28/09/2024
💙 𝗠𝗲 𝗵𝗮𝗴𝗼 𝗮 𝘂𝗻 𝗹𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗽𝗲𝗿𝗺𝗶𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗗𝗶𝗼𝘀 𝗵𝗮𝗴𝗮 𝘀𝘂 𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗼
Suelta las riendas y déjalas a Dios. Menudo reto puso en mi camino el programa de Nar-Anon, este lema lo veía lejano para mí, era incluso confuso desde todo punto de vista.
Para una mamá controladora por naturaleza eso no era concebible, ¿Cómo? Si mis hijos estudian allí, toman clase de inglés allá, practican natación en tal o cual lugar, toman la clase de música en la academia. Yo tenía bajo control cada minuto de la vida de ellos y con la mejor excusa de buscar su bienestar, que era real, pero en realidad enmascaraba mi miedo de que les quedara tiempo libre para el ocio y se me fueran del buen camino, que era el que yo trazaba, para otro camino, que yo no controlaba.
Y en efecto, con todo y la variedad de actividades que les tenia, la adicción se coló en medio de ellas. Yo pensaba que el trabajo de Dios era mantenerlos con vida, renovar cada día el soplo de aliento que los hacía abrir los ojos y despertar, de ahí en adelante todo lo otro era mi responsabilidad como mamá. Estaba muy equivocada, pero no lo sabía, aquí me lo enseñaron.
Mi primer gran error era creer que yo debía hacer el trabajo de Dios, tal era mi soberbia cubierta de amor, que llegué a creer que yo trazaba el destino de ellos, que les iría bien en la vida, si hacían todo tal cual indicaba mamá.
Pensaba que de esa forma no se equivocarían y grave error: MIS HIJOS NECESITABAN EQUIVOCARSE, FRACASAR, PERDER, para aprender a VALORAR, PERSEVERAR, SOÑAR Y AVANZAR, desde la experiencia propia.
La urna de cristal se rompió cuando toqué fondo en NAR-ANON y mi visión del amor por mis hijos cambió del amor excesivo en protección y propiciación al amor responsable y edificante, respetuoso de sus errores y compasivo para caminar a su lado permitiéndoles vivir su vida, recordándoles lo valiosos que son.
Dios me enseñó a no subestimarlos, a creer que DIOS si de verdad controla y lo hace por un propósito más grande que el mío y con unas herramientas cargadas de principios espirituales que edifican la vida de ellos y la mía.
En el Segundo Paso, reconocí a Dios, presente en los momentos más difíciles de mi existencia y de la de mis hijos, en el Tercer Paso le creí a Dios y lo dejé obrar en todos nosotros, me hice a un lado, para observar su maravillosa obra, aunque a veces no entendía muy bien su accionar, siempre veo y siento su inmenso amor y bondad.
En los pasos siguientes me repito frecuentemente: A TU MANERA DIOS, NO A LA MIA. Y me dispongo a que su voluntad se cumpla en el tiempo suyo y no en el afán mío.
🩵 𝙋𝘼𝙍𝘼 𝙍𝙀𝙁𝙇𝙀𝙓𝙄𝙊𝙉𝘼𝙍 ✍🏻
1. ¿Conozco o reconozco a Dios obrando en mi vida, como para dejarlo hacer su parte?
2. ¿Qué es lo que más me cuesta de soltar?