
26/06/2025
Reflexión sobre los caminos compartidos y los aprendizajes del soltar
En mi andar por la vida, he tenido la dicha y el reto de caminar junto a muchas almas. Algunas llegaron con fuerza, con promesas, con palabras encendidas de amor, compromiso y visión. Compartimos cantos, rezos, medicina, silencios. Soñamos juntos, quizás incluso vimos un destino compartido.
Pero el camino de la tradición, de lo sagrado, de la tierra y del espíritu, no es solo de palabras bonitas ni de apariencias. Es un sendero que exige verdad, coherencia, lealtad y disciplina. Es un llamado a ser íntegros, incluso cuando nadie nos ve. A ser guardianes de lo que se nos ha confiado, no por ego, sino por respeto a quienes vinieron antes y a quienes vendrán después.
Y en ese caminar, he visto cómo algunos se han desviado, no por juicio, sino por elección. He visto corazones que toman más de lo que dan, que se alejan de la verdad, que se envuelven en la comodidad de la excusa, que huyen del espejo del compromiso. Y aunque duele, he aprendido a soltar sin rencor. A honrar lo que fue, sin cargar lo que ya no vibra.
No todo aquel que empieza el camino está listo para sostenerlo. No todos están dispuestos a mirarse con honestidad, a disciplinarse, a sostener la palabra dada, a ser fieles a la medicina, al círculo, a los principios que nos guían.
Hoy, en este momento de reflexión, agradezco por lo vivido con cada uno de ellos. Agradezco los aprendizajes, los espejos, los desafíos. Pero también me permito cerrar ciclos, poner límites, proteger mi energía y mi corazón. No desde el juicio, sino desde el amor propio y el respeto por lo sagrado.
Camino con quienes resuenan en verdad, con quienes están dispuestos a ser responsables, humildes, transparentes. Porque el tiempo y la energía son medicina, y no los entregaré a quienes no saben honrarlos.
Que cada uno siga su camino, y que la vida, la tierra y el espíritu les muestren lo que necesitan ver. Yo sigo caminando, firme y liviano, con el corazón abierto y los ojos despiertos.
Hay cosas en la vida que no se compran ni se aprenden en un libro. Hay caminos que se abren con el corazón, con años de entrega, con rezos que se hacen ceniza en la boca, con medicina que limpia, no solo el cuerpo, sino el alma.
A ti que recibiste el regalo de entrar a una tradición, que alguien te abrió el círculo, te compartió el fuego, te sostuvo en tu sombra y te enseñó a caminar con respeto…
¿Dónde quedó tu gratitud?
Honrar a quien te abre el camino no es idolatría, es humildad. No es dependencia, es reconocimiento. Porque detrás de cada palabra que te compartieron, hubo años de búsqueda, dolor, formación y entrega. Cada enseñanza tiene un linaje, cada rezo tiene raíz. No se trata solo de repetir lo aprendido, sino de saber de dónde viene.
Ser padrino o guía no es un privilegio, es una responsabilidad sagrada. No están para ser usados, ignorados o desplazados cuando ya "crees saber". Están para cuidar que no te pierdas, para sostenerte mientras aprendes a sostenerte solo, para recordarte que este camino no se camina con ego, sino con servicio.
Si no sabes reconocer, si no sabes agradecer, si no sabes honrar… entonces no estás listo para portar medicina, ni para guiar a otros. Porque quien no honra sus raíces, no puede dar frutos verdaderos.
Esta no es una llamada de reproche, sino de conciencia. Que puedas mirar atrás con humildad y reconocer a quienes, con sus manos, su palabra y su corazón, te ayudaron a empezar.
Porque en las tradiciones verdaderas, el respeto no es una opción, es una base.
Y sin base… todo se cae.
No olvides quien te abrió el camino.
Tonalcuauhtlicoatl