17/09/2025
“Lo que no hagamos por nosotros, nadie vendrá a hacerlo”.
Esta frase cobra especial relevancia ante las recientes noticias nacionales que revelan la participación de altos mandos de la Marina-Armada de México en actos de traición a la patria, involucrados en el millonario robo de combustible a Pemex, el mal llamado “huachicol fiscal”.
Otro caso que nos sacude es el de un exfuncionario tabasqueño, vinculado al crimen organizado y señalado como líder del cártel de “La Barredora”. Este personaje ya ha sido detenido, pero su historia se suma a una larga lista de males que nos han calado hasta los huesos y que, como sociedad, hemos llegado a ver con una preocupante normalidad, como si se trataran de hechos cotidianos sin importancia.
A diario escuchamos sobre personas desaparecidas o asesinadas. Y con resignación, aceptamos la versión de que “seguramente estaban metidos en algo”, como si eso justificara su destino. Nos hemos acostumbrado tanto a la violencia, que los delitos menores ya nos parecen insignificantes.
¿Por qué menciono esto? Porque hoy, Javier Capi, periodista de oficio y originario de esta ciudad, ha presentado una denuncia contra un individuo que ha atentado contra su familia. Y, sin embargo, las autoridades han hecho poco o nada para proteger su integridad.
Entre vecinos comentamos —y en redes sociales lo vemos— cómo, a plena luz del día, delincuentes ingresan a los hogares para robar, sin que las autoridades atiendan el llamado ciudadano. Tal parece que están demasiado ocupados… o simplemente no les importa.
No debemos acostumbrarnos ni a la delincuencia común ni a la organizada. Este es un llamado a nuestra conciencia. De nada sirve ser solo espectadores mientras el problema no toca a nuestra puerta, porque cuando lo haga, ya no habrá quién escuche nuestros gritos.
En diversas partes del país han surgido grupos de autodefensa. Personalmente, no creo que sea la solución ideal, pero sí podemos —y debemos— estar más atentos a lo que ocurre en nuestras calles, barrios y colonias.
Es momento de organizarnos como sociedad. Formemos redes vecinales de vigilancia. Apoyemos a nuestras familias, amigos y vecinos cuando pidan auxilio. Usemos de forma eficiente las cámaras de seguridad que ya existen. Coordinémonos para instalar alarmas, lámparas de emergencia y silbatos que permitan dar la alerta en caso de peligro. Seamos solidarios cuando un vecino necesite ayuda.
Como dije al principio: lo que no hagamos por nosotros, nadie vendrá a hacerlo.
Hablemos con nuestros hijos y nietos sobre el uso del silbato como herramienta de auxilio. Que regresen seguros a casa es una responsabilidad compartida. Planifiquemos con ellos estrategias que les permitan disfrutar su libertad sin exponerse innecesariamente, especialmente en horarios de riesgo.
Seamos menos críticos en redes sociales y más participativos en la búsqueda de soluciones reales. La seguridad es responsabilidad de todos, y solo juntos podremos recuperar la tranquilidad que merecemos.