16/08/2025
Cuando el Masculino Sostiene”
Durante años creí que recibir era un acto peligroso.
No lo aprendí en un solo momento, sino capa tras capa,
como lo hace una cultura que se filtra más en el cuerpo que en las palabras.
Crecí viendo mujeres resolver, cargar, adelantarse a la vida.
El sostén venía siempre de ellas, de nosotras.
Sostenerlo todo era una forma de sobrevivir.
Y lo masculino… era otra cosa.
A veces ausente, otras veces dominante, pero pocas veces disponible para sostener sin exigir algo a cambio.
Así que me volví autosuficiente, resolutiva, fuerte.
No por virtud, sino por necesidad.
Y sin darme cuenta, confundí el estar de pie con el estar sola.
Pero con el tiempo —y no de forma espectacular, sino silenciosa—
empecé a encontrarme con algo distinto.
Presencias masculinas que no llegaban a dirigir, corregir o invadir,
sino simplemente a estar.
No sabría describirlo del todo.
Era una forma de sostén que no se explicaba, se sentía.
Un tipo de firmeza que no aplastaba,
una capacidad de contención que no preguntaba para qué ni hasta cuándo.
Y entonces, algo empezó a cambiar en mí.
No como mujer en relación con un hombre,
sino como ser humano que lleva en el cuerpo una memoria femenina larga, tensa, fatigada.
Empecé a soltar la urgencia de controlar cada paso.
Mis decisiones se volvieron más nítidas.
Mi creatividad, más libre.
Y lo más sorprendente: mi cuerpo empezó a descansar sin culpa.
Comprendí, desde un lugar profundo, que el desarrollo de lo femenino necesita sostén.
Y que ese sostén no tiene por qué ser opresión.
Puede venir del masculino sano, cuando este no necesita conquistar para existir.
No es una historia de amor.
Es una historia de humanidad.
De lo que ocurre cuando las polaridades no se hieren, sino que se acompañan.
Cuando el masculino sostiene sin dominar,
la mujer no se vuelve menos…
se vuelve más.
Elsa Farrus