16/06/2025
CARTA PARA SANAR CON PAPÁ
Todo iba bien, papá… hasta que decidí vivir en pareja y comencé a repetir a mi madre. Empecé a sentirme agotada, ignorada, no valorada, no reconocida, enojada y sin ganas de vivir.
Un día, me di cuenta de que él me trataba como tú tratabas a mamá.
Es cierto, tú siempre fuiste más paciente conmigo que ella.
Pero no elegí a un hombre que me tratara como tú me tratabas a mí, sino a uno que me trata como tú tratabas a mamá.
Y cómo duele, papá…
Duele que te llamen exagerada cuando solo quieres hablar de lo que sientes.
Duele que no te den tu lugar.
Duele que no respeten tu descanso.
Duele la falta de consideración.
Duele cuando las responsabilidades del hogar y los hijos no se comparten de forma justa.
Duele darlo todo y que nadie lo valore.
Duele saber que hay otra mujer que recibe lo que yo le ayudo a ahorrar.
Duele tanto, papá.
Duele no ser escuchada ni tomada en serio.
Duele que el hombre que amas ignore tus límites.
Duele esa forma de violencia emocional tan silenciosa.
Es una violencia pasiva, que no he sabido enfrentar más que con gritos y reclamos.
Me he ido llenando de una amargura que, sin querer, se ha reflejado en lo más sagrado que yo hubiera querido proteger.
Y entonces entendí por qué mamá estaba tan triste.
Por qué tantas veces descargó en mí su enojo, su rabia, su frustración.
Comprendí que se obligó a quedarse en una relación donde no era feliz, con el corazón roto y sin ver una salida.
A veces me pregunto cómo habría sido mamá si tú hubieras sido un hombre fiel, presente, respetuoso.
Si te hubieras interesado por su mundo, tal vez ella no habría vivido tan enojada todo el tiempo.
Pero no te juzgo, papá.
Sé que tú tampoco tuviste un ejemplo claro de lo que significa amar con respeto.
Y sé que mamá también cargaba con su propia historia.
Veo con tristeza cómo se repiten las historias…
Y también con esperanza, porque ha llegado el momento de sanar nuestro linaje familiar.
Hoy elijo dejar de juzgarte por lo que no supiste ser para ella.
Elijo dejar de juzgarla por no haber sabido cuidar su dignidad ni su alegría.
Ambos hicieron lo que pudieron con lo que sabían y con lo que traían de sus propias heridas.
Hoy los miro con compasión.
Yo soy lo mejor de ambos.
Y agradezco profundamente lo bueno que me dieron, porque gracias a eso, hoy soy la mujer que soy.
Sé que los elegí como padres porque eran perfectos para mi camino.
Y agradezco tanto lo difícil como lo hermoso, porque todo me ha enseñado y me habita.
Hoy sé que soy digna de amor.
Que mi felicidad nace de mí.
Y que un día, un hombre sabrá amarme con la misma ternura, respeto y admiración que sé que tú, en el fondo, siempre quisiste para mí.
Gracias, papá.
Te amo tal como eres.
Atentamente,
Tu hija