29/09/2025
Esta por cerrar el mes de septiembre y es oportuno seguir hablando de la prevención del suicidio, hoy queremos hablar de como acompañar en estas circunstancias tanto como profesionalmente como también siendo familiares o amigos. Cuando una persona expresa ideas suicidas, no estamos frente a una “enfermedad” aislada sino ante un conjunto de conductas verbales, emocionales y fisiológicas que ocurren en un contexto particular. Desde el conductismo radical, lo relevante es entender la función de esas conductas: ¿qué buscan? ¿Qué alivio o qué mensaje están intentando transmitir? Usualmente, las ideas suicidas aparecen como respuestas de escape/evitación frente al dolor emocional insoportable, al sentimiento de inutilidad o a la percepción de que no hay alternativas disponibles.
Acompañamiento clínico:
1. Análisis funcional del comportamiento suicida:
Identificar antecedentes: situaciones, pensamientos o interacciones que disparan la ideación.
Reconocer funciones: muchas veces la idea de morir reduce momentáneamente la ansiedad, genera un sentido de control o busca comunicar sufrimiento a otros.
Explorar consecuencias: ¿qué ocurre cuando la persona expresa estas ideas?, ¿recibe atención, alivio, silencio, crítica?
Este mapa ayuda a diseñar intervenciones más ajustadas y menos moralizantes.
2. Desde ACT (Terapia de Aceptación y Compromiso):
Defusión cognitiva: ayudar a la persona a notar que “tener el pensamiento de querer morir” no significa que deba actuar en consecuencia.
Mindfulness del dolor: entrenar la capacidad de sostener emociones intensas sin evitarlas compulsivamente.
Clarificación de valores: recordar que la vida no es ausencia de dolor, sino dirección hacia lo que importa (relaciones, proyectos, justicia, amor, etc.).
Acción comprometida: generar pequeños pasos que conecten con sentido, incluso en presencia del sufrimiento.
3. Desde DBT (Terapia Dialéctica Conductual):
Tolerancia al malestar: usar técnicas de regulación inmediata como la respiración con hielo, el “TIP” (cambiar temperatura, intensidad del ejercicio, respiración pausada).
Regulación emocional: identificar emociones, validarlas y generar alternativas conductuales distintas al suicidio.
Eficacia interpersonal: entrenar cómo pedir ayuda sin que el dolor tenga que expresarse únicamente a través de amenazas de autolesión.
Mindfulness: observar y describir sin juicio, volviendo al presente.
Acompañamiento de familiares o amigos (red de apoyo):
La familia suele responder con miedo, enojo o silenciamiento, lo cual puede reforzar el aislamiento. Desde estos enfoques, la tarea es crear un contexto de validación y seguridad:
1. Validar sin dramatizar: reconocer el dolor sin juzgar (“entiendo que estás sufriendo mucho” vs. “no digas tonterías”).
2. Escucha activa: permitir que la persona hable, sin entrar de inmediato en consejos o críticas.
3. Mantener la seguridad: reducir acceso a medios letales (medicamentos, armas, alcohol en exceso).
4. Reforzar conductas de búsqueda de apoyo: agradecer y reconocer cuando el ser querido se atreve a hablar de su sufrimiento.
5. Rutinas y acompañamiento conductual: compartir actividades pequeñas y cotidianas que mantengan la conexión y reduzcan aislamiento (caminar juntos, comer, ver una serie).
6. Red de apoyo: no dejar la responsabilidad en una sola persona. Ampliar el círculo (otros familiares, amistades, terapeutas, líneas de crisis).
Desde el conductismo, el suicidio no es un rasgo interno o una “falla de carácter”, sino una conducta que emerge en contextos de aprendizaje. Por tanto:
No se trata de convencer a alguien de que “no lo haga”, sino de construir alternativas viables y reforzar su uso.
El trabajo clínico y familiar debe orientarse a modificar contingencias: aumentar los reforzadores disponibles para vivir y disminuir los reforzadores asociados al escape a través de la muerte.
El acompañamiento a alguien con ideación suicida implica:
Clínicamente: un análisis funcional, técnicas de ACT (defusión, valores) y DBT (tolerancia al malestar, regulación, mindfulness).
Familiarmente: validar, escuchar, generar seguridad, reforzar conductas de ayuda y ofrecer acompañamiento conductual en lo cotidiano.
El objetivo no es “quitar las ideas suicidas” de inmediato, sino crear un contexto donde la vida, con todo y sufrimiento, siga siendo una opción posible y reforzada.
Nota: El uso de sustancias puede aumentar significativamente el riesgo suicida. Desde el análisis funcional, las dr**as funcionan como conductas de escape/evitación:
Disminuyen momentáneamente la intensidad del dolor emocional. Facilitan la desconexión del malestar. En algunos casos, desinhiben y reducen la capacidad de autocontrol, incrementando la probabilidad de actuar impulsivamente.
Acompañamiento clínico:
Análisis funcional del consumo: identificar cuándo, cómo y para qué se usa la sustancia. ¿Es para dormir, evitar pensamientos, calmar la ansiedad, socializar?
ACT: Trabajar la defusión: “notar el impulso de consumir” sin actuar automáticamente.
Aceptación del malestar como alternativa a la evitación química.
Valores: explorar si el consumo acerca o aleja de lo que realmente importa.
DBT:
Técnicas de tolerancia al malestar para sustituir el consumo como regulador único.
Entrenamiento en regulación emocional para que la persona cuente con más opciones conductuales.
Protocolos de reducción de conductas autodestructivas (consumo incluido) priorizando seguridad y estabilidad antes que abstinencia total en crisis.
Acompañamiento familiar:
Evitar la confrontación moralizante (“deja de fumar o vas a acabar mal”) y enfocarse en entender la función del consumo.
Reducir el acceso a cantidades grandes de alcohol u otras sustancias, cuando sea posible.
Promover rutinas alternativas: actividades placenteras y seguras que refuercen la vida sin necesidad de sustancias.
Reforzar conductas de autocuidado: cada vez que la persona pide apoyo en lugar de consumir, validar y reconocer el esfuerzo.
En crisis, buscar ayuda profesional especializada en adicciones y riesgo suicida; no cargar la familia sola con la situación.
Cuando al dolor emocional se suma el consumo de sustancias, el riesgo aumenta porque se refuerza el escape y se pierde control. Desde ACT y DBT, la clave está en ofrecer alternativas conductuales más seguras, entrenar habilidades de regulación emocional y construir un contexto donde pedir ayuda y elegir la vida sea más accesible y reforzado que anestesiarse o morir.