05/08/2025
NO LLEGAN A CASA… LLEGAN A SU SEGUNDO TURNO.
No llegan descansadas.
Llegan con los pies gritando, la espalda quebrada y el corazón apretado con todo lo que dejaron pendiente en el camino.
Algunas se bajan del bus, del metro, del taxi… otras se bajan de sí mismas, de su cansancio, de su silencio.
Y no, no llegan a descansar.
Llegan a ser madres, esposas, hijas, cuidadoras, cocineras, psicólogas, enfermeras…
Llegan a ser TODO, para TODOS.
Se quitan los zapatos, pero no el cansancio.
Se sueltan el cabello, pero no los pendientes.
Se cambian el uniforme de trabajo, pero no la carga.
Porque apenas empieza el segundo turno:
El más silencioso, el más exigente, el más olvidado.
Ese que no paga horas extra, que no da aplausos, que nadie contabiliza.
Ahí está el hijo que pregunta por su tarea.
La cena que aún no se hizo.
La ropa que sigue en la silla desde el domingo.
La ansiedad que no se ve.
Las lágrimas que nadie pregunta.
Y aun así, sonríen.
Aun así, abrazan.
Aun así, cumplen.
No porque sean de acero.
Sino porque saben amar incluso cuando están rotas.
Porque el amor que sienten es más grande que el agotamiento que cargan.
Y no, no son “mujeres fuertes” como dice la frase hecha…
Son mujeres sin opción, que lo dan todo aunque nadie lo vea.
Y que lo único que piden, muchas veces, es un poquito de consideración.
Un “¿te ayudo?”, un “ya hice la cena”, un “ve a descansar tantito”.
Algo.
Lo que sea.
Pero algo que les diga que su cansancio también importa.