21/11/2024
La llama del genio no la enciende la mano de un Dios antropomórfico, sino la del Espíritu del hombre. Es la naturaleza misma de la Entidad espiritual o de nuestro Ego tejer constantemente nuevos hilos de vida en la cadena de reencarnaciones tendidas sobre el telar del tiempo. Es esta naturaleza la que se afirma con más fuerza en la personalidad del genio que en el hombre común... estos son los esfuerzos más o menos exitosos de este EGO por afirmarse en el plano externo de su forma objetiva el hombre de barro en la prosaica vida cotidiana de este último... Ningún Ego es diferente de cualquier otro. Ego en su esencia y naturaleza original y primitiva. Es la capacidad o incapacidad del cerebro y del cuerpo para transmitir y expresar la luz del verdadero hombre interior, y esta capacidad o incapacidad es, a su vez, el resultado del Karma... O para ponerlo en otra comparación, el cuerpo físico. el hombre es el instrumento musical y el Ego, el artista musical. El potencial para una melodía perfecta reside en el instrumento, y ningún virtuosismo por parte del músico puede producir una armonía perfecta en un instrumento roto o mal acondicionado. La armonía depende de la fidelidad con la que el silencioso pensamiento divino, enterrado en el corazón mismo de la naturaleza subjetiva o interior del hombre, se transmite mediante la palabra o la acción, en el nivel objetivo.
El ocultismo enseña que la presencia en el hombre de diversos poderes creativos llamados colectivamente genio, no se debe a una ciega casualidad, ni a cualidades innatas transmitidas por herencia... sino a una acumulación de experiencias externas individuales del Ego, durante su vida o sus anteriores vidas. Porque aunque sea omnisciente en su esencia y en su naturaleza, este Ego aún requiere de las experiencias que la tierra le proporciona en el plano objetivo, por medio de sus personalidades, para aplicarles los frutos de esta omnisciencia abstracta. El cultivo de ciertas aptitudes durante una larga serie de encarnaciones pasadas debe, en última instancia, dar como resultado, en una vida, el florecimiento de un genio, en una dirección u otra.
El gran genio, por tanto, cuando es verdadero e innato... nunca puede copiar ni condescender a imitar: siempre es original, sui generis en sus impulsos y logros creativos.
H.P.BLAVATSKY - “El genio” (1889)
Cuaderno Teosófico n°106 (extractos)