Psicólogo en Monclova - Carlos Arturo Moreno De la Rosa

Psicólogo en Monclova - Carlos Arturo Moreno De la Rosa Psicólogo Carlos Arturo Moreno De la Rosa. Egresado de la UANL, con Maestría en Psicoterapia y Doctorado en Salud Mental (en curso)

27/10/2025

¿Qué hacer ante una crisis existencial?

En psicoterapia, la palabra “crisis” tiene una carga poderosa. No solo hablamos de un momento difícil; hablamos de un punto de quiebre en la experiencia humana, donde el dolor puede ser la antesala de la transformación.

La semántica lo confirma: en chino, la palabra crisis se compone de dos caracteres que significan “peligro” y “oportunidad”. En griego, krísis significa “decidir”. Y eso es precisamente lo que una persona hace en crisis: enfrenta un momento crucial en el que necesita tomar decisiones que pueden cambiar su rumbo.

Por ejemplo, un paciente acude a psicoterapia porque está atravesando una ruptura amorosa. Siente que se desmorona por dentro, que no tiene piso. Pero en medio del llanto, el insomnio y el duelo, comienza a preguntarse: “¿Qué quiero ahora? ¿Quién soy sin esta relación?” La crisis abre espacio para una reconfiguración de su identidad, de sus vínculos, de su proyecto de vida.

Otro ejemplo: una pareja llega a consulta diciendo que “ya no es lo mismo”, que pelean todo el tiempo, que ya no se entienden. Están en crisis matrimonial. Y es ahí, precisamente ahí, donde comienza el trabajo terapéutico. La pareja no viene a recuperar lo que tenía, sino a decidir si puede y quiere construir algo nuevo. Una nueva etapa, una nueva temporada, con nuevos elementos. A veces deciden separarse con respeto y claridad. Otras veces, deciden quedarse, pero ya no desde la costumbre, sino desde la conciencia.

La psicoterapia entra en ese punto de inflexión: cuando lo automático ya no funciona, cuando el cerebro entra en alerta, cuando el pasado se vuelve insoportable y el futuro aún no se dibuja. La mente puede entonces entrar, acompañada, a crear rutas nuevas. La crisis se convierte en terreno fértil para el cambio, para el aprendizaje, para una vida más honesta consigo misma.

No romantizamos la crisis: duele, confunde, sacude. En la crisis existencial hay una llamada profunda a decidir. Y si se acompaña bien, puede ser el inicio de algo más auténtico.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
Psicoterapeuta Cédula Profesional 6775187
Doctorante en Salud Mental
Citas al 866 133 3958

23/10/2025

Psicosis y dopamina

A veces, el cerebro se desborda. La dopamina, ese mensajero que normalmente da energía, color y dirección a la experiencia, empieza a amplificarlo todo. La percepción se vuelve tan intensa que deja de ser una ventana al mundo y se convierte en un espejo deformante. Lo que era solo una idea se siente como una certeza, y lo que era un pensamiento íntimo se escucha como una voz externa. En términos simples, la dopamina sube el volumen de la experiencia interna hasta confundirla con la realidad externa.

Ahí aparece la psicosis: un estado donde el cerebro no miente, pero exagera; donde las conexiones neuronales que normalmente filtran, ahora mezclan; donde la emoción invade el pensamiento y el pensamiento se hace cuerpo. El delirio no es una locura ajena, sino una interpretación extrema de la realidad; una manera desesperada del cerebro de dar sentido a lo que ya no puede organizar.

Muchas veces llegan a terapia personas que tienen la habilidad de estar sanadas, aunque todavía no lo saben. No están rotas, solo desajustadas. Su cerebro necesita volver a encontrar un equilibrio entre lo que sienten y lo que piensan. Reconectarse con la realidad no significa negar las voces o las ideas, sino bajarles el volumen, devolverles su proporción y aprender a distinguir entre lo que nace adentro y lo que realmente sucede afuera.

El proceso terapéutico, entonces, no es silenciar la mente, sino afinarla. Es ayudar al cerebro a recuperar su ritmo, a reconocer la diferencia entre una idea y una verdad, entre una emoción y un hecho. Porque detrás de cada delirio hay una mente que sigue buscando sentido. Y cuando el sentido se encuentra, la dopamina se calma, la percepción se vuelve habitable y el pensamiento vuelve a ser propio.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
Psicoterapeuta Cédula Profesional 6775187
Doctorante en Salud Mental
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07/10/2025

¿Qué es vivir saludablemente? Activar la vida o dejarla pasar

En los últimos años he llegado a una conclusión que resuena cada vez más fuerte en la práctica clínica, en el aula, en la casa y en la calle: el comportamiento activo genera salud mental. No es solo una hipótesis ni una receta de autoayuda: es una lectura profunda del modo en que habitamos la vida.

