24/06/2025
A menudo encontramos esa imagen que muestra el “proceso de evolución inversa” de la mujer casada, que ha sufrido matrimonio fallido o le teme con todo su ser.
En algunos matrimonios pasa exactamente así. Pero por otro, no es el matrimonio lo que destruye a una mujer, sino ciertas actitudes o circunstancias que se aprovechan dentro de él.
1. Codependencia
Por ejemplo, la codependencia: Es la razón número uno de los problemas en el matrimonio y del “look devastado” de la esposa.
Las “salvadoras” eternas y las que sacan a sus parejas de líos casi no están cuidadas, exitosas o realizadas.
Toda su energía, que podría destinarse a algo productivo, se va directo a un “agujero negro”.
El rol de rescatadora se pega como una máscara que ya no se puede quitar. Y todos los demás roles —la mujer plena, la profesional, la persona con intereses, la conversadora apasionada— desaparecen.
La codependencia florece porque romantizamos el sacrificio, el deber, la culpa.
Les ponemos brillantina a una realidad aterradora: la persona que se pierde a sí misma.
No es asunto del matrimonio; muchas mujeres creen que el matrimonio equivale al sacrificio. Es la disposición a perdonar y a salvar lo que nos enseñaron desde chiquitas.
2. Fusión
Otra razón por la que una mujer puede descuidarse en un matrimonio es la fusión con el otro.
Sucede cuando aparece un bebé, un familiar enfermo o alguien completamente vulnerable.
El “yo” se transforma en “nosotros”, y dentro de ese nosotros, lo individual deja de tener importancia.
A veces esa fusión es necesaria y noble: para criar un bebé, cuidar de un enfermo, despedir a alguien querido.
En esas familias, la carga es alta. No hay nada de malo en fusionarse temporalmente.
Realmente admiro esa fortaleza.
El problema viene cuando esa fusión no tiene fin.
Cuando la familia deja todo el cuidado de un bebé o una tía mayor solo en ella, sin preguntarle cómo se siente, sin importar sus sueños o necesidades.
Esas mujeres acaban sepultadas por una expectativa familiar que las silencia.
3. Autoestima
La tercera causa de infelicidad, es la autoestima baja.
Una mujer con poca autoestima anda parada en puntas de pies frente al esposo, buscando su aprobación constante, esforzándose por complacerlo.
Si a él le importa su apariencia, quizá ella se arregle y todo bien. Pero si él valora la tranquilidad del hogar, entonces él premiará que ella se convierta en la responsable del hogar… y olvidará su cuidado personal para mantener la paz y su beneficio.
Una mujer con alta autoestima no permitirá eso, ni dentro de un matrimonio ni sola: se marchará.
Pero una con autoestima baja buscará a alguien que la explote—en el trabajo, en su grupo de amigos… muchas veces se tardan años en encontrar el valor para decir “soy valiosa, aunque no haga nada por ustedes”.
No lo olvidemos: no es el matrimonio lo que destruye, sino la codependencia, la fusión sin fin y la falta de autoestima.
Y nuestras niñas merecen crecer con la fuerza para amar sin perderse.