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Alimentos alcalinos:A continuación puedes leer información sobre . Este artículo muestra información sobre nutrición y s...
15/12/2015

Alimentos alcalinos:

A continuación puedes leer información sobre . Este artículo muestra información sobre nutrición y salud con caracter divulgativo que no puede ni debe sustituir la opinión de un médico o profesional de la nutrición. Si tienes dudas o problemas de salud relacionados con este artículo, Alimentos alcalinos, te sugerimos que consultes con tu médico o nutricionista. Los alimentos no sólo contienen vitaminas, minerales, grasas y calorías, sino que también contienen una carga química. Los alimentos tales como la carne, los lácteos, la cafeína y el alcohol son más ácidos. Los alimentos alcalinos neutralizan el ácido de nuestro cuerpo. Tanto los compuestos ácidos como los alcalinos se producen simultáneamente en nuestro organismo. Es mejor que nuestro cuerpo tenga un nivel más alto en alcalinidad que en acidez

Los nutricionistas abogando por una dieta alcalina aconsejan que se consuman el 75 por ciento de todos los alimentos alcalinos a partir de fuentes tales como frutas, verduras, cereales, legumbres, frutos secos y arroz.

Frutas
Todas las frutas son alcalinas, aunque las frutas con mayor alcalinidad son las manzanas, los albaricoques, los aguacates, los plátanos, los melocotones, las peras, las cerezas, las grosellas, los dátiles/higos, las uvas, los pomelos, las limas, los limones, las mandarinas, las naranjas, las piñas, todo tipo de bayas, las frutas tropicales, los tomates, los melones y las sandías. El arándano es el único fruto que tiene propiedades ácidas.

Aunque la forma más fácil de introducir más frutas en tu dieta es cogerla, lavarla y comerla, otra forma deliciosa y fácil es prepararte una ensalada de frutas. Para limpiar y tonificar mejor los tejidos corporales y las glándulas, puedes espolvorear la ensalada de frutas con zumo de limón, pimienta de cayena y un poco de sal.

Verduras
Todas las verduras son alcalinas, aunque las patatas contienen ácido. Freír las verduras es una forma simple de incorporar las verduras con las que no estás familiarizado a tu dieta. Puedes comenzar por incorporar las verduras más frescas que puedas encontrar en el mercado, picarlas y rehogarlas a fuego lento o medio en una sartén grande con un aceite de oliva virgen extra de alta calidad. Puedes servir como acompañamiento de bocadillos o añadiendo arroz, es una proteína para una comida rápida que puedes hacer entre semana.

También puedes añadir productos de algas verdes en polvo como por ejemplo, la chlorella y la espirulina o verduras básicas en pequeñas cantidades a los batidos de frutas. Mezclar las verduras con las frutas es una excelente forma de conseguir que los niños coman verduras.

Semillas y frutos secos
Para picar entre horas, añadir a una ensalada o agregar a productos de panadería son ideales las almendras y las semillas de calabaza, de sésamo, de linaza y de girasol. En general, se recomienda poner en remojo las almendras crudas durante unas 12 horas para conseguir una digestión óptima.

Proteínas
Las proteínas más tradicionales, como la carne, el pescado y los mariscos, son ácidos. La ensalada de huevo es una fuente de proteína alcalina. El lactosuero de proteína en polvo y el yogur son también unas buenas fuentes de proteínas alcalinas que se pueden añadir fácilmente a los batidos. El Tempeh es una proteína alcalina poco conocida, utilizada en pasteles y que se vende junto al tofu en las tiendas de alimentos naturales. Sólo tienes que cortarlo y rehogarlos en aceite de oliva virgen extra a fuego lento o medio y luego añadir a algunas verduras o arroz.

Especias, hierbas y té
Los aceites, quesos y carnes son ricos en sabor, pero su naturaleza ácida pueden dificultar tu digestión. Las especias, hierbas y tés pueden darte el sabor y traer armonía a tu cuerpo. La canela, el curry, el jengibre, la mostaza, el chile, la sal marina, el miso, el tamari y todas las hierbas son alcalinas. Puedes preparate té verde, té de hierbas, té de diente de león, té de ginseng, té banchi o Kombucha Banchi con miel y limón para poder beber durante el día.

