02/04/2025
Los últimos días he visto muchas publicaciones en redes llenas de desinformación sobre el VIH. Me preocupa la cantidad de personas que siguen difundiendo estos mensajes sin cuestionarlos.
Por años, se nos ha educado desde el miedo y el estigma: en la escuela, en la religión, en la familia. Nos hablaron de la sexualidad con frases como:
❌ “Si te embarazas, arruinarás tu vida.”
❌ “Si contraes una ITS, te vas a morir, pero antes vas a sufrir mucho.”
❌ “Si te masturbas, te saldrán pelos en las manos.”
Nos llenaron de prejuicios y vergüenza, nos enseñaron que la sexualidad era algo sucio y peligroso. Y aunque esa “educación” ha demostrado ser ineficaz, se sigue replicando.
El problema es que esas creencias no se quedan en la infancia. Llegamos a la adultez repitiendo lo aprendido, y cuando alguien recibe un diagnóstico de ITS, cree que su vida ha terminado, que ya no es más que una estadística.
Muchas personas no buscan tratamiento por miedo a estos discursos moralistas. Y lo peor es que este estigma no solo está en la gente sin formación médica, sino incluso en profesionales de la salud.
Hace un tiempo, en una conversación con colegas, mencioné algunos de los temas que he trabajado en consulta, entre ellos, la aceptación del VIH. Una psicóloga me miró y me preguntó: “Pero… usas cubrebocas con esos pacientes, ¿cierto?”
Una psicóloga. Que ejerce. Que tiene su consultorio.
Si en pleno 2025 seguimos con este nivel de desinformación, algo estamos haciendo muy mal.
Y sí, si descubres que tu pareja te ha sido infiel, es completamente válido hacerte análisis y cuidar tu salud. Pero usar el VIH como una advertencia moral no es la manera de educar.
El VIH no es consecuencia de la infidelidad. Y la prevención no se logra con vergüenza, sino con educación sexual real, basada en evidencia.
Convertir a las personas con alguna ITS en un símbolo de “lo que te puede pasar si engañas a tu pareja” es absurdo y peligroso.
Este es un llamado a la conciencia. Infórmate, cuestiona, deja de replicar mitos sin sentido. No podemos cambiar la educación que recibimos, pero sí podemos dejar de perpetuar el estigma.