15/09/2025
❝La trampa de la complacencia.❞
Ser complaciente no es sinónimo de bondad, aunque se disfrace de ella. Es carecer de una brújula propia y dejar que el viento de la aprobación ajena decida tu rumbo. Eres amable con todos, sonríes aunque no quieras, aceptas lo que te incomoda… y rechazas hasta lo que necesitas, porque crees que no mereces recibir.
Cuando alguien te ofrece ayuda, tu primer impulso es negarla: “no quiero molestar”. Prefieres cargar sola con tus cargas antes que incomodar a alguien más. Y aunque parezcas generosa, detrás hay una herida: la convicción de que tu valor depende de ser ligera, callada, conveniente.
El precio oculto.🪞
Performativamente luces como la persona perfecta: accesible, siempre lista para servir, nunca para exigir. Fácil de llevar, fácil de manipular. Y en el fondo, eso también te gusta, porque mientras luzcas así, nadie podrá acusarte de ser egoísta.
Pero la factura llega en forma de vacío:
• No conoces ni sotienes tus propios gustos.
• No sabes complacerte a ti como lo haces con otros.
• Sigues instrucciones, aunque contradigan tus valores.
Es un contrato invisible: entregas tu autenticidad a cambio de un poco de aprobación.
El momento de quiebre.
La complacencia es adictiva, hasta que un día te atreves a mirar hacia ti misma. Ese instante es revelador: dejas de ser la favorita, dejas de ser “cómoda”, y te conviertes en una molestia para quienes solo te querían útil. Ese es el verdadero rostro del entorno que celebraba tu docilidad: jamás les importaste tú, les importó que operes bien.
Y aquí viene lo más duro: ser complaciente no es amar, es desdibujarte y desaparecer.
Ser complaciente es la forma más elegante de traicionarte a ti misma. Puedes vestirlo de amabilidad, pero la verdad es que no tienes voz propia, y eso no es nobleza: es miedo.
El día que decidas dejar de ser “conveniente” para otros y empezar a ser incómodamente auténtica para ti, ese día vas a descubrir qué significa realmente el amor propio. Todo lo demás es solo teatro barato para sostener un personaje que nunca fuiste tú.