08/07/2025
ᴄᴏᴍᴜɴɪᴄᴀᴄɪóɴ ᴀɴɪᴍᴀʟ: ᴇʟ ᴅᴜᴇʟᴏ ᴇɴ ʟᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀñᴇʀᴏꜱ ᴀɴɪᴍᴀʟᴇꜱ
En el tiempo que llevo trabajando como comunicadora animal, algo que me ha sorprendido profundamente es que los compañeros animales –a quienes muchos llaman “mascotas”– también viven sus propios duelos.
Así es.
Kimo, quien recientemente perdió a su “papá humano”, se echaba debajo de la mesa donde estaba su urna y no quería comer.
Paloma, lista para trascender a su nueva forma espiritual, aún así sentía un gran dolor por separarse de su familia humana, necesitaba tiempo para despedirse, dándoles amor y disfrutando de su compañía.
Camila, después de trascender, quería saber qué era de su familia, pues sabía cuánto dependía emocionalmente su mamá humana de ella.
Kira temía irse al nuevo plano porque no sabía qué le esperaba. No quería dejar a su humana triste.
Tomás, quien fue abandonado, pasó meses sumido en la tristeza, extrañando a su antigua familia, y solo comenzó a sanar cuando supimos lo que sentía. Antes de eso, solo se la vivía echado en su cama, sin comer bien.
Luna no entendía qué había sucedido con su familia gatuna y se sentía confundida de estar en un lugar nuevo.
Aleika, temia irse porque no quería dejar a su humana, tenían tan poco tiempo juntas.
Sé que puede ser difícil comprender que, al igual que nosotros, los compañeros animales experimentan emociones.
A pesar de tener una consciencia más elevada, al vivir experiencias en este planeta-escuela, no están exentos de sentir, de extrañar, de honrar la presencia de los humanos que les permitieron cumplir su misión de vida, y de recibir un amor incondicional que jamás imaginaron.
Al igual que nosotros, necesitan tiempo para extrañar, para sanar y para poder continuar.
Si nosotros no nos damos ese tiempo, es probable que también a ellos queramos presionarlos o, como te decía, nos cueste trabajo entender que sienten.