
25/01/2025
No lleva capa ni uniforme, pero sus manos sostienen mundos que tiemblan al borde del abismo.
Habla con suavidad,
no para sanar de inmediato,
sino para que el dolor encuentre su forma
y deje de ser un monstruo sin forma.
Ella escucha.
Escucha como quien recoge piezas de un rompecabezas que nunca vio completo.
No juzga los silencios,
porque sabe que a veces hablar
Es otra forma de romperse.
En su consulta no hay magia, 🪄
solo paciencia,
Una brújula que ofrece
Sin prometer destinos.
Ella no lleva a nadie a la luz;
camina junto a quienes la buscan,
aunque el camino sea largo,
aunque a veces retrocedan.
Carga las historias que otros no pueden contar,
los secretos que pasan en la lengua.
Pero cuando cierra la puerta,
se queda con su propia soledad,
un eco de palabras que no son suyas
y que sin embargo le pertenecen.
Ser psicóloga no es arreglar vidas,
es acompañarlas.
Es plantar semillas de calma
en un terreno devastado,
sabiendo que no verá el árbol crecer
pero creyendo en él de todos modos.
Ella que a veces se rompe en silencio,
que también duda y teme,
siempre vuelve.
Porque sabe que no hay nada más humano
que ayudar a otros a encontrarse
cuando el mundo los ha perdido.