Y por comportamiento activo no me refiero a tener la agenda llena, sino a involucrarse con conciencia en las acciones que construyen sentido: leer, escribir, estudiar, amar, sembrar, cocinar, limpiar, hacer ejercicio, cuidar vínculos, transformar el entorno. Actividad que no evade, sino que conecta. Que no anestesia, sino que despierta.

En contraste, el comportamiento pasivo –mirar televisión sin propósito, desplazarse sin atención por redes sociales, consumir contenidos sin digerirlos– nos adormece. Nos aleja del mundo, de los otros y de nosotros mismos. Nos instala en una comodidad estéril, donde no hay crecimiento, ni desafío, ni bienestar auténtico.

Esta idea dialoga perfectamente con la propuesta del sociólogo Corey Keyes, quien sostiene que la salud mental no puede definirse solo como la ausencia de trastorno, sino como la presencia de bienestar emocional, psicológico y social. Según Keyes (2002), un sujeto sano es aquel que, en su contexto histórico y social, se percibe funcional, con propósito, conectado, capaz de amar y de construir algo valioso para sí y para los demás.

Lo que propone Keyes –y que el ISEO retoma en su programa académico del Doctorado en Salud Mental– es una visión dinámica y propositiva de la salud: no basta con no estar mal, hay que estar bien en un sentido activo. Esto implica moverse hacia metas, sostener vínculos, transformar rutinas y tener la voluntad de participar en la vida, no solo de observarla pasar.

Por eso, promover salud mental no es solo reducir síntomas o contener crisis, sino estimular comportamientos activos que alimenten el bienestar. El paciente que empieza a leer de nuevo, que vuelve a salir a caminar, que decide escribir, emprender, perdonar o crear, no solo mejora: resucita. Porque donde hay acción con sentido, hay salud.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
Psicoterapeuta Cédula Profesional 6775187
Doctorante en Salud Mental
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07/10/2025

La psicoterapia como camino hacia el bienestar emocional

A veces creemos que la vida se nos complica por culpa de la suerte, del pasado o de las decisiones de los demás. Pero en el espacio terapéutico descubrimos algo más inquietante y poderoso: que gran parte de nuestro malestar tiene que ver con hábitos que repetimos sin darnos cuenta, decisiones que postergamos y pensamientos que dejamos correr sin cuestionarlos.

La psicología, cuando se pone al servicio del bienestar, no ofrece soluciones mágicas. Ofrece acompañamiento serio para mirar de frente eso que duele, eso que confunde, eso que se ha vuelto rutina pero lastima. No basta con entender el problema: es necesario decidir diferente, actuar distinto, romper el piloto automático.

Muchos llegan al consultorio pensando que algo externo va a cambiar su vida. Pero poco a poco entienden que el trabajo va por dentro: hábitos de sueño, formas de relacionarse, lo que se consume (no sólo en la comida, sino también en redes, vínculos, pensamientos). La psicoterapia ayuda a hacer consciente lo automático, a cambiar lo que ya no sirve y a construir lo que hace bien.

No es la suerte, ni la mala fortuna, ni un destino escrito. Es el día a día, las pequeñas decisiones, la responsabilidad emocional y la disposición a cambiar. La psicoterapia no da respuestas, pero sí herramientas. No impone caminos, pero sí ilumina posibilidades. Y ahí, en esa claridad que se va construyendo sesión tras sesión, es donde empieza el verdadero bienestar.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
Psicoterapeuta Cédula Profesional 6775187
Doctorante en Salud Mental
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06/10/2025

Ser constante en psicoterapia: es el camino.

En más de 20 años acompañando procesos terapéuticos, he aprendido a reconocer tres tipos de pacientes:

Los que acuden una sola vez, como quien busca apagar un incendio con un vaso de agua.

Los que vienen de forma eventual, cada que el malestar les rebasa o cuando la vida los descoloca.

Y los que se comprometen con su proceso, que vienen cada semana o cada que acordamos, incluso cuando “no pasa nada”, porque entienden que ahí también se construye.

No se juzga a ninguno. Cada uno está en su momento, en su contexto, en su batalla interna. Pero si algo puedo afirmar, sin rodeos, es que la transformación real ocurre en quienes se mantienen constantes.

