08/08/2025
Te cuesta hablar de tu sexualidad?
Hasta hace pocos años, la mayoría de temáticas que trata la Sexología en la actualidad, se pensaban y se resolvían como propias de la moral sexual y las buenas costumbres; como consecuencia de esa manera de pensar, aun ahora muchas personas cuando escuchan, hablar o leen sobre posiciones sexuales, juegos sexuales, erotismo, y aún más, cuando se abordan temas relacionados con la infidelidad, ab**to, homosexualidad, placer y masturbación entre otros, no dejan de sentir cierta ansiedad ya que para ellas, son temas que tradicionalmente correspondían a la intimidad y no eran propios de una conversación pública.
El abordaje moral de la sexualidad limita la expresión sexual propia de hombres y mujeres porque les impide un entendimiento claro de su funcionamiento sin tabúes. La moral sexual se convierte en un handicap psicológico tanto cognitivo como emocional, que dificulta la recepción y el procesamiento mental de la información relativa a la sexualidad, -ya sea porque se racionaliza como impropia, innecesaria o incómoda, o por pena y vergüenza-. Al sentirnos incómodos al pensar y hablar sobre nuestra sexualidad, nos vemos imposibilitados para corregir y enriquecer nuestra manera de ser sexual (la forma en que cotidiana e involuntariamente nos expresamos sexualmente a través de nuestras actitudes y comportamientos); asimismo se nos dificulta el mejoramiento de nuestra vida sexual de pareja obligándonos a arrastrar formas de comportamiento arcaicas y poco satisfactorias. En consecuencia, si a pesar de todo aceptamos esa situación como nuestro único destino, lo más seguro es que esa carga moral tradicional heredada, pasará a la siguiente generación a través de lo que se denomina la educación sexual informal.
Desde esa perspectiva tradicional sobre la sexualidad, es muy difícil que la persona reconozca su naturaleza sexual porque se bloquea la necesaria predisposición mental para aceptarse biológica y psicológicamente como un ser sexual. Temas básicos como los órganos sexuales, la respuesta sexual (deseo, excitación y orgasmo), las preferencias eróticas y la orientación sexual, le son difíciles de identificar en sí misma. Tampoco tendría idea sobre si es posible o no modificar la manera en que aprendió a vivir el encuentro sexual, especialmente en los casos en que éste nunca ha sido muy de su agrado y existe insatisfacción.
Si la persona entiende que su dificultad para hablar del tema de la sexualidad es producto de un aprendizaje tradicional por parte de su familia, habrá dado el primer gran paso para avanzar en el conocimiento del tema. Las palabras que abordan el tema no son difíciles de aprender y pueden encontrarse en cualquier libro de educación sexual, sexualidad y s**ología impreso o en línea. Con un poco de interés podrá entender fácilmente conceptos y definiciones sobre el tema. Sin embargo, la parte más complicada que la persona debe enfrentar son sus propias reacciones emocionales que aparecerán involuntariamente cada vez que se acerque al tema porque tiempo atrás, quedaron contradictoriamente asociados esos temas y palabras con una serie de estados anímicos y emocionales de rechazo, excitación, vergüenza y desconfianza entre otros. Aprender a discriminar e ir entendiendo y enfrentando esas reacciones emociones de incomodidad y culpa entre otras, son el segundo gran paso que la persona deberá dar para lograr su propósito. ¿Cómo facilitar este proceso? Para lograr esto, la persona debe tener voluntad para enfrentar esa tarea, desarrollar una actitud positiva y abierta ante el tema, ser honesta consigo misma (evitar evadir o justificar sus reacciones), contrastar las palabras y temas críticos emocionalmente con los conceptos científicos aprendidos para quitarles peso, recrear la forma de ser de su familia en este terreno y tratar de entender ese contexto dentro del cual la persona vivió su niñez, leer alguna obra erótica clásica; si es posible, compartir con alguien de confianza (pareja, amigo, etc) este proceso de aprender a hablar sobre tu sexualidad.
Hay que reconocer que existe un conjunto de palabras en nuestro medio (que forman parte del acerbo verbal de cualquier persona en mayor o menos medida), que no sólo son derivadas del folklore popular sobre la sexualidad, sino que son consideradas obscenas o vulgares porque producen en la persona receptora -como producto del aprendizaje temprano de las mismas-, rechazo o excitación, siendo ambas emociones igualmente perturbadoras. El rechazo por su connotación negativa y la excitación porque al exponer la intimidad de la persona en un contexto impropio, se vuelve vergonzosa. Todas estas palabras son difíciles de utilizar públicamente o con fines educativos no porque sean feas o malas, sino porque han adquirido una carga emocional generalmente negativa durante el proceso de aprendizaje; no son palabras descriptivas (que son las que nos ayudan a entender de qué estamos hablando), sino que a través de ellas emitimos juicios de valor, juzgamos a las personas, sus características y su comportamiento. El darnos cuenta del uso que damos a estas palabras es parte importante del proceso ya mencionado de aprender a hablar sobre tu sexualidad.