Mi psicóloga

Mi psicóloga Terapia psicológica: Depresión, Ansiedad, Ira, Estrés, Heridas de la infancia, Conducta suicida, Trastornos. Problemas de conducta y aprendizaje.

Pruebas psicológicas, evaluación y diagnóstico. Conferencista, cursos, talleres y capacitación.

1- MUÉVETE:Mueve tu casa, tu cama, tu cuerpo. Camina, sal por las mañanas, sal de la rutina del trabajo, las relaciones ...
20/11/2025

1- MUÉVETE:
Mueve tu casa, tu cama, tu cuerpo. Camina, sal por las mañanas, sal de la rutina del trabajo, las relaciones y los patrones de vida. Cambia tu perspectiva. Acércate a aquellas personas con las que puedas ser auténtico y nutran tus sueños más locos. No necesitas mover montañas, trasladar una pequeña piedra puede hacer maravillas.

2- TOCA:
Toca las partes que amas de tu cuerpo. Da abrazos en la panadería, en el parque, en las puertas de toda la ciudad. Besa a la gente en la mejilla. Acaricia a tu gato o tu perro un poco más. Saborea la sensación de un pañuelo de seda, de una pieza de madera, de las diferentes texturas. El musgo, las cortezas, las rocas y el agua. Mientras más lo hagas te sentirás más a gusto con el placer de tocar.

3- ESCUCHA:
Siéntate en silencio y observa cuanto hay allí para ser escuchado. Escucha a la gente, lo que realmente están diciendo. Escucha hasta la última nota de cada canción. Escucha tu voz interna, esa que solo escuchas cuando la confusión de cada día disminuye. Oye el susurro de las hojas, el llamado de las ranas, el crujido de la madera ardiendo en tu chimenea. Escucha con tu corazón y siempre escucha aquello que nunca es hablado.

4- SIENTE:
El dolor, experimenta el gozo, hasta que sientas que vas a evapórarte. Permítete reír hasta que te duela, siente el amor desde lo más profundo de tu corazón. Ríndete a la se*******ad de la vida. Enójate y expresa tu furia, si es el caso, pero hazlo a solas. Si no sientes de verdad, no estás vivo.

5- CONFÍA:
Tú sabes lo que necesitas saber. Detén tus dudas. Aquella cosquilla interna es tu más alta verdad y ella te servirá del mejor modo. Te arrepientes cuando desconoces o niegas tu intuición. Ten esto en cuenta: Finalmente, tú y sólo tú sabes lo que es mejor para ti. Si consumes, sin darte cuenta, todo tu día pintando, eso es lo que debes hacer. Si te encanta caminar al lado del océano, encuentra la forma de llegar allí. Si no confías completamente en ti, te conviertes en moho.

6- REÚNETE:
Con los hombres y mujeres que amas. Toma el té acompañado, camina en compañía por el bosque, conversa y habla, lee en voz alta para otros. Celebra que tu cabello, tu piel, tu cuerpo y tus historias son diferentes a las de los otros y a su vez son completamente parecidas. Cocina y come en compañía.

7- RECIBE:
Por una vez, deja de dar y dar y dar a todos menos a ti mismo. Acepta los cumplidos con gracia. La voz que necesitas oír, el abrazo, ese momento para conversar, la comida en tu mesa, el dinero que necesitas, siempre serán suministrados. Ábrete a recibir, abre tus manos para que sean llenadas con abundancia. Recibe todas las cosas buenas que mereces y recuerda mostrar gratitud por tu vida.
GRACIAS GRACIAS GRACIAS

Cuando una mujer deja de lado su amor propio,su pareja entiende el mensaje:“Haz conmigo lo que quieras. Minimízame, rech...
20/11/2025

Cuando una mujer deja de lado su amor propio,
su pareja entiende el mensaje:
“Haz conmigo lo que quieras. Minimízame, recházame, ignórame… yo me quedo igual.”

Y ahí es donde empieza a tratarla como si fuera reemplazable.
Como si estuviera hecha para aguantarlo todo.
Como si su presencia fuera un favor y no un valor.

Cuando una mujer se olvida de sí misma, se convierte —sin querer— en esa mujer que pide migajas, que justifica faltas de respeto, que acepta silencios que duelen y palabras que hieren… solo por no perderlo.