Los que vienen una sola vez a veces esperan una receta mágica, un atajo, un "dime qué hacer y ya". Lo respeto, pero no funciona así. El sufrimiento humano no se desactiva con una fórmula rápida ni con frases inspiradoras. A veces esa sesión única alcanza para sembrar una semilla. Pero para que florezca, hay que regarla con tiempo, silencio, preguntas incómodas y verdades reveladoras.

Los pacientes eventuales avanzan, retroceden, dudan. A veces vuelven justo cuando estábamos por tocar el punto clave. Otras veces no vuelven, y uno se queda con la sensación de que dejaron una herida sin cerrar. No es que no haya beneficio, pero es parcial, y muchas veces se quedan en el umbral del verdadero cambio.

Y luego están ellos… los que se quedan. Los que lloran, se enojan, retroceden, avanzan, pero siguen. Pacientes que se miran con honestidad, que un día entienden de dónde viene su angustia, que otro día aprenden a poner un límite, y más adelante se dan cuenta que pueden vivir sin cargar con culpas que no les pertenecen. Esos pacientes transforman su vida.

No porque yo tenga la respuesta. Sino porque ellos deciden caminar, aunque duela. Porque entienden que sanar no es eliminar el pasado, sino resignificarlo. Y que lo que se logra en terapia no es dejar de sentir, sino saber qué hacer con lo que uno siente.

La constancia en psicoterapia es como el ejercicio: si vas una sola vez al mes al gimnasio, no esperes que tu cuerpo cambie. Pero si te comprometes, si te disciplinas, si aguantas el cansancio y los días sin ganas… entonces sí, verás resultados. No inmediatos. No milagrosos. Pero reales. Y tuyos.

La psicoterapia no es un producto. Es un proceso. Y todo proceso necesita tiempo, coraje y compromiso.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
Psicoterapeuta Cédula Profesional 6775187
Doctorante en Salud Mental
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06/10/2025

La importancia de la Salud Mental

Cuando una persona no logra afrontar adecuadamente una situación estresante, su mundo interno comienza a mostrar señales. No siempre aparecen como un gran colapso, sino como pequeñas fisuras: una ansiedad que se cuela en la rutina, una irritabilidad que antes no estaba, una tristeza silenciosa que pesa más de lo habitual. A veces cuesta concentrarse, otras veces el sueño se vuelve esquivo. Surgen pensamientos repetitivos, que giran una y otra vez en la cabeza sin llegar a ninguna parte, y la inseguridad toma la voz principal en las decisiones más simples.

Estos síntomas no significan necesariamente que la persona esté “enferma”, pero sí hablan de un sistema psíquico que está siendo sobrepasado. Son como las alarmas del tablero de un coche: si las ignoramos, lo que hoy es un aviso, mañana puede convertirse en una avería. Por eso, cuando aparecen estos indicios, es momento de pausar, observar y atender. No para suprimirlos de inmediato, sino para entender qué nos quieren decir. Porque muchas veces, detrás de un síntoma hay una necesidad no escuchada, una emoción negada, o una parte de nosotros que está pidiendo auxilio.

Detectarlos a tiempo puede hacer la diferencia entre atravesar un mal momento o quedar atrapado en un trastorno estructurado como la ansiedad crónica, la depresión o el burnout. Escuchar al cuerpo, reconocer lo que se siente, y permitirse pedir ayuda, no es debilidad. Es, quizás, el acto más valiente y preventivo que podemos hacer por nuestra salud mental.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
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03/10/2025

Estrategias dentro de la psicoterapia

Receintemente estoy cursando un diplomado sobre atención psicológica a personas con adicciones. Una de las ponentes recomendó el libro La entrevista motivacional, de Miller y Rollnick, y me pareció interesante que dentro de sus propuestas para facilitar el cambio se plantea algo que coincide con lo que yo ya suelo aplicar en la práctica: por un lado, ofrecer una sugerencia clara al paciente, y por otro, preguntar qué obstáculos ve para ponerla en marcha.

En psicoterapia, después de que el paciente comparte su malestar, no basta solo con escuchar. Desde mi experiencia, hay dos pasos que resultan clave desde las primeras sesiones.

Primero, propongo una alternativa. Una estrategia, una idea, una línea de acción. No se trata de imponer ni de dar soluciones mágicas, pero tampoco de quedarme en silencio como si la dirección no importara.

