
19/07/2025
Vamos a ignorar al tipo y a su nueva novia, compañera de trabajo o amante. No merecen ni un segundo más de nuestra atención.
Mejor quiero hablarles a todas las que acaban de descubrir que su pareja las traicionó.
Seguro estaban en casa, haciendo algo por él, por ustedes mismas o por sus hijos, cuando de pronto se enteraron de que su marido se hizo viral con el manual básico del infiel promedio. Y mientras internet se da un festín con el chisme, mientras todos opinan y se ríen… ustedes están rotas. Todo gira: la casa, el cuerpo, la cabeza. Y encima les preguntan:
“¿Y ahora qué van a hacer?”
¿Además de vomitar? No lo saben.
Muchos creen que descubrir una traición es suficiente para dejar de amar. Pero no. Y quien no lo ha vivido, no entiende ese ir y venir entre la rabia y el dolor, odiando justo a quien más quisieran que les calme el alma.
Así que por ahora no decidan nada. Están en shock, y nadie puede ni debe exigirles respuestas. Dense tres meses. No para decidir, sino para encontrarse. Para hacer lo que las devuelva a ustedes mismas. Lo que sea: un viaje, clases, terapia, box, caminar, nadar, llorar, reír, lo que necesiten. Sanar no se ve igual para todas, y no tienen que justificar nada.
Y cuando llegue ese momento, pregúntense:
“¿Qué gano si te quedas?
¿Y qué vida puedo ganar si no estás?”
La respuesta es solo suya. Pueden quedarse, pueden irse, y de cualquier forma, van a estar bien.
Tal vez un día acaben viviendo con su mejor amiga en una casa enorme, en una pijamada eterna llena de risas.
O tal vez terminen reconstruyéndose… y con eso, reconstruyan también su relación, pero desde otro lugar, con la dignidad intacta.
Sea como sea: van a estar bien.
*Inspirado en un texto de C. Hall