Y lo más triste es esto:
Él no la destruye… ella se entrega en bandeja de plata.
Esa es la parte que más arde.

Porque cuando una mujer renuncia a su amor propio, el hombre no necesita destruirla.
Ella ya abrió la puerta, ya apagó su voz, ya dobló su dignidad.

Al final, cuando tú te abandonas, cualquiera se siente con derecho a tratarte como si no valieras nada.

¿Qué te dice esta imagen mi amada?
19/11/2025

¿Qué te dice esta imagen mi amada?

El duelo por la vida que imaginastees uno de los duelos más silenciosos,porque no se llora una muerte real,pero sí la ca...
19/11/2025

El duelo por la vida que imaginaste

es uno de los duelos más silenciosos,
porque no se llora una muerte real,
pero sí la caída de una versión de ti misma
que ya no pudo ser.
Es despedirte de la mujer que soñaste ser a los veinte,
de los caminos que no tomaste,
de la libertad que se ajustó cuando llegaron las responsabilidades,
de los planes que postergaste por amor, por necesidad,
o por supervivencia.
Es mirar con ternura —y a veces con rabia—
a esa versión tuya que creía que todo iba a ser diferente.
Que se imaginaba estudiando, creciendo, ahorrando,
haciendo proyectos, tomando decisiones desde la abundancia
y no desde la urgencia.
El duelo por la vida imaginada no siempre duele por lo que falta,
sino por lo que se entregó,
por todo lo que diste sin saber que el costo sería tan alto.
Por las horas sin dormir,
por los trabajos que tuviste que dejar,
por los sueños que pusiste en pausa,
por el cuerpo que corrió antes de tiempo,
por la mente que tuvo que hacerse adulta antes de lo que tocaba.
Y a veces, en medio de la rutina,
ese duelo reaparece como tristeza sin motivo,
como cansancio profundo,
o como esas lágrimas que te sorprenden sin permiso.
No son debilidad:
son la memoria afectiva diciendo
“hay algo que todavía no he terminado de soltar”.
Sanar este duelo no es renunciar a tus sueños,
es actualizar la historia.
Es admitir lo que dolió,
lo que no ocurrió,
lo que sí ocurrió y te cambió para siempre.
Es sostener a la mujer que fuiste
y darle espacio a la que está emergiendo ahora.
Porque a veces la vida que imaginaste no llegó,
pero la vida que puedes construir hoy
también merece ser mirada con amor,
con paciencia,
y con la dignidad de quien sabe que ha dado todo
para mantenerse en pie.
Y en esa aceptación serena nace otra verdad:
no estás tarde para ti.
Todavía hay caminos, todavía hay opciones,
todavía hay una mujer en ti que quiere renacer.
Ese duelo no se supera…
se honra.
Y se transforma.

“Una fruta podrida arruina a las demás… igual que una mala amistad.”No importa qué tan sana esté una fruta…Si la pones j...
18/11/2025

“Una fruta podrida arruina a las demás… igual que una mala amistad.”

No importa qué tan sana esté una fruta…
Si la pones junto a una que está podrida, el moho se contagia.
Y pronto, ambas terminan echadas a perder.

Lo mismo pasa con las personas.

Puedes tener sueños, buena energía, ganas de salir adelante…
Pero si te rodeas de gente negativa, envidiosa, que se queja todo el tiempo o que no cree en ti…
Esa energía también se te pega.

Porque el entorno no es inocente: te moldea, te contagia, te frena…
o te impulsa.

Así que hazte esta pregunta con honestidad:
¿Quiénes te rodean? ¿Te suman o te restan?

Rodéate de personas que te reten, te inspiren, te celebren,
y verás cómo empiezas a florecer.

💬 Porque no es egoísmo… es inteligencia emocional.
Aprende a cuidar tu círculo como cuidas tu salud.
La amistad también puede enfermar…
O puede salvarte.