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15/12/2015

La nutrición es uno de los principales pilares de nuestra salud y la salud, una de los factores más importantes de nuestra vida y nuestra felicidad. Tener el aspecto que siempre quisiste tener y sentirte bien con tu cuerpo es posible, siguiendo una dieta equilibrada y practicando ejercicio de forma regular.

En esta web descubrirás consejos e información para tener una vida sana siguiendo una dieta equilibrada. Aquí puedes encontrar un listado de los últimos artículos publicados sobre nutrición y salud, además de los artículos más destacados.

15/12/2015

Comida basura versus alimentos biológicos:

El modelo alimentario mundial actual no sólo es incapaz de dar de comer a toda la población, sino que envenena lentamente a los que alimenta.

¿El modelo alimentario actual va contra la vida?

Qué condiciones ecológicas es necesario respetar para que no se produzcan desequilibrios en los cultivos o en las ganaderías, desequilibrios que hagan fallar los mecanismos de autorregulación de todos los seres vivos y obliguen a estar interviniendo con tratamientos continuos? Abrimos este Especial Aliment-Acción con un artículo que resume por qué motivo, en Occidente y en todo el mundo, se ha llegado a los problemas actuales de contaminación alimentaria. Ignacio Amián, vicepresidente de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), glosa en estas páginas cómo el sistema neoliberal atenta contra la soberanía alimentaria de los ciudadanos y el medio ambiente con pesticidas, hormonas, transgénicos... A la vez, señala la producción biológica como la solución básica y más efectiva contra todos esos problemas. Los cuadros elaborados por la redacción de The Ecologist, citando a especialistas de cada tema, completan la información.
Utilizamos sistemáticamente varios miles de moléculas químicas en la producción de alimentos procedentes de la agricultura, la ganadería y la industria alimentaria, llamadas biocidas. Como su nombre indica, se trata siempre de matar o de paralizar la actividad biológica.
El sistema de evaluación de las citadas moléculas químicas de síntesis no ofrece garantías de seguridad probada; antes al contrario, cada día es mayor el número de correspondencias entre el uso de estas sustancias y diferentes enfermedades degenerativas, amén de un interminable listado de otros efectos perniciosos sobre la vida toda del planeta Tierra: desertización, erosión, contaminación, desaparición de miles de especies animales y vegetales...
Por contraste, desde hace más de setenta años, se vienen desarrollando estilos de agricultura y ganadería alternativas, reglamentados y protegidos oficialmente por la Unión Europea (Reglamento 2092/91 de 24 de junio de 1991), con el nombre de agricultura ecológica, orgánica o biológica, que garantizan la seguridad y soberanía alimentaria y que han demostrado ser capaces de competir económicamente con el modelo productivista, además de hacer frente a las repercusiones directas e indirectas y a los problemas globales de la agricultura química intensiva o a su última expresión basada en la ingeniería genética.

VENENO LENTO

Quiero denunciar que el modelo alimentario mundial actual no sólo es incapaz de dar de comer a toda la población, sino que envenena lentamente a los que alimenta.
Resulta difícilmente creíble que a partir de un modelo de producción de alimentos predominante durante los últimos treinta años en el primer mundo, el cual se ha apoyado básicamente en la química de los biocidas, se pueda construir una sociedad sana y un planeta Tierra vivo y disfrutable por todos sus habitantes.
A partir de la II Guerra Mundial, la investigación agronómica en el manejo y control de artrópodos, enfermedades fúngicas o bacterianas, así como en el manejo de la flora silvestre que acompaña los cultivos, cambió radicalmente de signo. Se estaba tratando por entonces de conocer la biología y la ecología de las citadas especies para buscar los antagonistas o predadores de tales insectos-plagas (Alvarado 1990), cuando la industria química, fuertemente desarrollada como arma de guerra, desembarca en la praxis agronómica, no cabe duda de que aligerando y facilitando en una primera instancia el control de las plagas, pero prometiendo lo que nunca pretendió resolver: el hambre en el mundo (Porcuna 1999).

