23/07/2023
La fotografía de Brad Pitt en Wimbledon ha dado la vuelta al mundo ante la incredulidad de que el actor tenga 59 años. “No pasa el tiempo por él, está guapísimo, imponente”. Para llegar de manera estupenda a la vejez tiene que parecer que no te ha pasado nada, que no se te note nada de lo que te ha pasado. La hegemonía de la belleza se configura a través de un embalsamamiento corporal que aleja la idea de la propia mortalidad, porque la muerte os sienta tan bien, de lo finito, de lo que, por definición, es mutable porque cambia. Los cuerpos deseables son aquellos que consiguen lo imposible, la heroicidad de ser contenidos en la delgadez, en la juventud, un cuerpo al que se le limpia el polvo un día tras otro, una piel no muestra los síntomas de un sistema que nos convierte en ruinas una y otra vez y que nos derrumba. El capitalismo nos envejece a pasos agigantados y el neoliberalismo nos vende la solución individual. Nos hacen intolerantes al gluten y nos venden productos sin gluten al triple de precio. Tienes ojeras de dejarte la vida en el trabajo, pero compra esta crema para que no se vean. Brad Pitt está buenísimo (lo está porque además tiene el privilegio de tener dinero para detener el tiempo, por eso no pasa el tiempo por él, porque lo puede pagar para que lo detengan), pero el problema es que al decir que lo bello es estar como él estamos diciendo que no estar como él es lo abyecto, lo feo es todo lo que no es eso, si esto es lo deseable, entonces todo lo que emerge, lo que no puede ser ocultado, rasurado, inyectado o levantado, todo lo que se desborda, es lo indeseable. Frente al cuerpo y al rostro vampírico de Brad Pitt, estamos los demás. Todo lo que no es Brad Pitt. Aquellas existencias llenas de arrugas, estrías, a las que se les nota que se hacen mayores, a las que se les derriten las caras, les salen papadas, a las que se les notan cansadas porque lo están, que engordan o adelgazan, que clarean, amarillean, que se quedan calvos, cuerpos que van perdiendo partes del cuerpo a lo largo de la vida, cuerpos que paren, cuerpos llenos de ausencias, de rupturas o de duelos. Cuerpos con complejos por no ser ni estar como Brad Pitt, que usan cojines para protegerse y taparse, cuerpos que se bañan con camisetas, que jamás se muestran o se desnudan, cuerpos que lo intentan, pero no llegan. Todos esos cuerpos que son la mayoría de los rostros que no son los elegidos en la tómbola de lo hermoso. Esto evidentemente no es “culpa” de Brad Pitt, ni supone que no podamos admirar este tipo de belleza (faltaría más que cada cual haga lo que estime oportuno con su deseo), lo que sí supone es una oportunidad para que podamos reflexionar sobre por qué esta belleza y no otra cualquiera, por qué nos encandila todo lo que parece no estar vivo, todo lo que nos hace olvidar que un día nos iremos para que sigamos consumiendo y produciendo, produciéndonos y consumiéndonos hasta el final. Qué pereza la belleza.