Pensar demasiado me ha roto más de una vez.Lo sé.La mente se acelera,se anticipa,construye escenarios,y de pronto ya no ...
18/11/2025

Pensar demasiado me ha roto más de una vez.
Lo sé.
La mente se acelera,
se anticipa,
construye escenarios,
y de pronto ya no estoy aquí,
sino atrapada en posibilidades que tal vez nunca ocurran.
Es parte de la ansiedad:
ese intento silencioso de controlar lo incontrolable,
de encontrar seguridad en medio del miedo.
Y estoy aprendiendo.
Aprendiendo a respirar antes de creerle a mis pensamientos,
a distinguir entre la realidad y la historia que fabrica mi mente,
a sostenerme con ternura cuando el cuerpo se activa.
No se trata de dejar de pensar,
sino de dejar de lastimarme con lo que pienso.
Voy paso a paso,
con compasión hacia mí misma,
descubriendo que la calma no llega de golpe:
se practica,
se construye,
se habita.

Te preocupas de más.Tu mente corre mil escenarios, la mayoría de ellos jamás ocurrirán.Te desgastas luchando contra fant...
17/11/2025

Te preocupas de más.

Tu mente corre mil escenarios, la mayoría de ellos jamás ocurrirán.
Te desgastas luchando contra fantasmas que solo existen en tus pensamientos.

El estoico entiende algo simple:
la preocupación no evita el dolor, solo roba la paz del presente.

Haz lo que está en tus manos,
acepta lo que no depende de ti,
y suelta lo que nunca fue tu carga.

Respira.
La calma no llega cuando todo está resuelto,
sino cuando tú decides estar en paz con lo que hay.

📖 “Sufrimos más en la imaginación que en la realidad.” —

La madre que usa a un hijo como confidentelo convierte en su terapeuta emocional.Y eso no es amor,es carga.Un hijo no de...
15/11/2025

La madre que usa a un hijo como confidente
lo convierte en su terapeuta emocional.
Y eso no es amor,
es carga.
Un hijo no debe sostener los conflictos, las frustraciones ni los vacíos que corresponden a la vida adulta.
Cuando una madre le cuenta todo a su hijo —sus peleas, sus miedos, sus deseos, su soledad— lo deja sin infancia.
Le roba la ligereza.
Le entrega una responsabilidad que no puede sostener.
Ese hijo crece sintiendo que debe cuidar a los demás,
que amar es salvar,
que el silencio es obligación,
y que su propio dolor no importa mientras el otro esté bien.
Esa madre no es mala; está herida.
Necesita contención y no la tiene.
Pero el hijo no puede ser su sostén,
porque lo que una madre descarga,
el hijo lo convierte en síntoma.
Sanar es romper ese pacto silencioso.
Es devolverle a cada quien lo que le pertenece.
El hijo necesita permiso para ser hijo,
no terapeuta de su madre.

Marco Aurelio solía repetir que la mente es más poderosa que los hechos, y que lo que pensamos sobre lo que ocurre defin...
15/11/2025

Marco Aurelio solía repetir que la mente es más poderosa que los hechos, y que lo que pensamos sobre lo que ocurre define nuestra paz o nuestra tormenta.

Séneca, por su parte, veía en cada tropiezo una oportunidad de fortalecerse, no una sentencia. Decía que el camino del sabio no evita la incomodidad: la usa para avanzar.

Y Epicteto, nacido esclavo, enseñaba que nada externo puede romperte si tú eliges interpretar cada dificultad como parte de tu entrenamiento interno.

Los tres coincidían en lo mismo:
cuando la vida te aprieta, no es el fin… es una dirección.

Mi Hija en Mi Vida: ( Reflexión )Una hija... la sola mención de estas palabras evoca un torbellino de emociones, recuerd...
13/11/2025

Mi Hija en Mi Vida: ( Reflexión )

Una hija... la sola mención de estas palabras evoca un torbellino de emociones, recuerdos y un amor tan profundo que a veces parece desbordarme. No es solo una persona más en mi vida; es, en muchos sentidos, el ancla y la vela de mi existencia.
Desde el momento en que supe que venía en camino, mi mundo se reconfiguró. Dejé de ser solo "yo" para convertirme en "nosotras". La maternidad con ella me ha enseñado una paciencia que no sabía que poseía, una fuerza que desconocía y una capacidad de amar que supera cualquier límite imaginable. Cada etapa de su crecimiento ha sido un espejo en el que me he visto reflejada, y a menudo, desafiada a ser una mejor versión de mí misma.

