23/09/2025
Como mamá, como psicóloga, como mexicana y como humana, me tiene en shock la noticia de ayer donde un joven estudiante asesinó a un compañero dentro del CCH Sur para después arrojarse de un edificio.
Esto conmociona porque es “la punta del iceberg de una sociedad en picada”. Pero esta frase es un lugar común, y deja en las sombras muchas cuestiones importantes que no se deben seguir minimizando.
A pesar de que aún no existe una declaración o un comunicado oficial sobre los motivantes del joven agresor, si podemos considerar varias cosas:
1.- Es un joven, legalmente adulto, pero todavía en los bordes de la juventud, atrapado entre la búsqueda de identidad y la necesidad de ser visto.
2.- Horas antes de cometer el crimen, abre una cuenta en redes sociales. Allí, expone su ropa, sus armas, sus objetos como si fueran insignias de guerra. No lo hace solo para los demás: lo hace para convencerse a sí mismo de que su decisión es firme, de que lo que está por hacer tiene sentido.
3.- Su línea antes de cometer el crimen: “Escoria como yo, tiene la misión de recoger la basura”. Revela una autoimagen deteriorada, cargada de desprecio hacia sí mismo. Puede interpretarse como una mezcla de culpa, vergüenza y odio dirigido tanto hacia él mismo como hacia otros. Cree que tiene una “misión de vida” (“recoger la basura”), que lo hace creer en la violencia como discurso de purificación o justicia moral.
Transforma el crimen en un acto “heroico” o “redentor”, lo cual es una distorsión cognitiva grave: convierte la agresión en virtud.
4.- Su yo se ha deteriorado tanto que se fusiona con una misión destructiva y se ve a si mismo como un ente casi divino que, quiere representar a la muerte misma.
El rostro cubierto refuerza la idea de anonimato, poder y teatralidad: es un acto dirigido a una audiencia, no solo un impulso privado.
5.- En su mente, su víctima ya no es un compañero: es la representación de algo que merece ser castigado. Esa deshumanización le permite sostener la idea de que su acto no es un crimen, sino una misión que le da sentido a su vida, que le permite alejarse del sentimiento de ser “indigno”. Se coloca a sí mismo en el lugar del héroe que imparte justicia, aunque esa justicia sea una construcción distorsionada y peligrosa.
Desde la psicología, podemos entender esta conducta como el resultado de pensamientos rígidos y distorsionados que alimentan emociones intensas, sobre todo ira y resentimiento. En vez de detenerse a cuestionar esas ideas o buscar otras formas de manejar lo que sentía, se aferró a ellas como únicas y verdaderas. La publicación en redes fue parte de ese ritual: una manera de validarse, de dar testimonio de su “verdad” y de reforzar su narrativa interna.
Estas líneas no buscan justificarlo, sino entender qué sucedía dentro de su alma, su mente, su vida. Cuando la necesidad de validación, la incapacidad de regular las emociones y la fusión con pensamientos destructivos se combinan, el resultado puede ser devastador. Como sociedad, el reto es escuchar antes de que el silencio se vuelva violencia, dar espacios para nombrar la rabia sin actuarla, y ofrecer caminos donde la identidad y la pertenencia no dependan del daño, sino de la vida compartida.
Lo ocurrido nos recuerda que los actos violentos no aparecen de la nada: se gestan en pensamientos distorsionados, emociones no reguladas y contextos que refuerzan la búsqueda de notoriedad a través del daño. Desde la Terapia Cognitivo Conductual y la Terapia Narrativa Centrada en Soluciones, la enseñanza es clara:
Reestructurar cogniciones antes de que se vuelvan creencias rígidas y peligrosas.
Desarrollar flexibilidad psicológica y habilidades de regulación emocional.
Construir entornos educativos y comunitarios que detecten y atiendan señales tempranas.
Y por supuesto, como madres y padres espectadores, surge el miedo y la interrogante “¿Cómo cuidamos a nuestras hijas e hijos en un mundo donde existen personas con este tipo de conductas violentas? Desde la psicología cognitivo-conductual (TCC) y las Terapia Narrativa Centrada en Soluciones, te comparto claves prácticas para la educación preventiva:
1. Fomentar la inteligencia emocional
Enseñar a tus hijos e hijas a nombrar sus emociones (enojo, miedo, incomodidad).
Practicar formas saludables de regularlas: respirar, pedir ayuda, tomar distancia.
Validar sus emociones (“entiendo que tengas miedo”, “es válido enojarse”), pero marcar límites sobre cómo expresarlas.
2. Desarrollar pensamiento crítico
Hablar con ellos y ellas sobre pensamientos absolutistas: “nadie me entiende”, “todos están contra mí”, “la violencia es la solución”. Preguntar: ¿Eso es siempre cierto?, ¿qué otra forma hay de verlo?
Esto les da herramientas para detectar cuando alguien intenta arrastrarlos a una narrativa de odio o venganza.
3. Claridad en valores y comunidad
Reforzar valores como respeto, cuidado mutuo, solidaridad.
Hacerles ver que las acciones heroicas de verdad son las que protegen la vida, no las que la destruyen.
Involucrarlos en actividades de grupo positivas (deporte, arte, voluntariado) para construir identidad en entornos saludables.
4. Detectar señales de riesgo en otros
Enseñar a tus hijos e hijas a reconocer conductas que pueden ser alarmas:
-Compañeros que hablan con obsesión de armas, venganza o muerte.
-Personas que publican amenazas, fotos de violencia o expresan ideas extremas.
-Cambios bruscos en el comportamiento: aislamiento, agresividad, fascinación por la violencia.
-Y lo más importante: enseñarles que no es chisme ni exageración pedir ayuda, sino un acto de cuidado colectivo.
5. Estrategias de autoprotección
Que sepan a quién acudir en la escuela (maestros de confianza, psicóloga escolar, autoridades).
Establecer una red de adultos seguros (familiares, vecinos, amistades).
Enseñar que alejarse de alguien que les incomoda es válido; no tienen que ser amables si sienten peligro.
6. Modelo desde casa
Los hijos aprenden más de lo que observan que de lo que se les dice, por ello trata de:
-Resolver conflictos en casa sin violencia.
-Mostrar cómo se manejan la frustración y el enojo de manera saludable.
-Hablar de noticias como esta con calma, ofreciendo un marco de reflexión y no de miedo paralizante.
⚠️⚠️⚠️Educar para que nuestros hijos e hijas desarrollen la capacidad de detectar señales, pedir ayuda, confiar en su intuición y sostener valores de cuidado y vida, los protege, y también ayuda a prevenir que alguien cercano derive en violencia sin ser visto.⚠️⚠️