20/05/2025
Explorando las raíces de la insatisfacción con la vida
Antes de presentar el agradecimiento hay que pensar en en el extremo opuesto del espectro: la queja. Pregúnta: «¿por qué la gente se queja tanto?». O algo más importante, «¿por qué seguimos quejándonos tanto?».
Una respuesta sincera es que sienta bien quejarse y culpar a algo o a alguien cuando las cosas no nos salen de la manera en que nos gustaría. Quejarse nos quita responsabilidad y, a me- n**o, genera la respuesta reconfortante que anhelamos cuando fallamos o nos sentimos decepcionados.
La razón por la que muchas personas siguen quejándose es que, por cada comportamiento que tenemos, hay una recompensa. A veces, no so- mos conscientes de la recompensa que buscamos y, lo que es peor, la re- compensa puede ser más negativa que positiva.
Por ejemplo, a veces nos quejamos porque queremos que otros se compadezcan de nosotros, pero es posible que solo consigamos hundir a la otra persona. Además, al quejarnos, no necesitamos cambiar nada en nosotros mis- mos. Peor aún, nos quedamos estancados y difundimos nuestra actitud tóxica a los demás.
Quejarse es un defecto fatal, sin importar qué tipo de alivio temporal pueda ofrecer. Cuando alimentamos la negatividad de los demás, debilitamos nuestra motivación para cambiar y hacemos que los problemas parezcan aún más difíciles de lo que son.
Cuando nos quejamos, al principio sentimos alivio, pero al final, nos convertimos en víctimas, impotentes y deprimidas. En última instancia, no somos víctimas, sino voluntarios. Si no encontramos una manera de reducir este comportamiento, se convierte en un hábito pernicioso que se incrusta en nuestra visión del mundo.
Griffith, O. M. y Valle Caraballo, C. D. (Trad.) (2020). Gratitud y educación: otra forma de enseñar, aprender y vivir: ( ed.). Madrid, Narcea Ediciones. Recuperado de https://elibro.net/es/ereader/utel/129086?page=40-41.