EL CASO DEL DDT

El ejemplo más significativo fue el del DDT, galardonado con el premio Nobel en 1948 y prohibido hoy en el mundo entero por su carácter de tóxico acumulativo en la grasa humana y cuya presencia ha alcanzado y continúa presente en toda la cadena alimenticia del mundo entero, incluso en la leche materna.
Es obvio que se multiplicó la producción de alimentos por unidad de superficie cultivada con los avances de la Revolucion Verde. La producción de cereales por superficie se multiplicó por 2,3 y las legumbres y plantas oleaginosas-proteaginosas por cerca de 1,7 hasta 1988, según datos de la FAO. A partir de ahí el signo de crecimiento se estabiliza.
La preocupación por la disponibilidad suficiente de alimentos ha sido una constante, un argumento insistente para justificar el uso de continuas y cada vez más agresivas tecnologías a fin de incrementar los alimentos producidos y/o extraídos. Y también para descalificar a los movimientos alternativos que ofertaban otro modelo de producción agraria, arguyendo que tales modelos son incapaces de alimentar a la Humanidad.
Según datos del economista Francisco Alburquerque en las primeras Jornadas de Agricultura Biológica, organizadas en Sevilla en 1984, ya entonces con la comida consumida por perros y gatos de los EE.UU. había suficiente para paliar las carencias alimentarias del continente africano. El problema de la alimentación mundial no es una cuestión de cantidad, sino de reparto y de incapacidad de ciertas poblaciones de acceder a pagar o a proveerse de las calorías imprescindibles.
Por otro lado, es también conocido que la agricultura más reciente se está dirigiendo, ante las presiones de gran parte de la sociedad desarrollada y más aún a causa de los escándalos alimentarios, hacia modelos menos agresivos.
El desarrollo intenso de la lucha química ha producido varias generaciones de pesticidas (1), cada vez más específicos y más sofisticadamente agresivos en su actuación sobre la plaga, dadas las rápidas mutaciones y resistencias que se producen, generación tras generación, en las diferentes especies y razas de artrópodos, como respuesta a dichos productos químicos.

DESTRUCCIÓN Y MUERTE

Productos sintetizados inicialmente como armas químicas para matar al hombre se desviaron hacia la lucha contra las plagas y enfermedades al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El bromuro de metilo, por ejemplo, un gas letal e inodoro, a pesar de la normativa europea para su eliminación, se sigue defendiendo hoy en muchos medios técnicos agrarios como imprescindible para la desinfección de la tierra donde se han de desarrollar los cultivos forzados bajo abrigo (invernaderos, túneles y acolchados).
Como su nombre indica, la mayoría de los biocidas tienen por objeto matar a insectos, arácnidos, moluscos, hongos, bacterias, hierbas, etc. Siempre, matar. El mismo lenguaje expresa, sin lugar a dudas, la concepción del modelo de actitud por parte de la industria química y transmitida a los agricultores: lucha a muerte. ¿Es tan extraño que los efectos mortíferos de esas moléculas químicas alcancen al ser humano y también a otras muchas especies de seres vivos?
Podemos hablar de una escala de peligrosidad en la procedencia de los vegetales o animales de que nos alimentamos, según el grado de intensidad de su cultivo o crianza.
Así, cereales, legumbres, oleaginosas, frutos secos, etc. son cultivos poco intensivos; por tanto, la tecnología se ha dirigido a obtener una máxima cantidad con el mínimo de gastos, a mejorar la maquinaria, a la selección de semillas, a hacer más eficiente los abonos y a mejorar las técnicas de recolección y conservación.
De esta manera, los principales problemas generados por estos cultivos son medioambientales: erosión, desertización y salinización de suelos y acuíferos, aunque también se deben al uso masivo de abonos minerales sintéticos, sobre todo los nitratos, que pueden evolucionar a nitritos y a nitrosaminas. Además, las pequeñas dosis de tratamientos fungicidas, herbicidas o desinfectantes de suelos y de semillas tampoco son inocuas, dado el grado acumulativo en la cadena alimentaria de muchas de las moléculas químicas utilizadas. De hecho, dentro de la propia Unión Europea, mientras los suelos son más pobres y el medio geográfico menos favorable para la producción intensiva o especializada y altamente tecnificada, los ecosistemas se han transformado menos y la artificialización de la agricultura ha sido menor (Gastó 1993), provocando un éxodo y abandono de grandes zonas rurales.

