
18/04/2024
Elogio al desorden
Sólo los burócratas de mentalidad pequeña tienen su escritorio ordenado porque erróneamente consideran que el orden es sinónimo de limpieza y eficacia.
Quien trabaja, genera ideas, asume decisiones de implicaciones colectivas o escribe libros y artículos; quien busca soluciones creativas a problemáticas añejas, suele tener su escritorio desordenado. Eso lo sabemos quienes SÍ trabajamos. Mis etapas más productivas como investigadora son, justo, las más desordenadas. “No toquen nada”, suelo decir a quienes me quieren “ayudar” poniendo orden a mi desorden.
En su libro “Elogio del desorden”, el catedrático de la Universidad de Columbia Eric Abrahamson, y el periodista David H. Freedman, demuestran que la gente por lo general se siente culpable o avergonzada por su desorden y siempre busca justificarlo; en una encuesta por ellos realizada, demuestran que el 60% de las personas piensan lo peor de la gente desordenada. Esos son puros prejuicios.
Cuando al psicólogo suizo Jean Piaget le preguntaron por el desorden imperante en su escritorio y biblioteca, respondió: “Bergson señaló que no existe tal cosa como el desorden, sino dos tipos de orden, geométrico y vital. El mío es claramente vital”.
Albert Einstein, premio Nobel de Física, en su momento declaró: "Si un escritorio abarrotado es síntoma de una mente abarrotada, ¿de qué es síntoma, entonces, un escritorio vacío?”
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El desorden implica libertad y casi siempre es acompañado de creatividad. Los mayores logros de la humanidad han requerido de esos tres elementos: desorden, libertad y creatividad.
Además, no olviden que la neurosis va de la mano de la búsqueda obsesiva por imponer orden en todo.
Recuerdo estas palabras de Diderot, uno de los grandes filósofos de la Ilustración: “Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control.”
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Un escritorio desordenado es sinónimo de gente que trabaja. En lo personal, los escritorios vacíos de la alta burocracia a mí siempre me han generado profunda desconfianza. Los exhiben en lo que son.
En la imagen, el escritorio de Jean Piaget.