19/08/2023
Disfruta la lluvia. Donde estés.
¿Por qué será que en estos días, la tristeza se siente más cerquita?
Supongo que es porque la lluvia nos obliga a parar.
Mientras nos colocamos a salvo en un techito a que sirve de refugio improvisado, no hay mucho en dónde poner la mirada. La lluvia hace que hasta se vea borroso. Uno va corriendo y se detiene, y entonces empieza a mirarse para adentro, nos encontramos con nosotros mismos.
Quizá ahí es dónde nos cae de golpe. Y vemos que no todo era tristeza. La nostalgia es como su prima, y nos saluda desde la lejanía con los recuerdos, pero también con los reclamos de lo que pudo ser y no fue.
A mi me gusta la lluvia. De niña se me figuraba, que viene y limpia las nubes y las deja suavecitas para volver a flotar. Recuerdo vivamente las ganas de que lloviera para salir corriendo al aguacero y mojar los zapatos que tanto había que cuidar, llegar hecha una sopa sabiendo que esperaba el grito de mi madre que era el peaje inevitable por jugar en el agua con la sentencia firme, de un ¡Te vas a enfermar!
Lo que seguía era una especie de premio; un baño caliente con un chocolatito con leche hirviendo para calentarte el pecho y no dejar entrar ningún mal.
¿Cómo no amarlo?
Ya de adulta la lluvia se me convirtió en inundación, horas en el tráfico y agua de charco. Sortear las horas de lluvia desde el metro apretado, o en el vaporcito del camión, no fue lo mismo. Mojar los zapatos "buenos" no fue lo mismo cuando los empecé a pagar yo. Me daba coraje que los carros pasaran a mi lado lanzando para su divertimento, el agua de la calle que más de una vez me cayó en la cara. Esquivarlo se convirtió en deporte extremo.
Hasta que un día, como quien quiere la suerte, las ganas de revivir el gusto me alcanzaron y empecé a jugar con las gotas de agua de los vidrios. Recordé con añoranza la simpleza que era "aceptar las cosas como vengan". Así sean tardes lluviosas.
¿Cuándo nos empezamos a enojar con el azar?
¿En qué momento dejamos de recibir las tardes como vinieran y de todas formas salir a jugar?
Querer controlar el augurio es una trampa que lleva segurito a la locura. Andarse peleando con las fuerzas del mundo y esperando que nos de gusto a cada uno no puede más que acabar mal.
Disfruta la lluvia dónde estés.
Agradece su canto, y el riego de las flores.
Cuida tus zapatos buenos.