07/05/2025
EL LADO OSCURO DEL SANADOR CONTAMINADO
Una moraleja sobre el precio invisible de sanar "sin sanar primero"
Había una vez, en una tierra donde el cielo siempre brillaba azul, un sanador famoso llamado Elian. La gente venía de desde tierras lenajas para tocar su mano, escuchar sus palabras y recibir su energía. Decían que Elías tenía dones: podía aliviar dolores, calmar corazones rotos y hasta limpiar las energías de una casa infestada de sombras.
Pero Elian tenía un secreto.
Cuando llegaba la noche y las puertas de su santuario se cerraban, Elian quedaba solo consigo mismo. Miraba sus manos, esas que todos veneraban, y sentía un vacío que no entendía.
"¿Por qué, si sano a tantos me siento cada vez más débil?" se preguntaba.
Empezó a soñar con rostros qué no conocía: rostros oscuros, de ojos hambrientos, que le susurraban mientras dormía.
El espíritu del árbol antiguo
Una noche Elian camino hasta el bosque, buscando respuestas. Se sentó bajo un árbol milenario, famoso por ser el guardián de los secretos de los sabios. El árbol, al sentir su presencia, abrió su voz grave:
-Elian, tu das lo que no tienes. Has olvidado limpiarte. Has dejado que el poder te suba a la cabeza. Tu corazón está contaminado.
-¡No pude ser! - respondió Elian Yo hago el bien, Yo sano, Yo sirvo.
-¿Sirves... o te sirves? - pregunto el árbol-. Cuando das energía sin limpiar tu alma, trasmites tus propias sombras. Cuando cobras si medir, sin respeto, te vendes a ti mismo. Cuando buscas aplauso, alimentas tu ego, no tu luz.
Elian bajón la cabeza. Sabía que el árbol decía la verdad. Empezó a recordar pequeños momentos: cuando había sentido orgullo al ser llamado "maestro", cuando había dejado que el dinero lo emocionara más que le sanación, cuando había trabajado aún estado emocionalmente rotó solo por no perder fama.
El espejo de los siete rostros
El árbol, con un movimiento de sus ramas, le mostró un espejo dividido en siete partes:
1.El rostro espiritual: su canal bloqueado por orgullo.
2.El rostro filosófico: su bien contaminado por ego.
3.El rostro psicológico: sus heridas no sanadas qué se proyectaban en otros.
4.El rostro metafísico: su karma trasmitido por transmitir energía envenenada.
5.El rostro esotérico: la puertas abiertas a entidades oscuras.
6.El rostro mencartil: su transformación en producto de mercado.
7.El rostro humano: el vacío que crece cuando olvidas por qué empezaste.
-Cada rostro que ves es una grieta, no solo caerás tú: caerán contigo los que tocas- advirtió el árbol.
La elección final
Elian paso la noche entera llorando bajo el árbol. Al amanecer el espíritu del árbol habló por última vez:
-Todo sanador debe saber que no basta con tener técnicas, símbolos o rituales. Es su alma la que sana, y un alma contaminada solo puede transmitir su propio veneno. Limpia primero tu corazón; lo demás vendrá solo.
Elian regreso a su santuario, distinto.
Cerro las puertas por un tiempo. Aprendió a meditar, a pedir ayuda, a enfrentar sus propios miedos.
Aprendió a decir "no" cuando estaba agotado, a cobrar justo, a no buscar ser admirado, sino ser útil. Poco a poco, el vacío se lleno no con aplausos, sino con una paz nueva.
Y cuando volvió a sanar, su energía ya no era solo fuerte, sino limpia.
Moraleja:
El verdadero sanador no es el que sabe más, ni el que tiene más seguidores, ni el que da sin parar.
Es aquel que recuerda que ates de poner sus manos sobre otros, deben limpiar su propia alma. Porque un sanador contaminado, aun que no lo sepa, multiplica el sufrimiento que dice querer sanar.