04/06/2025
Pensé que era solo una mancha.
Una zona oscura detrás del cuello que no desaparecía, sin importar cuánto me la lavara.
Usé jabones fuertes, exfoliantes, cremas “milagrosas” y hasta recetas naturales.
Pero esa sombra seguía ahí, como si estuviera tatuada en mi piel.
Durante años creí que era solo algo estético.
Una mancha sin importancia.
Algo que simplemente “tenía”.
Hasta que fui al médico.
Y en medio de una consulta rutinaria, escuché una frase que me dejó en silencio:
“Eso no es suciedad. Es acantosis nigricans. Y podría ser un signo de que tienes resistencia a la insulina.”
Después de varios estudios, la verdad salió a la luz:
Tenía diabetes tipo 2.
Me costó asimilarlo.
No tenía síntomas graves.
No me sentía “enfermo”.
Solo esa mancha… que en realidad era una advertencia que mi cuerpo llevaba tiempo lanzando.
La diabetes, a veces, no da señales ruidosas.
No siempre empieza con sed excesiva o pérdida de peso.
A veces comienza así: con un cambio en la piel.
Un detalle sutil que ignoramos… hasta que es demasiado evidente.
Ahora estoy haciendo lo que antes postergaba:
Me alimento mejor.
Me muevo más.
Reviso mi glucosa.
Y presto atención a mi cuerpo, porque él habla, incluso cuando yo no quiero escuchar.
Si notas zonas oscuras en tu cuello, axilas o pliegues…
no las dejes pasar.
No todo lo que parece suciedad, lo es.
Y no todo lo que no duele, es inofensivo.
A veces, tu piel grita lo que tu sangre aún no ha dicho en voz alta.
Pensé que era solo una mancha.
Una zona oscura detrás del cuello que no desaparecía, sin importar cuánto me la lavara.
Usé jabones fuertes, exfoliantes, cremas “milagrosas” y hasta recetas naturales.
Pero esa sombra seguía ahí, como si estuviera tatuada en mi piel.
Durante años creí que era solo algo estético.
Una mancha sin importancia.
Algo que simplemente “tenía”.
Hasta que fui al médico.
Y en medio de una consulta rutinaria, escuché una frase que me dejó en silencio:
“Eso no es suciedad. Es acantosis nigricans. Y podría ser un signo de que tienes resistencia a la insulina.”
Después de varios estudios, la verdad salió a la luz:
Tenía diabetes tipo 2.
Me costó asimilarlo.
No tenía síntomas graves.
No me sentía “enfermo”.
Solo esa mancha… que en realidad era una advertencia que mi cuerpo llevaba tiempo lanzando.
La diabetes, a veces, no da señales ruidosas.
No siempre empieza con sed excesiva o pérdida de peso.
A veces comienza así: con un cambio en la piel.
Un detalle sutil que ignoramos… hasta que es demasiado evidente.
Ahora estoy haciendo lo que antes postergaba:
Me alimento mejor.
Me muevo más.
Reviso mi glucosa.
Y presto atención a mi cuerpo, porque él habla, incluso cuando yo no quiero escuchar.
Si notas zonas oscuras en tu cuello, axilas o pliegues…
no las dejes pasar.
No todo lo que parece suciedad, lo es.
Y no todo lo que no duele, es inofensivo.
A veces, tu piel grita lo que tu sangre aún no ha dicho en voz alta.