Segundo, hago la pregunta que abre la verdadera conversación terapéutica: ¿Qué dificultad encuentra en lo que le acabo de proponer?”

Ahí es donde aparece lo importante: no si la estrategia es buena o mala, sino por qué resulta difícil llevarla a cabo. Muchas veces no es falta de voluntad, sino miedos, hábitos, culpas, creencias o simplemente contextos que no ayudan.

Esa pregunta permite ir al fondo. Entender por qué el cambio no se da, aunque haya intención. Y eso, al final, es lo que buscamos: no solo saber qué hacer, sino quitar lo que estorba para poder hacerlo.

Por eso la importancia de una formación y actualización constante en la profesión. No por acumular diplomas, sino porque el estudio, la actualización, la formación, permite mejorar lo que hago en sesión, afinar lo que propongo y entender mejor lo que el paciente necesita. Lo que aprendo lo llevo al consultorio. Porque ahí es donde se juega todo.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
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01/10/2025

¿Qué esperar de un proceso de psicoterapia?

Ir a terapia no es para que te den consejos. No es para que alguien te diga lo que tienes que hacer. Es para sentarte frente a alguien que no te juzga, que no te apura, que no te soba la espalda ni te aplaude por default. Es para dejar de esconder lo que ya no puedes cargar solo, y mirar de frente lo que siempre has evadido. Sin excusas. Sin máscaras. Sin rodeos.

Uno no va a terapia porque está loco, va porque se cansó de fingir que está bien.

Y lo que encuentra en el proceso no es magia, es presencia. Es una mente entrenada que no se asusta de tu historia, que no intenta salvarte ni cambiarte, pero que te acompaña sin miedo por los pasillos más oscuros de tu vida. A veces en silencio. A veces con una pregunta que incomoda. Pero siempre con una autenticidad que ya no encuentras fácil allá afuera.

Hay algo en la forma en que el terapeuta te mira, que te hace sentir que no estás solo. No te idealiza, no te regaña, no te receta frases motivacionales. Te escucha como nadie lo ha hecho. Se detiene en los detalles que tú ya no notas. Y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, te devuelve a ti.

No es su voz la que sana. Es tu propia voz cuando por fin te atreves a hablarla sin miedo.

Y no, no siempre se siente bonito. A veces te caes. A veces sales más confundido que cuando entraste. Pero si te quedas, si resistes la tentación de huir, empiezas a entender cosas. Empiezas a conectar puntos. Empiezas a darte cuenta que no eres tu trauma, ni tu síntoma, ni tu pasado. Eres quien decide qué hacer con todo eso.

Porque la terapia no es el lugar donde te transformas en alguien más. Es donde dejas de ser lo que no eres.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
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01/10/2025

Regular las emociones

Regular las emociones no significa dejar de sentir, sino aprender a dirigir la energía hacia lo que construye.

En la vida diaria, todos enfrentamos emociones que dificultan nuestro bienestar: la irritación, la inseguridad, el cansancio o la frustración. No son “malas” en sí mismas, pero cuando se instalan demasiado tiempo, terminan drenando nuestra energía, desgastando nuestras relaciones y bloqueando nuestras decisiones.

Del otro lado, existen emociones que ayudan: paciencia, empatía, gratitud, calma, optimismo. Éstas no eliminan el dolor ni los problemas, pero actúan como un amortiguador: nos permiten responder en vez de reaccionar, abrir posibilidades en lugar de cerrarnos.

La clave de la regulación emocional no es reprimir lo que sentimos, sino aprender a disminuir la intensidad de las emociones que nos enredan y aumentar las que nos impulsan.

Por ejemplo: ¿Irritación? Respira, pausa y reconoce qué te está mostrando. ¿Desánimo? No lo niegues, pero equilibra con pequeñas dosis de esperanza o interés. ¿Ansiedad? Bájale volumen con calma y confianza. ¿Estrés? Compénsalo con gratitud y humor.

La regulación no es un truco instantáneo: es un entrenamiento cotidiano. Igual que en el gimnasio, cuanto más practiques cultivar emociones que ayudan, más fuerte se vuelve tu mente para resistir y avanzar.

Al final, se trata de construir un mapa emocional: saber cuándo frenar y cuándo acelerar, cuándo bajar la intensidad y cuándo aumentarla. Ese arte de modular lo que sentimos es lo que convierte a las emociones en aliadas en lugar de enemigas.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
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29/09/2025

El trabajo como factor importante en la salud mental

Dentro de las materias del Doctorado en Salud Mental, en esta ocasión estamos analizando la importancia del trabajo en la salud mental. El enfoque es claro: el empleo no solo es una actividad económica, sino una experiencia humana que puede sanar... o desgastar.

