
13/07/2025
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“Primero fueron solo dolores en los dedos… después, mi cuerpo empezó a deformarse.”
La historia de Don Julián, 62 años.
Don Julián era carpintero.
Amaba su oficio. Usaba sus manos cada día con precisión y fuerza.
Pero desde hace unos años, empezó a notar algo extraño.
Uno de sus dedos amanecía rojo, caliente, y con dolor insoportable.
Después, era el dedo del pie.
Luego otro.
Y así, episodios de dolor agudo, inflamación y rigidez que iban y venían.
—“Es solo cansancio” —decía.
—“Un poco de ácido úrico, pero nada grave” —le repetían algunos conocidos.
Nunca fue al médico…
Hasta que las articulaciones de sus manos y pies empezaron a deformarse.
Tenía bultos duros, visibles, que no se quitaban.
Algunos, incluso, comenzaron a supurar un líquido blanquecino y espeso.
El reumatólogo le indicó una radiografía de manos y pies.
Y el resultado fue contundente:
Tofos gotosos.
Depósitos de cristales de urato monosódico en articulaciones, tejidos blandos y huesos.
Manifestación avanzada y crónica de gota.
Su diagnóstico: Artritis gotosa tofácea crónica.
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🔍 ¿Qué es un tofo?
Es una acumulación de cristales de ácido úrico que se forma cuando hay hiperuricemia crónica no tratada.
Aparece típicamente en los dedos, codos, pabellón auricular, pies, y puede causar erosión ósea y destrucción articular.
En algunos casos, los tofos pueden ulcerarse o infectarse.
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Julián había ignorado la enfermedad durante años.
No tomaba medicamentos, comía lo que quería, y evitaba el seguimiento médico.
Ahora, ya no podía cerrar la mano completamente.
Cada paso era doloroso.
Y lo más triste: ya no podía trabajar como antes.
Pero no todo estaba perdido.
Inició tratamiento con alopurinol para controlar el ácido úrico, colchicina para las crisis, y antiinflamatorios.
También cambió su dieta: redujo carnes rojas, alcohol y mariscos.
Con el tiempo, algunos tofos se redujeron, otros necesitaron drenaje quirúrgico.
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📌 Enseñanza:
• La gota no es solo un dolor pasajero. Si no se trata, puede deformar y destruir las articulaciones.
• Los tofos gotosos son un signo de daño crónico.
• Una simple radiografía puede revelar años de inflamación silenciosa.
• El tratamiento existe, pero requiere compromiso y seguimiento médico.
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Hoy, Don Julián está en control.
Ya no trabaja como antes, pero enseña a su nieto el oficio.
Y dice que, si su historia puede servirle a alguien para no llegar tan lejos, entonces vale la pena contarla.
Porque la gota, aunque dolorosa, se puede controlar.
Pero solo si dejas de ignorarla.