LA GANADERÍA

En un orden de cosas parecido están las ganaderías extensivas. Animales vacunos, caprinos, ovinos y el cerdo ibérico, criados casi en libertad en montes, dehesas y comarcas serranas. Sin embargo, el cambio acelerado del modelo de vida ha presionado fuertemente a los ganaderos para que entren plenamente en el llamado "complejo soja mundial" de producción acelerada a base de gigantescas cantidades de piensos a muy bajos precios (M. Viladoviú 1982), hiriendo de muerte a su sistema tradicional de animales criados sueltos en los pastizales. Ahora, la historia es otra: animales medicamentados por sistema; esto es, dopados de por vida con antibióticos, hormonas (algunas, prohibidas), correctores vitamínicos, tranquilizantes... además de piensos cárnicos (origen de la enfermedad de las "vacas locas").
Volviendo a lo que hablábamos, el caso de cambio de sistema ganadero se ha dado de forma emblemática en Galicia, donde las explotaciones de vacuno de leche, de ser ganado semiextensivo, criado fundamentalmente con la hierba de prados anuales, están pasando a ritmo acelerado a convertirse en vaquerías de estabulación casi permanente.

FRUTAS Y HORTALIZAS

Un segundo escalón lo constituyen los cultivos de frutas y hortalizas de temporada, sembrados en sus épocas normales de cada comarca y al aire libre. Por ejemplo, las coles y los espárragos de Navarra, los ajos de Córdoba, las naranjas valencianas o los melones de la Mancha. Estos cultivos siguen un programa intenso de abonos químicos y tratamientos generalmente preventivos, según un calendario fenológico del cultivo y de las plagas potenciales, con productos ya conocidos como cancerígenos o disruptores hormonales, además del uso habitual de significativas cantidades de herbicidas que se van acumulando en los suelos, en las aguas subterráneas y en lagos o reservas artificiales. La Administración no controla el plazo de seguridad exigido para sus aplicaciones y la analítica exigida para el control de residuos por encima de las dosis legalmente permitidas se está llevando a cabo de forma más rigurosa, por desgracia, en las comarcas donde la producción se exporta mayoritariamente a países europeos, que tienen mayores niveles de exigencias y de control.
En el escalón más alto de la dependencia de insumos y productos externos están los cultivos forzados bajo plásticos y los animales criados en granjas intensivas.
Los productos más cargados de tratamientos son los perecederos, las hortalizas frescas y las carnes procedentes de la ganadería intensiva (pollos y cerdos, sobre todo, ya que son la base de la ganadería sin suelo; pero también los corderos y cabritos) obtenidos mediante cría o cultivo forzado genética y fisiológicamente, a base de importantes cantidades de insumos: energía fósil, abonos de síntesis obtenidos del petróleo, como los nitrogenados o minerales procedentes de yacimientos no renovables, amén de semillas obtenidas con laboriosos procesos de investigación; o bien los animales cebados en un corto periodo de tiempo y con piensos y sus correctores más aditivos, de modo que la capacidad de transformación que posee el organismo del animal se incrementa al máximo de su expresión genética. O... "si hace falta, la cambiamos".
De las ganaderías intensivas, además de la catástrofe del tema de las "vacas locas", el resumen no puede ser más elocuente: pollos y cerdos quedan reducidos a su tubo digestivo, el cual está concebido para asimilar los nutrientes recibidos, y con el máximo de eficiencia; es decir, máxima capacidad de transformación. En consecuencia, todo competidor potencial debe ser eliminado: parásitos internos o externos, posibles enfermedades infecciosas. Esto es así no sólo cuando existe el problema, sino también cuando puede darse la probabilidad. Los "competidores" se eliminan mediante dosis calculadas de antibióticos, antiparasitarios, correctores minerales y vitamínicos, etc., utilizados sistemáticamente en la dieta diaria. Amén de los ya por suerte prohibidos: anabolizantes o aceleradores de la asimilación.

