13/04/2022
RELATOS DE MUJERES ADICTAS ALA METANFETAMINA
“Cambiaba s**o por cristal, o por dónde dormir”: testimonios de adictas a la metanfetamina
Inicié en la metanfetamina porque quise. De tanto escuchar que estaba muy chingón el efecto me dio curiosidad. Mi papá es adicto al cristal y creo que me lo heredó, por eso me gusta tanto. Desde que fumé, me di cuenta que encontré la sustancia que me hacía falta. En los 10 años que tengo de adicción sólo dejé de fumar cuando me embaracé. Apenas mi hijo cumplió un año, volví a engancharme”.
Es este, y son otros relatos escalofriantes de mujeres adictas a la metanfetamina en Baja California, una entidad en donde se vive y se muere en los extremos. El autor ha ido en busca de los testimonios. Leerán tocas tan crudas como esta: “Les cambiaba s**o por cristal o por tener dónde dormir, porque cuando mis padres ven que estoy drogada, me cierran las puertas”.
Ciudad de México, 13 de octubre (Vice/SinEmbargo).– En los centros de rehabilitación de las dr**as el deterioro y la recuperación se mide en kilos. “Llegué muy fondeada (destruida), pero ya gané más peso”, cuentan algunas mujeres usuarias de metanfetamina como signo de progreso contra su adicción.
La frontera bajacaliforniana lidera el consumo de metanfetamina en México. Para conocer los efectos devastadores de esta sustancia que se trafica por Baja California y que ahora también se produce ahí a gran escala, visité uno de los tantos centros de rehabilitación que desde la década de los 90 comenzaron a poblar la entidad. El objetivo: conocer cómo algunas mujeres se han enganchado y cómo es su lucha “física, mental y espiritual”, como ellas refieren, para vencer a la letal droga sintética.
rosa 28 años
Me enganchó en el cristal (metanfetamina) el que era mi esposo. Apenas tenía 17 años y él acababa de cumplir la mayoría de edad. Todas las noches se ponía loco: deliraba, se jalaba el cabello y miraba a través de la ventana del baño, donde fumaba para que el humo no lo respirara nuestro bebé de un mes. Se quedaba viendo por la ventanita de arriba del escusado esperando que de la oscuridad apareciera alguien. Así era todas las noches que fumaba solo, aunque él prefería que lo visitaran para tener con quien drogarse y platicar. Cuando no tenía compañía, se molestaba y me despertaba para que yo también fumara. Como le decía que no, me golpeaba.
“Ya no quiero que me siga pegando”, pensé una noche. Ya me había provocado un ab**to de un chingazo en el estómago, por eso acepté fumar una noche. Sentí un poco de susto pero me gustó que se me quitara el sueño y el cansancio de siempre estar cuidando al bebé. Nos comenzamos a llevar mejor porque nos quedábamos despiertos toda la madrugada fumando y platicando de cualquier cosa, lo malo fue que ya no le ponía mucha atención a mi hija por pasármela todo el día en el baño.
Este es mi segundo anexo. Me trajeron en la voladora. Una noche que ya no encontraba la puerta de salida, enfadada de prostituirme por una dosis o por no tener donde dormir, me arranqué a casa de mi mamá. Caminé una hora de madrugada y llegué cuando se estaba yendo a trabajar. Abrió la puerta y me vio toda mugrosa, sin comer ni dormir por varios días, sólo alimentada con agua de la llave. Me abrazó y me dijo: “Métete a dormir, faltaré a trabajar y te cocinaré el desayuno”. Pero por dentro yo pensaba: “Va a valer v***a este pedo”. Siempre que iba a su casa sólo me bañaba, comía y me largaba porque si me quedaba dormida corría el riesgo de que le hablara a los del centro [de rehabilitación]. Dicho y hecho: me quedé dormida y como a las tres horas abrí los ojos y vi a cuatro cazafantasmas (llamados así porque visten de blanco y manejan una camioneta del centro de rehabilitación del mismo color) junto a la cama mirándome: “Ya sé quiénes son”, les dije, “me levantaré sola, no me toquen”. Me puse de pie, caminé a la salida y le pedí a mi mamá los ci****os que me había comprado. “Todo saldrá bien hija”, fue lo único que escuché.
KARINA, 29 AÑOS
Durante mi último embarazo me vi muy mal porque nunca dejé de fumar cristal. Llegué tan loca (drogada) al parto que la anestesia no me agarró. Pude sentir cuando me abrían y me sacaban al niño. Estuvo muy malo los primeros años porque prácticamente también se había hecho adicto estando dentro de mí. Gracias a Dios ya está en primero de primaria y está al cien.
La familia del que era mi esposo consume y vende cristal. Ellos lo engancharon a él, y él a mí. De ser un ama de casa limpia, pasé a tener un desmadre. Fumábamos con lanchas de papel aluminio y las dejábamos tiradas en el piso o donde fuera. Poco a poco empezamos a tener un cagadero y en un año la casa se había vuelto un yongo. Iba mi suegra y veía todo ese desmadre y yo como si nada, viendo todo normal, de eso me doy cuenta ahora que no tengo la cabeza tan distorsionada. Después de dos años de drogarnos, la familia nos internó en un centro de rehabilitación. Cinco meses después salimos y duramos unos meses limpios hasta que yo volví a fumar pero él ya no. Como andaba con la adicción muy fuerte, me fui de la casa a vivir a la calle y dejé a los niños bajo su cargo. Con los años él, mis hijos y mi prima se juntaron y se fueron a vivir a California. Ninguno se droga.
Hace dos meses mi amiga Laura, que había estado internada, murió en una parcela. Siete meses estuvo aquí hasta que sintió que podía volver a la calle sin engancharse de nuevo. Se fue gorda y recuperada, pesando 100 kilos. Supe que no aguantó ni dos semanas limpia de cristal y como vivía en la calle y no tomaba agua ni se alimentaba, se murió. Cuando la encontraron, los animales del desierto ya se la habían comenzado a comer. Dejó tres hijas menores de edad.
Al llegar aquí, hace cuatro meses, pesaba 45 kilos y ahora 80.Si yo saliera en este momento no creo que me drogaría, pero mejor no hago la prueba. Tengo ocho años en la adicción y mi familia tiene muchos planes para mí.
NOSOTROS PODEMOS AYUDARTE LLAMANOS