07/06/2025
La terapia de masaje no es fácil.
Este trabajo, esta vocación, es más que simplemente ayudar a alguien a relajarse.
Es físico. Es emocional. Es un trabajo del alma.
Cada día, nos presentamos y damos parte de nosotros mismos para ayudar a otros a sanar.
Llevamos tu dolor, a veces literalmente en nuestras manos, a veces en silencio en nuestros corazones.
Nos duele la espalda, se nos inflaman las articulaciones y nos falta energía… pero nos mantenemos firmes, concentrados y presentes, porque conocemos el poder de este trabajo.
Lo que la gente no siempre ve es lo que se necesita para crear el espacio para la sanación de alguien:
Sentir la tensión del trauma atrapada en sus músculos
Escuchar las lágrimas caer al suelo cuando el cuerpo finalmente se relaja
Presenciar a alguien redescubrir su respiración, su amplitud de movimiento, su sensación de paz. Mantener la calma y la calma mientras alguien más se desmorona. Gestionar nuestro propio estrés, agotamiento, duelo o dolor, para no descargarlo en ti. Dedicar nuestras horas libres a estirarnos, aplicar hielo y remojarnos para poder estar de nuevo contigo mañana. Sentir el dolor de alguien y seguir siendo amable. Absorber el peso de historias que nunca repetiremos, pero que siempre cargaremos.
Y luego está lo que soportamos entre bastidores.
Nos preguntan si "damos extras".
Se ríen de nosotros o nos sexualizan cuando decimos que somos masajistas.
Nos llaman "masajistas", una palabra que suena como uñas en una pizarra, arraigada en ideas anticuadas y explotadoras.
Somos masajistas titulados.
Somos profesionales capacitados, educados y éticos.
No estamos aquí para entretener.
Estamos aquí para sanar.
¿Y esa sanación?
No se trata solo del cuerpo. Es la mujer con dolor crónico que por fin puede dormir toda la noche.
Es el hombre con TEPT que se siente lo suficientemente seguro como para cerrar los ojos.
Es la madre que carga con el peso del mundo, pero que por fin se siente contenida.
Es el cliente que llega desconectado y se va de vuelta en su cuerpo.
Sí, este trabajo es duro.
Duele.
Desgasta.
Nos cuesta más de lo que la gente cree.
Pero también es hermoso.
Transformador.
Sagrado.
Así que cuando vengas con nosotros, recuerda:
No solo estás reservando un masaje.
No solo estás pagando por una hora en la camilla.
Estás pagando años de formación, esfuerzo físico, trabajo emocional y profunda compasión.
Y estamos muy orgullosos de lo que hacemos.
Estás entrando en un espacio donde se produce la verdadera sanación,
para ti y, a menudo, también para nosotros.