SIN SEGURIDAD

Durante años los gobiernos y sus instituciones encargadas de velar por la seguridad alimentaria desarrollaron una compleja estructura legal y un cuerpo completo de medidas de control, que no cabe duda de que han eliminado un sinfín de enfermedades infecciosas de las sociedades ricas y desarrolladas, pero no han resuelto el problema del hambre a nivel mundial (Porcuna, 1999); por el contrario, han generado un deterioro medioambiental, para cuya corrección posiblemente ya se haya llegado tarde. Y, además, están produciendo lentamente el envenenamiento masivo y a bajas dosis de la población, envenenamiento que se manifiesta día a día, al tiempo que se van correlacionando diferentes enfermedades degenerativas con el uso y el abuso, en todas las actividades de la vida, de un sinfín de moléculas químicas de síntesis. Se trata, "por prevención", con medicamentos a los animales, sin que existan problemas reales. A los piensos se les suman medicamentos por sistema sin que exista la enfermedad. Las condiciones de sobreexplotación enferman sistemáticamente a los animales.
Como nos pone de manifiesto el profesor de toxicología de la Universidad de Córdoba, Diego Santiago, los sistemas habituales de seguridad son insuficientes. Para colmo, puedo afirmar con autoridad que en el campo se respetan aún menos los plazos de seguridad exigidos entre la aplicación de determinados tratamientos fitosanitarios y la recolección para poner en el mercado dichas hortalizas y frutas.
Los múltiples y elocuentes trabajos presentados en este artículo y las investigaciones ya antiguas de Theo Colborn y sus colaboradores, planteadas en el libro Nuestro Futuro Robado (1998), muestran un elemento que debe hacernos reflexionar: el método de control de la seguridad sanitaria en el uso de biocidas usados en la agricultura y ganadería no ofrece ninguna garantía, puesto que, aun aplicándose escrupulosamente todos los sistemas legales establecidos, cada día se descubren nuevos efectos dañinos de estos productos.
Por consiguiente, se puede afirmar que la solución no está en buscar nuevas moléculas hipotéticamente inocuas para el hombre, que resuelvan al mismo tiempo el problema de la lucha fitosanitaria o ganadera sin dañar la salud ni el medio ambiente, como se quiere pregonar ahora con los alimentos modificados genéticamente, sino más bien en afrontar la cuestión desde otra perspectiva positiva global. ¿Qué condiciones ecológicas son necesarias respetar para que no se produzca tal o cual desequilibrio en los cultivos o en las ganaderías, desequilibrios que hagan fallar los mecanismos de autorregulación de todos los seres vivos y obliguen a estar interviniendo con tratamientos continuos?

BAJOS PRECIOS

Las reglas del juego del mercado mundial presionan cada vez más a los agricultores y ganaderos para que produzcan a más bajos precios, forzándoles a ponerse en manos de las firmas comerciales que les ofrecen todo el paquete tecnológico gracias al cual conseguirán la rentabilidad que les exigen.
Consecuentemente, las inversiones se incrementan y el agricultor, olvidados sus conocimientos de antaño y ante el riesgo de grandes pérdidas económicas, utiliza todos los medios a su alcance, aunque el modelo suponga un tremendo e ineficaz consumo energético, una alta cantidad de insumos y el uso de una maquinaria y unas tecnologías que erosionan y desertizan, contaminan y destruyen la biodiversidad del planeta, al dedicar grandes extensiones a monocultivos y expulsar para ello a los pequeños agricultores de sus tierras anteponiendo a toda costa los beneficios de las megaempresas de los agroquímicos al respeto del bienestar colectivo.
Las consecuencias de este modelo son también:

