
10/07/2025
QUÉ TAN CIERTO ES QUE EL ESTRÉS PUEDE CAUSAR UN INFARTO: LA CONEXIÓN MENTE-CORAZÓN QUE POCOS TOMAN EN SERIO
Todo comienza con una rutina acelerada. Te levantas tarde, revisas mensajes mientras desayunas apurado, el tráfico te asfixia, el jefe presiona, las cuentas vencen, el celular no deja de vibrar. Pasan los días, las semanas, los años… y el cuerpo sigue, pero a un precio. Porque aunque no lo veas, el estrés crónico no solo agota tu mente: también cambia la forma en que funciona tu corazón. Y sí, puede ser un disparador de un infarto, incluso en personas sin factores clásicos de riesgo.
Cuando el estrés es constante, el cuerpo entra en un estado de alerta prolongado. El sistema nervioso simpático se activa, las glándulas suprarrenales liberan adrenalina y cortisol, y el corazón late más rápido, la presión arterial sube y los vasos se contraen. Esto no sería un problema si ocurriera por unos minutos. Pero cuando este estado se vuelve crónico, la inflamación se mantiene, las arterias se dañan, se acelera la formación de placas y se vuelve más probable que una de ellas se rompa, desatando un evento coronario.
Además, el estrés modifica el ritmo cardíaco, afecta la coagulación y puede alterar el sistema inmune. Personas bajo estrés severo también suelen dormir mal, alimentarse peor, moverse menos, y en muchos casos, recurrir al alcohol, tabaco o exceso de cafeína como vías de escape. Todo eso suma. Todo eso pesa. Y todo eso desgasta.
Existen incluso síndromes como el “corazón roto” o miocardiopatía por estrés, en los que una emoción intensa —como una pérdida, un susto o una crisis aguda— puede provocar una falla temporal del músculo cardíaco con síntomas idénticos a un infarto, aunque sin obstrucción coronaria real. Es la prueba más visible de cómo la mente puede sacudir el corazón hasta el colapso.
Por eso, no se trata solo de cuidar lo que comes o de hacer ejercicio. Se trata también de aprender a poner límites, a soltar la culpa, a respirar profundo y a darte espacios de recuperación emocional. Porque el corazón no solo bombea sangre. También guarda tus angustias, tus duelos, tu ansiedad y tus miedos. Y aunque no grite, aunque no duela al principio… el cuerpo siempre avisa.
Y si no lo escuchas a tiempo, tal vez no sea el colesterol, ni el azúcar, ni la genética lo que te detenga de golpe…
sino esa tensión invisible que llevas años ignorando.