20/10/2025
La magia sexual es, ante todo, la ciencia sagrada del fuego vital, el poder de la creación manifestado en los planos del cuerpo, la mente y el espíritu. En todas las tradiciones místicas —desde los antiguos templos de Isis y Pan, los misterios órficos y tántricos, hasta los grimorios de la brujería tradicional, los cultos vudú y las enseñanzas de Thelema— el principio es el mismo: la energía sexual es el aliento de la divinidad encarnada, el vehículo del alma en el mundo material.
I. La raíz del fuego: energía creadora y serpiente luminosa
El ser humano guarda en su interior una corriente doble, un eje magnético que une el cielo y la tierra.
En el plano físico se conoce como kundalini, la serpiente de fuego que asciende por la columna vertebral; en el esoterismo occidental es el espíritu del Mercurio o la Luz Astral condensada.
El chamán lo siente como un espíritu serpentino que se enrosca en la raíz del cuerpo, y la bruja lo nombra como su familiar interno, su demonio o su ángel.
Despertar esta energía no es simple placer: es un acto alquímico.
La semilla del deseo, cuando se purifica y se eleva, se convierte en luz.
Pero cuando se derrama en ignorancia o codicia, se convierte en sombra, en obsesión, en amarre o en prisión.
Por ello, todo verdadero mago aprende primero a dominar su fuego antes de proyectarlo.
II. Los trabajos del amor y la pasión
En la tradición mágica existen tres caminos principales dentro del arte sexual:
1. El Sendero del Amor Consagrado: donde el acto es una ofrenda entre dos seres conscientes que canalizan la energía del Eros hacia la unión con lo divino. Aquí el placer es oración y el cuerpo, un templo.
2. El Sendero de la Pasión Ritualística: donde el deseo es un combustible para invocar fuerzas específicas —Venus, Lilith, Astarté, o los loas del amor como Erzulie Freda— y proyectar esa potencia hacia la creación de realidades, amuletos, o hechizos.
3. El Sendero de la Dominación o Amarre: el más peligroso y tentador, pues busca doblegar la voluntad ajena. Aunque posible, este camino ata también al mago a las cadenas del mismo hechizo. En la brujería tradicional se sabe: “quien ata, queda atado”.
El poder sexual es neutro; su ética depende de la conciencia del operador.
Los grimorios antiguos enseñan que el semen, la sangre menstrual o el sudor consagrado no son tabú, sino sustancias portadoras del magnetismo vital.
En rituales de unión o evocación, pueden actuar como sellos que anclan la energía en el plano material.
III. La senda en las escuelas del misterio
En Thelema, Aleister Crowley reveló que “el acto sexual es la fórmula del universo”.
El Hieros Gamos, o matrimonio sagrado, simboliza la unión de Nuit (el infinito) y Hadit (el punto de conciencia).
Cada orgasmo, en su sentido místico, es un relámpago de creación, una chispa del Aeón.
Por ello, el thelemita no teme al deseo; lo consagra, lo sublima, lo vuelve invocación.
En la brujería tradicional, los sabbats y los aquelarres celebran la unión de la Bruja y el Dios Astado, representación del ciclo eterno de la vida, la muerte y la resurrección.
El rito sexual, ya sea físico o simbólico, es un pacto con la fertilidad de la Tierra y con las fuerzas primordiales del bosque y la sombra.
En el chamanismo afro-caribeño y el vudú, el amor y el deseo son ríos que conectan los mundos.
Las entidades del amor y la se*******ad —Erzulie, Oshún, Yemayá— no castigan la pasión: la enseñan, la equilibran y la bendicen cuando es verdadera.
El chamán o houngan se vuelve un canal de esos loas, ofreciendo la danza, la música y el placer como lenguaje sagrado.
IV. Ética, poder y peligro
El operador sexual camina sobre fuego.
Su mayor enemigo no es el demonio, sino su propia mente.
Todo exceso, toda manipulación y todo acto hecho desde el ego genera cadenas kármicas que, tarde o temprano, regresan al origen.
Por eso, las escuelas internas enseñan a transmutar el deseo en voluntad y la pasión en iluminación.
El verdadero mago no busca poseer, sino co-crear con el universo.
Sabe que el amor no se domina, sino que se evoca desde la pureza del corazón.
Sabe también que el placer no es pecado, sino un reflejo de la divinidad encarnada en los sentidos.
V. Conclusión: El Eros como sendero de iluminación
Cuando la energía sexual se une al espíritu, se convierte en una fuerza de regeneración, sanación y magia pura.
El acto sexual consciente, ritual o simbólico, puede abrir portales de sabiduría tan profundos como la meditación o el éxtasis místico.
El secreto está en la intención: si el fuego arde para dominar, quema; si arde para iluminar, transfigura.
Así, en el altar del cuerpo y el alma, el mago, la bruja, el chamán y el thelemita descubren que el Eros no es el enemigo del espíritu, sino su aliado más poderoso.
El fuego del deseo, cuando se ofrece al altar del Amor Verdadero, se convierte en el mismo fuego de las estrellas.
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