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14/05/2024

Cuando la culpa tenga una base real -¡A veces sí cometemos errores graves- intenta que ese pasado erróneo sea un impulso para mejorar, para aprender y superar esa caída.

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Tan cierto
19/07/2022

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Cuida tu salud mental.

13/07/2022
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19/04/2022

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Inteligencia emocional.
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Muchas veces intentamos mantener nuestro pasado bajo llave. No creemos que valga la pena analizar los capítulos más difí...
17/03/2022

Muchas veces intentamos mantener nuestro pasado bajo llave. No creemos que valga la pena analizar los capítulos más difíciles y traumáticos. Sin embargo, parafraseando a Richard Rohr, el dolor que no se transforma, se transmite.
Como escribe el psicólogo y teólogo estadounidense Dan Allender, en The Wounded Heart [El corazón herido]: “Enfrentarnos al pasado nos permite ver el presente con mayor claridad”. Cuando no lo hacemos, “el pasado se aferra al presente como [...] un ancla invisible que demora el progreso de la embarcación".

Feliz viernes!
18/02/2022

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Buen día!
17/02/2022

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13/02/2022

Sin miedos ni cadenas
domingo, 13 feb 2022
Penina

"El enojo es cruel, y la ira es como una inundación, pero los celos son aún más peligrosos” (Prov. 27:4, NTV).

Honestamente, lo más difícil no es que Dios no nos otorgue aquello por lo que oramos hace años: un compañero para la vida, un buen trabajo, salud o hijos. No, lo más difícil es ver a Penina obtenerlo todo (1 Sam. 1:2). Lo más duro es sentir que Dios sí responde las oraciones de otras mujeres, mientras que pareciera ignorar las nuestras. Lo más doloroso es pensar que somos menos importantes, a menos que logremos ganarle a esa rival, a la Penina de nuestra vida.

La competencia y la comparación con otras mujeres surgen cuando ponemos el peso de nuestra identidad sobre cualquier otra cosa que no sea la Piedra angular. Como explica la autora Susan Barash en Tripping the Prom Queen [La zancadilla a la reina del baile de graduación], el problema radica en que “nuestra definición de nosotras mismas está ligada a nuestra percepción de otras mujeres. Nos miramos a través de comparaciones. [..] Nos cuesta vernos a nosotras mismas como individuos separados, con destinos propios. [...] [Pensamos que] somos exitosas en las áreas en que nuestras madres fracasaron; ganamos cuando otras mujeres pierden. No podemos imaginarnos teniendo éxito o fracaso por nuestra propia cuenta; solo en comparación con otras mujeres".

La Biblia tiene muchos ejemplos de mujeres que compitieron entre sí, mujeres rivales: Sarah y Agar, Raquel y Lea, Evodia y Síntique. Sus historias reflejan la marea tóxica que la comparación y la competencia traen a nuestra vida. Pero la Biblia ofrece un mejor camino, el que recorrieron Rut y Noemí, el que anduvieron María y Elisabet. Como explica la autora Bethany Jenkins en Women, We're Co-Workers, Not Competitors [Mujeres: somos compañeras, no competidoras], "cuanto más aceptemos nuestra identidad fundamental como cristianas, más capaces seremos de ver a otras mujeres como colegas, y no como competencia”.

La próxima vez que te encuentres con la Penina de tu vida, te invito a que recuerdes que tu valor e identidad están grabados para siempre en las manos de Jesús (Zac. 13:6). Te invito a que ores para que Dios bendiga a esa mujer y ensanche su territorio (1 Crón. 4:10). La envidia y la generosidad no pueden convivir dentro de tu corazón. Cuando eliges bendecir a Penina, la envidia se derrite. Finalmente, te invito a que recuerdes que Dios está escribiendo una historia única y original en tu vida. A Dios no se le acaban los planes ni las buenas ideas. No te compares. Tú eres una obra maestra en las manos del mejor Artista.

Señor, te agradezco porque el éxito de los demás no es mi fracaso. Cuando me sienta tentada a compararme y competir con otras mujeres, recuérdame quién soy: tu hija amada.

Pinceladas del amor divino  sábado, 21 ago 2021  Cuando se marchita el matrimonio  “Habló mi amado, y me dijo: ‘Amada mí...
21/08/2021

Pinceladas del amor divino
sábado, 21 ago 2021
Cuando se marchita el matrimonio

“Habló mi amado, y me dijo: ‘Amada mía, hermosa mía, levántate y ven. Ya ha pasado el invierno, la lluvia ha cesado y se fue; han brotado las flores en la tierra’ ” (Cant. 2:10-12, RVR 95).

En una ocasión, pasé varios días fuera de casa, y coincidió que en ese tiempo no llovió nada. Las plantas del jardín se marchitaron y se doblegaron por su mismo peso. El agua abundante con que las regué al llegar y el sol fueron suficientes para reanimarlas de nuevo. Regarla y permitir que reciba luz: esa es la manera de cuidar una planta.

Muchas veces se dice del amor de pareja que es como una planta que hay que cuidar; me parece una comparación acertada. En los primeros años de casados, las emociones placenteras están a flor de piel; vivimos con la persona que amamos y nos encanta estar cerca el uno del otro. Con el paso del tiempo, se van asentando los roles del hogar, y se va creando una rutina que a veces aleja poco a poco a las dos personas desde el punto de vista emocional. Ade­más, los momentos emocionantes y placenteros de los primeros años son cada vez menos y más espaciados. Es entonces cuando surgen las críticas mutuas, aumenta el nivel de negatividad, se empiezan a repartir culpas y comenza­mos a pensar que nuestro cónyuge no es lo que esperábamos. Señal clara de que el matrimonio se está marchitando y necesita riego y luz.

¿Cómo se riega la relación de pareja? Con atenciones, pasión, entrega, respeto, bajando el nivel de expectativas, sugiriendo en lugar de dando órde­nes, y con mucho, mucho sacrificio. Y todo esto, por ambas partes. Las aten­ciones del noviazgo pueden ser ahora más abiertas y placenteras; la pasión y la atracción física pueden ser expresadas ahora más intensamente, pues los cónyuges tienen un sentido de pertenencia mutua sin límites, otorgado por Dios al momento de la ceremonia matrimonial.

La admiración y el reconocimiento del otro también riegan el amor. Man­tener una actitud positiva cuando llegan los desacuerdos, pasar por alto las equivocaciones, y ofrecer y dar perdón son el riego perfecto para que florez­can los mejores sentimientos, las emociones más gratificantes y el deseo ser feliz y de hacer feliz al otro.

Hemos hablado hasta aquí del riego de la planta del amor; ¿y la luz? La luz es Dios. Acude a él en oración y suplica que te dé los mejores rayos del Sol de justicia, para que tú y tu esposo vuelvan a florecer en amor.



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