El hambre no ha disminuido sino que ha aumentado en los últimos veinte años. (The Ecologist. Especial Monsanto Files)
Los países pobres son cada vez más pobres y los marginados, más marginados. (I. Ramonet 1998)
Los recursos naturales son expoliados por las grandes empresas transnacionales de la energía, la química, las semillas, la madera, etc., que, además, se agrupan en corporaciones más poderosas. (Greenpeace, 1992).
Se continúa expulsando a los agricultores de la explotación familiar para seguir teniendo mano de obra barata en los grandes centros (Vandana Shiva. 1989).
La idea de producir cada vez más barato es difícilmente compatible con la de producir alimentos de alta calidad y respetuosos. Me sumo al pensamiento del agrónomo francés Claude Bourgignon: "No es más ciencia y tecnología lo que está necesitando el campo, sino más corazón ".
LA ALTERNATIVA

Un breve repaso estadístico nos muestra que el consumo de alimentos ecológicos, en la actualidad, es muy pequeño en relación con la producción global de alimentos en el mundo rico occidental. En los últimos años del siglo, no obstante, el sector creció más del 30% anual. Y se multiplicó por más de siete veces la producción desde que comenzara en el Estado español a concederse ayudas directas a la producción "bio".
Países como Dinamarca, Austria o Suiza han puesto en marcha compromisos y medidas para transformar el modelo alimentario. Dinamarca propuso para el año 2000 subir el consumo de alimentos ecológicos hasta el 10% y, para el año 2010, transformar toda la alimentación en biológica.
El consumo en Estados Unidos pasa de 4.000 millones de dólares y el incremento anual en España es del 20 al 30%, según comenta Montse Arias, en el Boletín de la Asociación Vida Sana (1998). Andalucía está ahora mismo a la cabeza en una producción organizada de productos ecológicos.
En una encuesta callejera realizada en Córdoba en 1994 por un programa de la TV municipal, todos los encuestados, con muy diferente grado de conocimiento sobre los productos ecológicos, coincidieron en una cosa: "Son mejores porque están cultivados sin química". No se trata de satanizar la química; nos referimos al camino que ha seguido la ciencia agronómica para el control de las plantas y animales criados para alimentar y servir al hombre: una lucha a muerte con la vida.
Así, en todos los reglamentos establecidos en Europa desde los años treinta sobre las normas de control de Agricultura Ecológica (biológica, orgánica o biodinámica) se enfatiza la exclusión radical de los productos químicos de síntesis. Ya por aquel entonces empezaba a organizarse una agricultura llamada natural (2), pero este movimiento quedó oculto por la Segunda Guerra Mundial, y de nuevo se reorganizó durante los años sesenta, con la creación de diferentes asociaciones. Estas entidades se encargaban de avalar ante los consumidores la veracidad de unas normas respetuosas de cultivo y cría de ganados. Los diferentes reglamentos se compendiaron en el cuaderno de normas básicas de la International Federation of Organical Agriculture Movements (IFOAM), con sede en Tholey-Theley, Alemania, en 1970, y posteriormente fueron oficializados por la Unión Europea en 1991, en el reglamento 2092/91 del 24 de junio, como ya se mencionó anteriormente.
La agricultura ecológica se puede definir, pues, como un método de obtención de alimentos sanos y suficientes para alimentar a todos, respetuoso con los recursos naturales y que reúne al mismo tiempo los conocimientos y manejos de las ciencias actuales más avanzados, junto con aquellos conocimientos del medio que a través de milenios de agricultura han ido amasando las poblaciones locales en su coevolución con el medio ambiente.

Ignacio Amiánes vicepresidente de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE) y este artículo es un texto actualizado y resumido del escrito del autor que formó parte de la IV Conferencia sobre Disruptores Endocrinos (Quadern CAPS. Nº 29). Título original: "El modelo alimentario actual va contra la vida

Por qué elegir pan biológico:El pan es uno de los alimentos más conocido y consumido en el mundo. Gracias al trabajo de ...
15/12/2015

Por qué elegir pan biológico:

El pan es uno de los alimentos más conocido y consumido en el mundo. Gracias al trabajo de verdaderos artesanos que elaboran pan biológico de levadura madre, el consumidor puede recuperar el sabor original y la calidad energética y organoléptica que la industria convencional ha hecho desaparecer.

