14/05/2025
Desde el ángulo psicológico, ser hombre en el siglo XXI implica atravesar una transformación profunda en la manera en que se construye la identidad masculina. Tradicionalmente, la psicología (especialmente la psicología del desarrollo y la clínica) abordó la masculinidad como un conjunto de normas rígidas. Hoy, en cambio, se enfoca en cómo estas normas afectan el bienestar emocional de los hombres y cómo pueden ser transformadas.
Aquí te lo explico por partes:
1. La socialización masculina y sus efectos
Desde la infancia, muchos hombres son socializados con mensajes como:
• “Los hombres no lloran”,
• “Hay que ser fuerte”,
• “No muestres debilidad”,
• “Demuestra tu valor a través del éxito o el control”.
• Si te muestras débil, te feminizas.
Estos mandatos generan lo que algunos psicólogos llaman “la caja de la masculinidad”, una construcción limitada que puede llevar a:
• Dificultades para expresar emociones,
• Aislamiento emocional,
• Baja conciencia emocional (alexitimia),
• Problemas de autoestima basados en el rendimiento y no en el valor personal.
2. Crisis y reconfiguración de la identidad masculina
En la actualidad, muchos hombres experimentan lo que se denomina una crisis de la masculinidad tradicional. Esto no significa que “ser hombre esté mal”, sino que los modelos heredados ya no encajan con las nuevas demandas personales y sociales. Esta crisis puede provocar:
• Confusión sobre el rol en relaciones de pareja, familia o trabajo,
• Ansiedad o depresión ante el cambio de expectativas,
• Sentimientos de pérdida o inseguridad identitaria.
Pero también puede ser una oportunidad de crecimiento psicológico: de cuestionarse, de cambiar, de redefinirse.
3. Nuevas formas de vínculo: la ternura, la empatía y el autocuidado
Desde una perspectiva saludable, ser hombre hoy implica:
• Desarrollar una mayor conexión emocional consigo mismo (autoconocimiento, autorregulación),
• Cultivar relaciones más íntimas, igualitarias y abiertas,
• Permitir la vulnerabilidad como parte natural del ser humano,
• Romper con la idea de que pedir ayuda es un signo de debilidad (por ejemplo, acudir a terapia).
Muchos enfoques terapéuticos actuales (como la terapia narrativa, el enfoque centrado en la persona, o la terapia sistémica) trabajan con hombres para liberarlos del mandato masculino dañino y fomentar una versión más plena y flexible de sí mismos.
4. Masculinidades positivas y resiliencia
La psicología también promueve modelos de masculinidad positiva, que no niegan lo masculino, sino que lo resignifican:
• Capacidad de cuidado (de uno mismo y de otros),
• Firmeza sin agresión,
• Liderazgo ético,
• Responsabilidad afectiva,
• Resiliencia emocional y apertura al cambio.
Es muy importante resaltar que, tan errónea es la inclusión forzada, como la invalidación de movimientos a favor de derechos humanos (como lo es el feminismo), ya que existen sectores, principalmente religiosos, que intentan “rescatar los valores”, a costa de preservar los roles tradicionales, argumentando que existe algo llamado “ideología de género” la cual, según ellos, intenta desestabilizar las estructuras sociales con algún malévolo fin indefinido, y personajes nocivos (como Alfonso Castilleja, mejor conocido como “El Temach”), aprovechan esta confusión para posicionarse sobre la ignorancia y generar ganancias económicas.
5. Salud mental masculina: un tema pendiente
Uno de los grandes desafíos es que muchos hombres no buscan ayuda psicológica hasta que el malestar se vuelve extremo. Esto está vinculado a la idea de “aguantarse” o de resolver solo los problemas. Esto ha llevado a:
• Tasas más altas de suicidio en hombres (especialmente jóvenes y adultos mayores),
• Mayor prevalencia de adicciones como forma de evasión emocional,
• Problemas relacionales crónicos (en pareja, familia, amistades).
La psicología contemporánea trabaja activamente en desestigmatizar el cuidado emocional en los hombres.
Desde el enfoque psicológico, ser hombre en el siglo XXI significa desprenderse de modelos rígidos, atreverse a sentir, buscar el equilibrio emocional y establecer vínculos más humanos y auténticos. Es un proceso de sanación y reconstrucción, más que una pérdida de identidad.