Ella es mi maestra silenciosa. Con su curiosidad inagotable, me recuerda la maravilla de las cosas más simples. Con su resiliencia, me enseña a levantarme después de cada caída. Con su alegría espontánea, me invita a vivir el presente y a encontrar la belleza en lo cotidiano. Sus preguntas, a veces inocentes, a veces profundas, me obligan a reflexionar sobre mis propias creencias y a ver el mundo con ojos frescos.
Mi hija es mi mayor inspiración. Verla perseguir sus sueños, superar obstáculos y descubrir quién es, me llena de un orgullo que no tiene parangón. Su existencia me impulsa a ser un ejemplo de perseverancia, de bondad y de autenticidad. Quiero que vea en mí la mujer que ella puede llegar a ser, libre, fuerte y llena de amor.
Es también mi compañera incondicional. Compartimos risas que solo nosotras entendemos, secretos susurrados en la oscuridad y abrazos que curan cualquier herida. En sus ojos encuentro consuelo y en su presencia, una paz que pocas cosas pueden igualar. Ella es el eco de mi risa, el reflejo de mi esperanza y la melodía que acompaña mis días.
Pero, sobre todo, mi hija es la manifestación más pura del amor. Un amor que no pide nada a cambio, que se entrega sin reservas y que es capaz de mover montañas. Es el latido de mi corazón fuera de mi cuerpo, la razón por la que cada esfuerzo vale la pena y el recordatorio constante de que la vida es un regalo precioso.
Una hija no es solo una parte de mi vida; ella es el corazón que la impulsa, la luz que la ilumina y la razón por la que cada día tiene un significado más profundo y hermoso. Es, sin duda, el mayor tesoro que la vida me ha concedido.

Lo monstruoso en nosotros (mucho texto)Ya vi la tan esperada película de Frankenstein... y bueno aquí va mucho texto: lo...
10/11/2025

Lo monstruoso en nosotros (mucho texto)

