04/03/2013
Predomina la creencia de que a los niños hay que hacerlos independientes desde muy pequeños para que se conviertan en adultos «sanos»… pero la realidad es exactamente la opuesta.
Son precisamente los vínculos fuertes con los padres durante los primeros años de vida los que serán la base de la fortaleza emocional del adulto. Es precisamente la seguridad que siente un bebé cuyo llanto es siempre atendido lo que lo convertirá en un adulto seguro de sí mismo, un adulto que no dependerá de cosas externas —ni prestigio, ni dinero, ni posesiones, ni estatus, ni la aprobación ajena— para determinar su valía.
Todos los niños sienten una curiosidad natural hacia lo que les rodea. Si les negamos la libertad de satisfacerla, estaremos apagando poco a poco esa llama salvaje con la que todos nacemos y que muy pocos conservamos. Eso es sobreproteger...
Sobreproteger es querer controlar la vida de nuestros niños. Es abrigarlos en exceso, no permitir que exploren y toquen y olfateen y se ensucien, es pasarnos el día diciendo «cuidado, que te vas a caer», ofrecer ayuda sin que el niño la pida (algo tan negativo como negarla cuando lo hace), y no permitir que aprenda por sí solo cómo se hacen las cosas, siguiendo, desde luego, el sentido común. Es intervenir demasiado rápido si un niño le quita al nuestro un juguete en el parque, negándole la oportunidad de aprender a defenderse y enviándole el mensaje de que es vulnerable. Es negarle al adolescente la libertad que necesita (qué contradicción: de bebés, cuando más nos necesitan, queremos que sean independientes, pero cuando llegan a la adolescencia pretendemos que no vuelen).
¿Y querer estar con nuestro bebé el mayor tiempo posible, llevarlo siempre en brazos, atenderlo cada vez que llora, ponerlo a dormir con nosotros? Eso no es sobreproteger: es darle lo que necesita. Los bebés, y los niños pequeños, necesitan brazos, necesitan tiempo, necesitan contacto. Los bebés, y los niños pequeños, nunca piden nada que no necesitan. Y si estamos atentos y disponibles para ellos durante esos cortísimos primeros años, los estaremos preparando para el momento en que estén verdaderamente listos para separarse de nosotros. -. Vivian Watson