
03/09/2025
El primer amor no siempre llega en el orden correcto. A veces llega cuando el alma ya lleva cicatrices y el tiempo ya ha dibujado historias en nuestra piel. Pero hay algo mágico en ello: los amores tardíos traen una intensidad diferente, un calor que no quema sino que te calienta, un refugio donde el olor de casa y los besos saben exactamente a azúcar y fuego.
Cuando acumulamos fracasos emocionales, sentimos que nuestro corazón, una vez vivo y latiendo, se ha convertido en piedra y se hundió en el pozo del desencanto. Pero el amor, cuando es verdadero, demuestra que incluso las piedras pueden florecer.
A lo largo de los años, podemos vernos como frutas maduras, ligeramente marcadas por el tiempo. Pero hay que recordar: el sabor más dulce viene de la madurez, no de la inmadurez. Lo que nos define no son las heridas que cargamos, sino la capacidad de sentir, de desear, de rendirnos sin miedo.
En esta reunión, nadie necesita renunciar al pasado. Él simplemente coexiste, al igual que nuestras cicatrices y arrugas, que cuentan historias de vida, no de debilidad. Porque el amor maduro no entiende la edad, solo entiende el alma.
Así que no importa si tu primer amor no llegó cuando eras joven. La vida nunca sigue el orden perfecto, pero siempre tiene una manera maravillosamente caótica de sorprendernos. Y mientras tengamos sueños y un corazón que se niegue a envejecer, siempre habrá espacio para un amor que llega en el momento adecuado, incluso si ese momento es ahora.