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Gerhard Pfandl y el debate sobre el pecado original en la teología adventista

Gerhard Pfandl, pastor jubilado del Instituto de Investigación Bíblica de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ha generado controversia con su artículo titulado "El pecado original y la Iglesia Adventista del Séptimo Día". En este escrito, Pfandl aborda y apoya uno de los conceptos más debatidos en la teología cristiana: el llamado "pecado original". Aunque este término no aparece explícitamente en la Biblia, se refiere a un estado hereditario de pecado transmitido desde Adán y Eva, una idea ampliamente sostenida por el catolicismo.

Pfandl afirma que, al igual que en la tradición católica, los adventistas creen que todo ser humano nace con una naturaleza pecaminosa como consecuencia del pecado de los primeros padres. Este estado depravado, según explica, no depende de los actos conscientes de la persona, sino que es un "pecado contraído" por herencia. En palabras del autor:

"La Biblia generalmente define el pecado como un acto. Sin embargo, una gran cantidad de textos tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se refieren al pecado como un estado o tendencia del corazón. David, en el Salmo 51, expresa el pensamiento de que nació pecador. [...] Los adventistas del séptimo día definen hoy en general el pecado como una falta de conformidad con la voluntad de Dios, ya sea en acto o en estado. Creen que los niños nacen con una naturaleza pecaminosa y depravada como consecuencia del pecado de Adán y la separación resultante de Dios. Este estado pecaminoso significa que si un bebé muere pocas horas después de nacer, está sujeto a la segunda muerte, aunque nunca haya quebrantado ningún mandamiento."

Sin embargo, esta interpretación ha provocado un intenso debate dentro del adventismo, ya que contradice la postura histórica de la iglesia sobre la naturaleza del pecado. Pgandl comete un error al intentar presentar como una posición oficial de los adventistas lo que en realidad refleja solo la postura de una corriente particular. Desde su fundación, el adventismo ha sostenido a través de la Biblia y el Espíritu de Profecía que el pecado no es un estado heredado inevitable, sino el resultado de decisiones conscientes.

• El pecado no es un estado, es una decisión

La enseñanza bíblica enfatiza que cada ser humano es responsable de sus propios actos y decisiones. Esto contrasta con las declaraciones de Pfandl, que parecen acercar la teología adventista a la idea del pecado original defendida por el catolicismo. La Escritura es clara en señalar que el pecado no es algo que se transmite automáticamente, sino que resulta de elecciones individuales.

Ezequiel 18:20: "El alma que pecare, esa morirá. El hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él." Este versículo reafirma la responsabilidad personal ante el pecado, rechazando la idea de una culpa heredada.

Deuteronomio 30:19: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia." Aquí, Dios invita a cada persona a tomar decisiones conscientes y responsables en cuanto a su obediencia.

Josué 24:15: "Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, [...] pero yo y mi casa serviremos a Jehová." Josué llama a una decisión deliberada sobre a quién servir, demostrando que el pecado no es una condición pasiva, sino una elección.

Romanos 6:16: "¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?" Este pasaje refuerza que la sumisión al pecado o a la justicia depende de decisiones conscientes.

• El arrepentimiento bíblico conlleva un cambio de hábitos

Además de la responsabilidad individual, la Biblia enseña que el verdadero arrepentimiento no se limita a lamentarse por el pecado, sino que implica una transformación completa de conducta y carácter.

2 Corintios 7:10: "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte." El arrepentimiento según Dios genera un cambio real que lleva a una vida transformada.

Hechos 3:19: "Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio." La conversión implica dejar el camino del pecado y caminar en obediencia motivado por el amor a Jesús.

Isaías 1:16-17: "Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien." El arrepentimiento genuino se refleja en un cambio de hábitos, abandonando el mal y practicando el bien.

• Vencer el pecado es posible únicamente a través de Jesús

La victoria sobre el pecado no proviene del esfuerzo humano, sino del poder transformador de Cristo.

Filipenses 4:13: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." La fortaleza para resistir el pecado y vencer las tentaciones se encuentra únicamente en Jesús.

Romanos 8:1: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." En Cristo no solo somos perdonados, sino también liberados del poder del pecado.

1 Juan 3:6: "Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido." Permanecer en Cristo transforma la vida, llevando a una ruptura consciente con el pecado. Esto refuerza la idea de que el pecado no es un estado perpetuo, sino una práctica que puede abandonarse a través del poder de Dios.

• Para meditar

Ahora bien, es importante aclarar que entre el pecado original y corrupción original no hay diferencia si se entiende que nuestra condición pecaminosa es, en sí misma, pecado. Si es así, entonces nuestra incapacidad para dejar de pecar ante Dios se vuelve inevitable, ya que nuestra naturaleza misma estaría marcada ontológicamente por el pecado. Este es el problema central de la teología de Pfandl, que no reconoce las implicancias teológicas de esta visión. Además, la idea de que nuestra condición es pecado contradice la teología del santuario y el concepto del gran conflicto. En realidad, Pfandl no aporta nada nuevo; su artículo es solo un resumen muy sintético de lo que la nueva teología ha venido enseñando en los últimos años, sin ofrecer una reflexión profunda o un análisis completamente sustentado a la luz de las enseñanzas bíblicas.

• Conclusión

La posición adventista sobre el pecado se mantiene firme: no es un estado heredado inevitable, sino el resultado de decisiones conscientes. Aunque el pecado es real y sus efectos devastadores se perciben en toda la humanidad, la responsabilidad individual es un principio clave en la Escritura. Además, el arrepentimiento genuino y la victoria sobre el pecado solo son posibles a través de Jesús, en quien encontramos el milagro para avanzar, paso a paso, hacia la victoria.

Como lo expresa Elena G. de White en Palabras de Vida del Gran Maestro:

"Nadie se lisonjee pensando que los pecados acariciados por un tiempo pueden ser fácilmente abandonados en alguna ocasión futura. Esto no es así. Cada pecado acariciado debilita el carácter y fortalece el hábito; y el resultado es una depravación física, mental y moral. Podéis arrepentiros del mal que habéis hecho, y encaminar vuestros pies por senderos rectos; pero el amoldamiento de vuestra mente y vuestra familiaridad con el mal, os harán difícil distinguir entre lo correcto y lo erróneo. Mediante los malos hábitos que hayáis formado, Satanás os asaltará repetidas veces. Cuando las exhortaciones del Espíritu Santo llegan al corazón, nuestra única seguridad reside en responder a ellas sin demora." (p. 224).

Además, otro mensaje inspirador nos recuerda:

"No os sentéis en la cómoda silla de Satanás, y no digáis que de nada vale que os esforcéis, que no podéis dejar de pecar, y que no hay poder en vosotros para vencer. No hay poder en vosotros cuando estáis alejados de Cristo, pero tenéis el privilegio de tener a Cristo morando en vuestro corazón por fe, y él puede vencer el pecado en vosotros cuando cooperáis con sus esfuerzos." (Dios Nos Cuida, p. 105).





Redacción por Tobías. J / Baluarte

19/07/2024

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