29/07/2025
No es falta de carácter. Es la herida de haber aprendido que hablar era peligroso.
Desde pequeña, Cecilia aprendió que no debía contradecir a su mamá. Si hablaba de más, su madre le pegaba, le gritaba y dejaba de hablar por días. Así fue creciendo: callando, cediendo, adaptándose para no perder el cariño.
Hoy Cecilia es madre. Tiene una hija de 6 años que grita, decide lo que quiere comer, cuándo dormir, y le dice “no me da la gana”. Cecilia no sabe cómo responder. No quiere gritar. Pero tampoco sabe cómo decir que no sin sentirse una mala madre.
Cada vez que su hija cruza un límite… Cecilia retrocede. Y vuelve a callar.
EJEMPLO + EJERCICIO PRÁCTICO
🔸 Lo que pasa:
Tu hija exige con rabia. Tú, por miedo a romper el vínculo, cedes sin poner el límite.
🔸 Lo que puedes hacer:
1. Ponle nombre a lo que te pasa: “Me cuesta decir que no”.
2. Di: “Te quiero, pero no está bien lo que hiciste”.
3. Sostén el límite con calma. El amor no se rompe por poner reglas claras:
“Sé que estás molesta, pero no puedes gritarme. Podemos hablar cuando estés más tranquila.”
Y no accedas a lo que está pidiendo hasta que lo pueda expresar de buena forma.
CONSEJO FINAL:
Lo que hoy vives no es debilidad: es el eco de haber aprendido que hablar traía consecuencias.
Pero tu hija necesita una madre que sepa decir no sin romperse por dentro.
Poner límites es decir con respeto: “Esto no lo permito”, sin miedo a dejar de ser querida.
Ese tipo de voz es la que esperabas de niña, pero nunca llegó.
Hoy puedes convertirte en esa figura firme y amorosa, tanto para tu hija… como para la niña que fuiste.
Si sigues callando para evitar el conflicto, tu hija crecerá creyendo que puede amar y dominar al mismo tiempo.
Y tú seguirás siendo la mujer que cede para no incomodar, aunque por dentro se quede vacía.
El silencio de antes se repara con firmeza hoy.
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