31/05/2025
No siempre se trata de dejar ir situaciones, personas o lugares; a veces, el verdadero acto de amor propio es darte tu lugar.
Hay contextos en los que esperar a que algo cambie, mejore o se acomode a lo que necesitas puede ser una forma silenciosa de desgaste. Irte tú implica tomar una decisión consciente de proteger tu bienestar, tu paz y tu dignidad, aún cuando el entorno no te lo pida explícitamente.
Es asumir que tu presencia no debe sostenerse en un lugar donde ya no te sientes en casa emocionalmente.
Tomar la decisión de irte también es un ejercicio profundo de responsabilidad emocional. En lugar de esperar que el otro cambie, que la situación se acomode o que algo externo te rescate, eliges ser tú quien se mueve. Esto puede doler. Irte es, a veces, la única manera de recordarte que mereces estar donde puedas crecer, sentirte valorado y vivir en coherencia con tus valores.
Además, cuando eliges irte, le estás diciendo a tu historia que mereces algo distinto. Que no tienes que quedarte justificando incomodidades, faltas de respeto o ambientes que apagan tu luz. Irse no es una derrota, es una elección valiente.
Porque a veces, la libertad, la sanación y el futuro que anhelas no están en soltar lo que tienes delante, sino en cambiar de rumbo tú mismo, con determinación y conciencia.