
26/06/2025
https://www.facebook.com/share/p/1C627JtgHr/
Cuando un adolescente está irritable, callado o desafiante, nuestro primer impulso suele ser corregir. Lanzar una frase tipo:
“¿Otra vez con esa actitud?”,
“¿No te das cuenta cómo hablas?”,
“Así no vas a llegar a ningún lado.”
Pero en su mundo interno, eso no se escucha como guía.
Se siente como juicio.
Como rechazo.
Y cuando sienten rechazo, se cierran.
Y cuando se cierran, los perdemos.
Lo que para nosotros es “corregir la forma”… para ellos puede ser:
“no me aguantan”, “nada de mí les parece bien”, “mejor ya ni hablo.”
Y entonces crece el malestar.
Y el vínculo se rompe un poco más.
¿Qué sí podemos hacer?
– Hacer pausa antes de reaccionar
– Nombrar lo que vemos sin juicio: “te noto frustrado”, “parece que hoy no estás bien”
– Cambiar el “¿qué te pasa ahora?” por un “¿te acompaño o prefieres espacio?”
– Recordar que no es personal. Es neuronal.
– Conectar primero, corregir después (si hace falta)
Y no, esto no es sobreproteger.
Ni malcriar.
Es cuidar el vínculo.
Porque tú quieres que tu hijo te busque cuando lo necesite.
Y esta…
esta es la forma de lograrlo.
MO