Ya vi la tan esperada película de Frankenstein... y bueno aquí va mucho texto: lo que duele de Guillermo del Toro no son los monstruos. Es descubrir que, frente a ellos, el monstruo somos nosotros.
Cuando vemos a una criatura rechazada —ya sea la de Frankenstein, el anfibio, el fantasma, el niño diferente— hay un punto en que la película deja de ser fantasía y se vuelve espejo. Nos recuerda que en el mundo real no hace falta tornillos en el cuello ni fósforos en los ojos para ser condenado al margen; basta con nacer distinto.
Me recordo mucho a la figura brutal de John Merrick, “El hombre elefante”. Un hombre cuya existencia fue sufrimiento en todos los aspectos: exhibido, humillado, usado como espectáculo. Un ser humano obligado a pedir perdón por ocupar espacio. Es la clase de biografía que, si uno la mira de frente, te hace voltear al cielo con rabia y preguntar: “¿Por qué a él? ¿Por qué así? ¿Dónde carajos estabas, Dios?”
Esa pregunta no es falta de fe: es la sinceridad más honda del alma cuando se quiebra ante el sufrimiento inocente. El horror no está en la deformidad del cuerpo; está en la deformidad del mundo que responde con burla, con asco, con indiferencia. Ahí es donde Del Toro, Mary Shelley, el caso de Merrick y todos los monstruos “ficticios” se cruzan en la misma herida.
Porque el verdadero monstruo no vive en castillos ni en laboratorios góticos. El verdadero monstruo:
sonríe en la oficina mientras suelta un chiste ra***ta.
comparte memes xenófobos “por risa”.
mira con desconfianza al migrante, al moreno, al pobre, al raro.
convierte la diferencia en amenaza, y la vulnerabilidad en motivo de escarnio.
El monstruo auténtico es cotidiano, educado, correcto, “normal”. Se sienta a nuestro lado en el transporte público. A veces nos saluda de beso. A veces, si somos honestos, habla con nuestra propia voz.
Frankenstein, Merrick, las criaturas de Del Toro, todos ellos nos colocan frente a una pregunta incómoda:
si viéramos pasar a uno así por nuestra calle, ¿lo miraríamos con compasión o con curiosidad morbosa?
¿Lo ayudaríamos, o sacaríamos el celular para grabar?
La condena al ostracismo nace justo ahí: en la decisión de apartarse del otro porque no encaja en el molde. Lo llamamos deforme, raro, enfermo, peligroso, impuro, “de otro lado”, “de otra raza”, “de otra clase”. Le quitamos el nombre, como a la Criatura de Frankenstein. Le quitamos la historia. Le quitamos el derecho a ser persona. Y cuando ya está totalmente solo, señalamos sus reacciones como prueba de que “ellos” son el problema.
Racismo, clasismo, homofobia, transfobia, gordofobia, xenofobia: etiquetas distintas para el mismo núcleo podrido.
Lo monstruoso no está en el cuerpo del otro, sino en nuestra incapacidad de verlo como un igual.
¿Y qué nos queda frente a eso?
Porque si todo se reduce a “el mundo es cruel”, solo sumamos cinismo al horror.
La única salida que tiene un mínimo de dignidad es también la más difícil: el perdón.
No un perdón ingenuo que borra la injusticia, ni un “ya no estés triste”. Hablo de ese perdón que nace cuando reconocemos nuestra parte en el daño —el chiste que no detuvimos, la humillación que miramos en silencio, la persona que dejamos sola— y decidimos no seguir alimentando el ciclo.
Perdonar no es justificar al agresor, es negarse a convertirse en él.
Es que la víctima, si puede, no entregue su alma al odio.
Es que el testigo deje de ser cómplice pasivo.
Es romper, aunque sea un milímetro, la cadena que convierte al herido en el próximo verdugo.
Los “monstruos” que amamos en la ficción nos han estado diciendo lo mismo desde siempre:
que lo verdaderamente inhumano no es tener el rostro distinto, el cuerpo distinto, la mente distinta;
lo inhumano es perder la capacidad de mirar al otro y reconocerlo como alguien que siente, que sufre, que desea lo mismo que tú: no ser tratado como basura.
Si hay alguna redención posible para nosotros, no vendrá de crucificar a otro diferente, sino de aprender —tarde, cansados, torpes, llenos de contradicciones— a ver, pedir perdón, y perdonar.
A concederle a cada “monstruo” lo que le negaron a Merrick, a la Criatura, a tantos otros sin nombre: Su lugar en el mundo. Sin jaula. Sin burla. Sin miedo.

(A continuación se adjunta el final de la película Mary Shelley’s Frankenstein de 1994, dirigida por Kenneth Branagh, por ser la versión más trágica y humana de la historia, donde la Criatura llora ante el cuerpo de su creador y ambos son consumidos por el fuego como símbolo del perdón y la redención final.)

El viento del norte soplaba con un silbido prolongado, como si el mundo entero se lamentara.
Sobre la planicie de hielo, el cuerpo de Víctor Frankenstein yacía inmóvil, envuelto en una manta que apenas lograba ocultar la blancura de la muerte. La tripulación del navío se había reunido en torno al cadáver; sus rostros, endurecidos por el frío, miraban hacia abajo con una mezcla de respeto y temor. Uno de ellos sostenía una lámpara que oscilaba con cada ráfaga del viento, proyectando sombras que parecían orar también.

El capitán Walton murmuró unas palabras graves, casi un rezo, y los hombres lo siguieron en un coro bajo que se perdía entre la nieve:

“Que el Señor tenga piedad de su alma…
que la tierra, o el hielo, le concedan reposo.”

A poca distancia, apartado del grupo, la Criatura observaba.
Su enorme figura contrastaba con la pequeñez de los hombres; su piel, marcada por cicatrices, parecía absorber toda la luz del fuego.
Lloraba sin consuelo, pero en silencio. Cada sollozo era un gemido que se disolvía antes de nacer.

El Capitán, al verlo, sintió más compasión que miedo.
Se acercó unos pasos y le habló con voz temblorosa:

—¿Por qué lloras, si él fue quien te condenó?

La Criatura levantó la mirada. Sus ojos, hundidos y rojos, brillaban con una ternura imposible.