El pan es uno de los alimentos más conocido y consumido en el mundo. Gracias al trabajo de verdaderos artesanos que elaboran pan biológico de levadura madre, el consumidor puede recuperar el sabor original y la calidad energética y organoléptica que la industria convencional ha hecho desaparecer.

El pan biológico se elabora a partir de: harina integral completa (harina + salvado + germen) obtenida de la molienda de granos de trigo de cultivo biológico; en dicha harina integral encontramos: el endospermos, compuesto principalmente por el almidón (hidrato de carbono) y el gluten (proteína); el salvado (cascarilla) que es la parte más externa y rica en fibra; y el germen, de donde nacen las raíces y el tallo y que lo convierten en la parte más nutritiva. Todos estos elementos hacen que la proteína de la harina integral sea de mayor calidad biológica que la proteína de la harina blanca.

La verdadera levadura madre se obtiene amasando harina de trigo de semillas de variedades panificables, cultivadas biológicamente, agua depurada y sal marina. La masa se deja en reposo para su fermentación. La levadura madre realiza una predigestión del pan que facilita una mejor asimilación de los nutrientes, a la vez que protege la flora intestinal. Este pan tiene más sabor, un sabor distinto, más ácido, y se conserva fresco durante más tiempo.

El pan biológico es una indiscutible fuente de fibra, vitaminas, minerales, hidratos de carbono y proteínas, indispensables para tener una buena salud. El salvado, eliminado en el pan convencional, es óptimo para eliminar el estreñimiento; tiene también la capacidad de absorber el colesterol y sustancias tóxicas ingeridas a través de los alimentos, con lo cual se convierte en un óptimo desintoxicante.

CLAVES PARA UN BUEN PAN:
La levadura madre es susceptible de ser contaminada por otras levaduras por lo que no se debe añadir nunca a la levadura madre levaduras prensadas ya que esto da lugar a alteraciones considerables en la calidad de la fermentación; es por ello que se recomienda no amasar en el mismo lugar panes biológicos y convencionales.
La levadura madre se debe renovar cada cierto tiempo para evitar degeneraciones y contaminaciones que disminuyan la calidad del pan.
El horneado a 200º C dura aproximadamente 60 minutos. Los hornos más indicados son los de leña pero de no tenerlos se debe optar por los de calefacción indirecta.
Cuando el pan sale del horno se debe dejar reposar. Lo ideal es consumirlo 10 o 12 horas después de la cocción.

PAN CONVENCIONAL

Del pan que elaboraron los egipcios hace miles de años, cociéndolo entre dos piedras previamente calentadas, ya no quedan más que recuerdos emanados de viejos hornos o deteriorados molinos. La industria se ha encargado de minimizar los procesos para producir grandes cantidades en el menor tiempo posible y a bajo costo, haciendo uso de más 100 aditivos, además de coadyuvantes, semillas híbridas, fertilizantes químicos y ahora, también, levaduras transgénicas.

A partir del siglo XVII empezó a desgenerarse la elaboración del pan con la sustitución de la levadura madre por la levadura de cerveza; la invención de la molienda con cilindros en lugar de muelas, que hicieron que se fuera desechando el germen y el salvado. Después vino la siembra de trigos híbridos y estériles; métodos de fertilización química de los cultivos que han dado lugar a harinas poco panificables, origen de la utilización de coadyuvantes y aditivos. En suma, un pan que en nada se asemeja al alimento que crearon los egipcios hace miles de años.

El pan que se consume actualmente contiene poca calidad nutritiva porque con el refinado de la harina ha perdido el salvado y el germen así como la fibra alimentaria, cuya escasez es la causa del estreñimiento que padecen miles de personas.

Las harinas blancas con las que se elaboran el pan convencional tienen un 100% menos de vitamina E, 84% menos de piridoxina, 80% menos de tiamina, 77% menos de biotina y niacina, 78% menos de ácido fólico, 67% menos de riboflavina, 50% menos de vitamina B5, 74% menos de potasio, 75% menos de magnesio, 85% menos de manganeso, 70% menos de fósforo y 76% menos de hierro. Como si fuera poco, también pierden el 50% de zinc, el 84% de manganeso, 74% de cobre y 60% de calcio.

