.
Muere esa parte que creía tener a quién acudir si todo se venía abajo.
Muere esa seguridad de saber que, aunque falles, él te va a respaldar.
Muere ese “voy a hablar con mi papá” que ya no puedes usar.
Pero también nace algo.
Nace un respeto más profundo por la vida.
Una necesidad de honrar lo que te dejó, aunque sea con el alma rota.
Nace esa costumbre de hablar con el cielo, de pedirle señales,
de mirar al cielo cada vez que necesitas consejo y decirle:
“Papá… dame fuerza. Porque hoy, me siento perdido”.
Y sí… lloras.
Lloras cuando estás solo.
Cuando nadie te ve.
Cuando nadie te pregunta.
Porque hay dolores que no se explican.
Hay ausencias que no cicatrizan.
Y aunque el tiempo pasa…
no se supera.
Solo se aprende a vivir con eso.
Porque un padre es único.
No hay reemplazo.
No hay figura parecida.
No hay otra persona que ocupe ese lugar.
Y el día que ya no está, entiendes todo lo que significaba su presencia.
Sus silencios, sus consejos, sus regaños, sus sacrificios.
Y sobre todo… su amor.
Ese amor callado, a veces tosco, a veces torpe,
pero tan firme que uno lo reconoce incluso cuando ya no está.
Así que si tu padre aún vive… háblale.
Abrázalo. Perdónalo si hace falta.
Hazle saber que lo amas.
Porque un día, lo único que quedará…
es su voz en tus recuerdos,
y su nombre en tus oraciones.
Y si ya partió…
entonces honra su memoria con la vida que tú sigues construyendo.
Porque aunque él ya no esté físicamente,
su amor sigue viviendo en ti.
Y eso… no se muere nunca. 🍓