—Lloro porque era mi padre —dijo con voz ronca—.
Porque me dio la vida y después me abandonó.
Porque me soñó como un ángel… y me odió por no tener alas.

Los marineros, al escuchar aquella confesión, bajaron sus antorchas.
El fuego crepitó, y el resplandor iluminó a ambos, padre e hijo: uno inmóvil, el otro de rodillas, desgarrado por un dolor antiguo como el mundo.

—Nunca me dio un nombre —continuó el ser—.
Y sin nombre… no hay plegaria que me reclame.
He caminado por la tierra sin voz ni destino,
he amado sin ser amado,
he buscado un reflejo en los ojos humanos,
y solo he hallado miedo.

Las palabras se perdieron entre los rezos del grupo, que continuaba su plegaria por el alma del hombre caído. La Criatura escuchó esas voces, suaves y lejanas, y por primera vez comprendió lo que era rezar sin esperanza.

Se puso de pie con lentitud. Tomó una antorcha y se acercó al cuerpo de su creador.
El viento azotó su rostro, pero no se detuvo.
Encendió la pira. El fuego comenzó a devorar la madera, y las llamas se alzaron como un último aliento.

—Padre… —susurró—.
Te perdono.
Y si existe un Dios…
que Él me mire, aunque sea una vez,
como tú nunca lo hiciste.

El fuego creció, reflejándose en el hielo, en las lágrimas, en el vacío.
Walton quiso detenerlo, pero no se atrevió a mover un solo músculo.
La Criatura dio un paso hacia las llamas.

—Soy tu Adán —gritó con fuerza—.
Y también tu ángel caído.
He conocido el amor solo a través del dolor…
¡Pero fui hombre, aunque solo fuera por un instante!

Entró en el fuego.
Las llamas lo envolvieron con un rugido, como si el cielo y el in****no se hubiesen encontrado sobre el hielo.
Por un momento, el resplandor fue tan intenso que pareció amanecer.
Luego, el viento sopló con furia y cubrió las brasas con nieve.

El Capitán Walton se quedó mirando el vacío donde antes ardía el fuego.
El mar volvió a su silencio.
El hielo, a su pureza.

Padre e hijo, pensamiento y sombra,
quedaron unidos por fin,
fundidos en la única llama
que jamás se extingue: la del arrepentimiento.

Epílogo

Tanto la película de Guillermo del Toro como la versión de los años noventa me conmueven profundamente porque abordan la relación entre padre e hijo desde la herida.
Nos muestran cómo, muchas veces, los padres son una figura negligente, imperfecta, confundida —niños que intentan criar a otros niños—, y cómo, pese a todo, los hijos seguimos buscando su mirada, su reconocimiento, su amor.
Comprendo la conmoción de la Criatura ante el cuerpo de su creador: es el único ser que lo consideró en el mundo, y aun así lo rechazó.
Su acto final, el de perdonar, no es debilidad; es la forma más pura de amor.
En lo personal, esa escena me golpeó en lo más íntimo.
Yo estuve junto al lecho de muerte de mi padre, un domingo por la tarde en casa, hasta su último aliento.
Cerrar los párpados de alguien que ya no está es un gesto que no se olvida nunca.
Por eso siento tanta empatía hacia la Criatura:
porque en su soledad y en su perdón se reconoce algo que va más allá del horror —la necesidad humana de despedirse amando, incluso cuando ya no queda nadie que pueda escucharte.

Hay un dicho turco que dice: “Si realmente amas a alguien, lo amas dos veces. La primera vez, te enamoras de su sonrisa,...
09/11/2025

Hay un dicho turco que dice:
“Si realmente amas a alguien, lo amas dos veces. La primera vez, te enamoras de su sonrisa, de su voz, de su forma de mirar la vida. Pero con el tiempo, la cortina se levanta… Y empiezas a ver sus cicatrices, sus miedos, sus días grises. Ya no es perfecto. Es real.” Y si, a pesar de eso sigues eligiendo quedarte, si puedes amarlo sin filtros, sin expectativas… entonces ya no es enamoramiento. Es comprensión. Es madurez. Es amor del que no huye, del que se queda y crece.

Dirección

CIUDAD DE
Mexico City

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