24/09/2025
Ivette Villar
En el Marco del Día Internacional de las Personas Sordas, quiero compartir parte de mi historia.
Antes que nada quiero agradecer a Hector Villalobos por hacerme ver mi identidad Sorda.
Nací oyente, pero a la edad de dos años perdí completamente la audición. No tengo ningún recuerdo de los sonidos. Este cambio fue un gran impacto para mis padres, lo que derivó en una etapa de mucha confusión y desesperación para mí. Estaba acostumbrada a escuchar y hablar sin parar a mis dos años de edad, pero de repente mi mundo se oscureció. Los médicos vieron mi pérdida auditiva como una tragedia y sugirieron a mis padres que, para "superarla", me sometieran a terapia auditivo-verbal, dentro de un enfoque médico que buscaba "normalizar" mi situación.
Crecí creyendo que debía ser igual que los oyentes, lo que me generó muchas frustraciones y limitaciones.
Aunque gracias a la terapia aprendí a hablar y leer los labios, nunca pude cumplir con las expectativas del mundo oyente. Sentía que no encajaba en él.
Afortunadamente, mi mamá no descuidó la etapa crucial de la adquisición del lenguaje en la infancia con la terapia. Sin embargo, viví constantemente privada de información del entorno. Esta falta de acceso a la información me obligó a esforzarme el doble para adquirir conocimiento por mi cuenta, ya que ni siquiera los maestros podían enseñarme debido a mi sordera. Mi padre y algunos compañeros de clase fueron quienes resolvieron mis dudas en mi camino de autodidacta.
A pesar de las numerosas barreras de comunicación, logré graduarme con honores y obtuve el mejor promedio en la licenciatura en Biología. Tras obtener mi título, continué mi formación en el ámbito de la investigación botánica, donde los retos de comunicación se hicieron aún más evidentes. Las interacciones con colegas, investigadores de posgrado y personal INEGI fueron un desafío constante debido a las barreras lingüísticas y la falta de accesibilidad en los entornos académicos y profesionales. Ahí me quedé estancada ¿Debo esforzarme más?
Creo firmemente que la sociedad debe esforzarse más en brindar una mejor accesibilidad para nosotros. Esto me lo enseñó Héctor.
Mi identidad Sorda aún no estaba completamente definida. Fue a los 19 años cuando comencé mi viaje de autodescubrimiento, encontrando una comunidad y un sentido de pertenencia. Abrazar la lengua de señas como parte fundamental de mi identidad Sorda me permitió crecer, expresar mis emociones, comunicar mis pensamientos y alcanzar una madurez plena como persona.
En definitiva, la cultura Sorda no es solo un medio de comunicación, sino una identidad rica y valiosa en sí misma, al que estoy orgullosa de pertenecer.
Fuente: Facebook Ivette Villar