10/11/2025
https://www.facebook.com/share/p/1KV59E1Aiq/?mibextid=wwXIfr
🧠 Informe Psicoanalítico Freudiano sobre la Criatura de Victor Frankenstein
I. Datos generales
Personaje analizado: La criatura creada por Victor Frankenstein
Obra: Frankenstein o el moderno Prometeo
Autora: Mary Shelley (1818)
Corriente teórica: Psicoanálisis clásico (Sigmund Freud)
Tema: El origen del sufrimiento psíquico, la represión, el conflicto pulsional y la constitución del yo en ausencia del deseo del Otro.
II. Hipótesis Psicoanalítica
Desde la teoría freudiana, la criatura de Frankenstein representa el resultado simbólico del retorno de lo reprimido y la escisión del sujeto que surge cuando el deseo inconsciente no encuentra reconocimiento.
El monstruo encarna los impulsos instintivos (el Ello) rechazados por su creador y por la sociedad, viviendo un conflicto constante entre la pulsión de vida (Eros) —su deseo de amor y pertenencia— y la pulsión de muerte (Thanatos) —su tendencia destructiva producto del rechazo y la frustración afectiva.
III. Análisis del caso
1. Origen traumático: el nacimiento sin deseo
Freud plantea que la identidad del sujeto comienza con el deseo parental: el niño nace ya inscrito en el deseo del Otro, lo que le permite constituir su yo.
La criatura de Frankenstein nace fuera de todo deseo humano, producto de la razón y no del amor.
Esta falta de deseo originario genera una herida narcisista primaria, pues no hay una mirada amorosa que lo reconozca como sujeto.
En términos clínicos, el monstruo experimenta una orfandad simbólica, lo que impide el desarrollo de un yo estable y lo sume en una constante búsqueda de identidad.
“No había nadie que me amara, ni nadie que reclamara mi existencia.”
(Shelley, 1818)
Este enunciado expresa su condición de sujeto no deseado, lo que en Freud se relaciona con el complejo del abandono y la formación de un yo debilitado por la falta de investidura libidinal primaria.
2. El conflicto pulsional: Eros vs. Thanatos
La criatura es el escenario donde se enfrentan las dos grandes fuerzas descritas por Freud: Eros (vida, amor, unión) y Thanatos (muerte, destrucción, desintegración).
Eros: Se manifiesta en su deseo genuino de amar y ser amado, su intento por aprender el lenguaje, comprender a los humanos y formar un vínculo afectivo.
El monstruo busca desesperadamente el contacto con el Otro, lo que evidencia su necesidad de ligadura libidinal.
Thanatos: Tras ser rechazado reiteradamente, la pulsión amorosa se invierte en agresión. El dolor psíquico se transforma en venganza.
En términos freudianos, el impulso de destrucción se dirige hacia afuera como defensa ante la autoagresión.
La criatura comienza entonces a actuar movida por una identificación con el agresor, repitiendo el mismo rechazo que sufrió.
"Si no puedo inspirar amor, causaré miedo.”
(Shelley, 1818)
Esta frase revela la inversión pulsional: el amor frustrado se transforma en odio como mecanismo defensivo ante la herida narcisista.
3. El retorno de lo reprimido y la proyección del Ello
Desde la teoría freudiana, el monstruo puede entenderse como el retorno material de lo reprimido de Victor Frankenstein.
Todo lo que el creador rechaza en sí mismo —sus deseos de poder, su ambición, su culpa, su agresividad— vuelve bajo la forma del ser monstruoso.
En términos metapsicológicos, la criatura es la proyección del Ello del científico: pura pulsión, sin mediación del superyó ni regulación del yo.
Sin embargo, el monstruo también desarrolla su propio conflicto interno: su Ello (deseo de gratificación inmediata) choca con su superyó emergente (conciencia moral adquirida tras observar a los humanos).
Esta tensión genera angustia neurótica, manifestada en sus reflexiones sobre el bien, el mal y la culpa.
“Yo era bueno; la desgracia me hizo malvado.”
(Shelley, 1818)
Aquí se expresa el paso de la inocencia pulsional al conflicto moral, que Freud describe como el origen de la culpa inconsciente.
4. Narcisismo herido y búsqueda del amor
La criatura atraviesa una etapa de narcisismo primario, en la cual intenta amarse a sí misma a través de la mirada del Otro.
Pero al ser rechazada, ese narcisismo se fractura. Freud diría que el sujeto, al no poder ser amado, vuelve la libido hacia sí mismo y la transforma en hostilidad hacia el mundo.
Este proceso puede entenderse como una regresión narcisista, típica de los cuadros melancólicos o paranoides.
La necesidad de crear una compañera (“una Eva para su soledad”) refleja el intento de reparar su narcisismo herido mediante una nueva investidura libidinal.
Cuando Frankenstein niega esa posibilidad, el monstruo rompe con el principio de realidad y se entrega a la pulsión de muerte.
5. La culpa y el castigo
Aunque el monstruo comete actos violentos, experimenta una culpa inconsciente similar a la descrita por Freud en El yo y el ello (1923).
No busca solo venganza, sino también castigo.
Cada as*****to funciona como una expresión desplazada de su deseo de morir, de eliminar el dolor de existir sin amor.
Así, la pulsión de muerte no solo destruye a los otros, sino que se dirige también contra sí mismo.
Su final —la autodestrucción— puede interpretarse como el cierre del circuito pulsional: la vuelta de la energía libidinal hacia la nada, hacia el reposo absoluto de Thanatos.
IV. Conclusión
Desde el psicoanálisis freudiano, la criatura de Frankenstein encarna el drama esencial del inconsciente humano: el deseo de ser amado frente a la imposibilidad de obtenerlo.
Su existencia está marcada por:
Una orfandad simbólica (nace sin deseo parental).
Un yo frágil, incapaz de mediar entre las pulsiones del Ello y las exigencias del mundo externo.
Un conflicto constante entre Eros y Thanatos, entre el amor y la destrucción.
Una culpa inconsciente que lo conduce a su propia aniquilación.
El monstruo no es, por tanto, un ser malvado en sí, sino un sujeto trágico dominado por las fuerzas inconscientes que Freud reconocería en todo ser humano: la tensión eterna entre la vida y la muerte, el deseo y la represión.
V. Referencias bibliográficas
Freud, S. (1915). Pulsiones y destinos de pulsión.
Freud, S. (1917). Duelo y melancolía.
Freud, S. (1920). Más allá del principio del placer.
Freud, S. (1923). El yo y el ello.
Shelley, M. (1818). Frankenstein o el moderno Prometeo.