30/04/2025
Carta a mi yo de niño:
Hola, pequeño Eliab.
Te escribo desde un tiempo que no puedes imaginar, con más canas, menos pelo, más cicatrices, algunas areas de mi piel sin pigmento… y también más razones para sonreír. Sé que tienes muchas preguntas, muchas dudas que no sabes cómo nombrar aún. Déjame decirte algo: no necesitas tener todas las respuestas hoy. Solo necesitas seguir caminando.
Tú que sueñas con ser héroe —y lo eres, aunque aún no lo sepas—, no porque tengas fuerza propia, sino porque Dios ha decidido usarte. Él te dará manos para sanar, palabras para consolar, y un corazón que escucha. Un día salvarás vidas, no con capa, sino con fe y con la guía de Aquel que siempre estuvo contigo, incluso cuando no lo sentías. Todo lo bueno que logres, será por Él y para Él.
Sé que a veces te sientes fuera de lugar, como si fueras un pedacito de otro rompecabezas. Que las burlas en la escuela, las palabras duras de otros niños, han hecho que dudes de tu valor. No te lo merecías. Pero sobreviviste. Y un día descubrirás que no eras débil, sino valiente. Que tu sensibilidad no era un defecto, sino una fuerza en formación. No necesitas esconder quién eres para ser aceptado: serás amado, tal cual eres, por quienes realmente importan.
Mira con más atención a papá y a mamá. No siempre entiendes sus silencios, ni comprendes sus formas, pero hay amor en todo lo que hacen. Amor torpe a veces, sí… como el de todos. Pero constante. Te cuidan, te enseñan, te empujan con la esperanza de que un día vueles alto. Y lo harás. Algún día les vas a agradecer hasta las cosas que hoy no entiendes. Pasa más tiempo con Nona, lo vas a añorar en el futuro.
También cometerás errores, muchos de los que me gustaría evitarte. Algunos nacen del miedo, otros del orgullo y muchos otros solo por cabezón. Herirás sin querer, fallarás aunque te esfuerces. Pero escucha esto: no eres tus errores. Cada uno de ellos te enseñará algo valioso, y te darán la oportunidad de volver a empezar, más sabio y más humano. No te castigues tanto. Dios te levanta incluso cuando tú no sabes cómo orar.
Te vas a enamorar —una y otra vez— de la misma mujer. Y aunque habrá momentos difíciles, aprenderás que amar es decidir quedarse. Y sí, tendrás hijos maravillosos. Caro y Rodri. Sí, ese nombre raro que te parece divertido ahora será el de tu hijo, y lo vas a decir con orgullo.
No dejes de hacer preguntas. No dejes de reírte fuerte. No dejes de hablar con Dios como lo haces ahora, aunque a veces creas que no te escucha. Te escucha. Siempre lo hizo.
Ah, y una última cosa: abraza más. A mamá, a papá, a tus abuelos. El tiempo pasa más rápido de lo que imaginas, y algunos abrazos solo viven en la memoria.
Sigue siendo tú. Con todo lo que eso significa.
Con amor,
Tu yo de 40 años
Que aún sueña… pero ahora también construye.