27/08/2025
🥊 Exposición vs. EMDR: ¿batalla real o espejismo clínico?
Round 1: ¿Quién pega más fuerte?
Exposición prolongada: tiene décadas de evidencia experimental, lógica conductual clara y modelos replicables. Sabemos qué procesos están en juego: habituación, extinción, desliteralización verbal, contacto con funciones aversivas y aprendizaje de nuevos repertorios.
EMDR: muestra eficacia clínica en estudios, pero gran parte de su “poder” puede explicarse porque hace exposición disfrazada dentro de un protocolo llamativo. El detalle: los movimientos oculares no agregan nada necesario.
Round 2: La teoría detrás del golpe
Exposición: se fundamenta en principios de aprendizaje y en el análisis funcional de la conducta. No hay magia, sino procesos verificables.
EMDR: postula “procesamiento acelerado de información” y usa lenguaje pseudocientífico (“bloqueos”, “redes neuronales reprocesadas”). Esto le resta solidez aunque genere cambios clínicos.
Round 3: ¿Quién resiste más rounds?
Exposición: cambios duraderos, prevención de recaídas y mayor claridad en la integración con ACT o DBT.
EMDR: puede producir alivio rápido, pero si no se analiza funcionalmente, existe el riesgo de reforzar evitación encubierta o dependencia del protocolo.
🤝 ¿Integrar o descartar?
Aquí entra la diferencia entre eclecticismo y holismo:
Ecléctico sería mezclar exposición y EMDR sin un marco claro, tomando un poco de cada cosa porque “suena bien”.
Holista desde el conductismo radical sería preguntarse: ¿Qué procesos conductuales explica el cambio observado en EMDR? Si los ubicamos en términos de exposición, contacto con funciones privadas, desliteralización o reforzamiento, entonces podemos usar partes del protocolo como variaciones de exposición, siempre con análisis funcional.
El EMDR no es pseudociencia total, porque tiene evidencia empírica.
Pero sí está recubierto de narrativa pseudocientífica que no necesitamos.
Sus efectos se pueden entender como exposición disfrazada + placebo + validación terapéutica.
Por eso: si quieres usarlo éticamente bajo un marco conductual, nómbralo como lo que es: una forma de exposición con adornos innecesarios. Y deja claro al consultante qué procesos están en juego.
¿Funciona el EMDR?
La evidencia dice: sí, a veces. Pero eso no lo hace ciencia.
Existen metaanálisis (como el de Lee & Cuijpers, 2013) que indican que el EMDR es igual de efectivo que las terapias de exposición para reducir síntomas de TEPT. Organizaciones como la OMS y el Departamento de Defensa de EE.UU. lo incluyen en sus listas de tratamientos aceptados. Sin embargo:
El efecto positivo del EMDR se pierde cuando se compara con terapias bien estructuradas de exposición prolongada, reestructuración cognitiva o TCC-T.
No hay evidencia clara de que el componente de “movimiento ocular” sea esencial. Estudios han mostrado que puede obtenerse el mismo resultado sin los movimientos, lo cual debilita el modelo propuesto por Shapiro (el supuesto “procesamiento acelerado de información”).
¿Qué dicen los conductistas?
No basta con que funcione. Hay que entender por qué funciona.
Desde el análisis funcional de la conducta, lo esencial no es si un tratamiento reduce síntomas, sino qué procesos están implicados, qué funciones cumple cada componente, y cómo se puede replicar ese cambio bajo principios conductuales bien establecidos.