Asimismo, las harinas que se encuentran en el mercado pueden contener residuos tóxicos procedentes de los tratamientos de los tratamientos fitosanitarios, efectuados tanto en el campo como durante el almacenamiento. A esto se suma el engaño de muchos fabricantes que ofrecen pan blanco pero con un añadido de salvado que no procede de la misma harina ni en la proporción adecuada, además de fermentarlo con levaduras industriales, carentes de germen.

El etiquetado es otro factor negativo pues muchos de los aditivos aplicados en la preparación de las harinas no aparecen mencionados en el envase del producto final, como es el caso del bromato de potasio que, pese a su prohibición sigue siendo utilizado.

Tiempo, la excusa de siempre

Los principales problemas de la agroindustria parten de la necesidad por reducir los tiempos. Por ejemplo, la velocidad con que se hace y se consume pan hoy en día, no permite dejar la masa en reposo para su fermentación. Es por esta razón que la industria usa aditivos para agilizar el proceso. Las levaduras convencionales tienen como finalidad la gasificación de la masa, impidiendo la fermentación completa de la misma debido al corto período entre la preparación de la masa y su cocción, ocasionando una gran cantidad de dióxido de carbono.

La separación de las cascarillas y el germen de trigo para favorecer la conservación de la harina es otro gran error porque la desnuda de sus principales nutrientes.

Para lograr la estandarización del color se agregan blanqueadores como el peróxido de benzoilo o el óxido de cloro que aseguran un máximo blanqueado en 32 horas, que en un proceso natural puede durar varias semanas. Así mismo, la mecanización de los procesos ha ocasionado que la masa circule por diferentes máquinas, equipos, cintas transportadoras…lo que a su vez ha provocado la aplicación de todo tipo de aditivos con funciones emulsionantes, estabilizantes, emulgentes y gelificantes para suavizar esta mecanización. A esto se suma el uso de antioxidantes, reguladores de pH, conservadores, gasificantes, humectantes y otros aditivos, bajo el amparo de la legislación que siempre ha seguido el ritmo de la industria convencional.

En este tipo de panadería se aplican aditivos procedentes de aceites de soja, grasas animales y sebos, como es el caso de los mono y diglicéridos de los ácidos grasos escondidos bajo el nº E 471 y los ésteres de dichos monos y diglicéridos destilados, en especial el E 472. Todo lo "necesario" para que la masa adquiera la tenacidad necesaria para soportar la mecanización.

Además, como la industria ha previsto que el pan dure mucho tiempo en las estanterías, antes de ser envasado se agregan conservantes químicos en la masa, o se fumigan los panes a la salida del horno, o se irradian con rayos U.V., o en túneles con microondas…como para no perder el hilo de la modernidad!

ELABORACIÓN DE LA MASA MADRE

Ingredientes: Dos cucharadas soperas de harina integral de trigo biológico; una cucharada de agua de manantial o depurada (el cloro y otras impurezas presentes en el agua afectan a la levadura madre pudiendo acabar con los microorganismos que la forman) y una pizca de sal marina atlántica no refinada.

Elaboración: Disolver la sal en el agua y mezclar con la harina, utilizando una cuchara de madera o acero inoxidable; dejar la mezcla yapada con un trapo limpio dentro de un recipiente de vidrio, a una temperatura de entre 36 y 37º C. Alas 24 hs. añadir una cucharada de agua y dos de harina, un poco de sal y remover; bajar la temperatura a 20-25º C constantes. 24 hs. más tarde se repite la operación. Se continúan añadiendo las mismas cantidades de harina, agua y sal, reduciendo los tiempos a medida que el volumen de la nueva masa aumenta. Cuando el volumen crece unas cuatro veces desde el añadido anterior, la masa madre está lista para prepara la masa del pan.

Nota: Estas indicaciones son aproximadas dado que la calidad de los componentes, la temperatura y otros factores como humedad ambiental y presión inciden en los resultados.

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