El trabajo puede ser una fuente profunda de bienestar. Nos conecta con un propósito, nos da estructura, reconocimiento, vínculos y autonomía. Cuando se ejerce en condiciones dignas y humanas, fortalece la autoestima, da sentido a los días y se convierte en un pilar para la salud emocional.

Pero no siempre es así. La falta de empleo, la incertidumbre laboral o la pérdida del trabajo son heridas psíquicas que pueden dejar cicatrices profundas. El desempleo duplica el riesgo de sufrir depresión. No tener trabajo no solo afecta la cuenta bancaria, también afecta la identidad, la rutina y el valor que uno siente tener.

Y tener trabajo, pero en condiciones tóxicas, puede ser igual o más devastador: jornadas eternas, presión constante, jefes hostiles, tareas absurdas, cero reconocimiento y una cultura organizacional que valora más la obediencia que el bienestar. Eso también enferma.

Por eso en salud mental hablamos de riesgos psicosociales: todo lo que en el entorno laboral puede dañar la mente, desgastar el ánimo y hacer que el cuerpo resienta lo que el alma no puede expresar con palabras.

Detrás del estrés crónico, la ansiedad, el insomnio o el agotamiento emocional, muchas veces hay un trabajo mal organizado, con expectativas desproporcionadas, comunicación deficiente y falta de empatía. Y claro, también hay sueños rotos, metas inalcanzables y familias que esperan tiempo de calidad que nunca llega.

La salud mental laboral no es un lujo, es una necesidad. Cuidarla implica rediseñar el trabajo desde una perspectiva humana, realista y compasiva. Una organización que cuida a su gente no solo es más productiva: es más ética, más sostenible, más sana.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
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18/09/2025

Comportamientos activos

Hay una diferencia profunda entre estar vivo y sentirse vivo.
Y esa diferencia, creo, se juega en el tipo de comportamiento que cultivamos cada día.

Últimamente he estado observando —en mí, en mis pacientes, en la vida misma— cómo el cerebro parece responder con más fuerza, salud y sentido cuando nos involucramos activamente con el mundo. Cuando hacemos algo. Cuando transformamos algo, aunque sea mínimo.

Los comportamientos activos no siempre son espectaculares. A veces se trata de quitar la hierba del jardín. De lavar el coche. De escribir un párrafo. De salir a caminar. De cocinar algo con cariño. De sostener una conversación honesta. De mirar a los ojos a quien amamos. De construir una escultura con las manos o con el alma.

Cada uno de esos actos, aunque parezcan simples, representa una intervención sobre el contexto. Una manera de decir: "estoy presente". Y el cerebro lo nota. Lo celebra. Libera dopamina, endorfinas, conexiones. Nos da señales de bienestar, de propósito, de pertenencia.

En cambio, los comportamientos pasivos —quedarse acostado por inercia, desplazarse infinitamente por redes sin pensar, dejar que la mente rume sin dirección, posponer todo, flotar en la nada— no sólo detienen el cuerpo. También entumecen el alma. Al principio parecen descanso, pero si se prolongan, se convierten en un espejismo que agota más de lo que repara.

Y no, no se trata de caer en el mito de la productividad constante. No se trata de estar “haciendo” todo el tiempo. Se trata de no rendirle el día al vacío. De que el descanso sea intencional, y no una forma de escape. De que lo pasivo no se convierta en nuestra forma de vida por default.

La mente necesita pausas, sí. Pero también necesita movimiento.
El alma necesita contemplación, pero también creación.
El cuerpo necesita descanso, pero también dirección.

La clave está en el equilibrio.
Pero si hay que inclinar la balanza…
que sea hacia lo que transforma.

Porque cuando transformas algo afuera, aunque sea una taza sucia, algo se reorganiza por dentro.
Cuando cambias tu entorno, aunque sea barriendo una banqueta, algo se ilumina en la corteza prefrontal.
Cuando decides actuar, aunque sea con torpeza, el cerebro te premia: "Bien hecho, estás vivo."

Y tú… hoy, qué vas a transformar?
Aunque sea un milímetro del mundo.
Aunque sea una idea en tu interior.

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Carlos Arturo Moreno De la Rosa
Psicólogo egresado de la UANL
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15/09/2025

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