28/05/2025
Estimados colegas psicólogos:
Escribo esto con la mejor intención, con la convicción de que nuestra labor terapéutica exige un profundo compromiso ético y profesional. Más allá del deseo de ayudar, es fundamental reconocer nuestras responsabilidades y limitaciones para ejercer con integridad y cuidado.
Formarnos no es una opción, es una responsabilidad. Como egresados, debemos buscar especialización: maestrías, diplomados, supervisión clínica, especialidades, cursos, además de la formación autodidacta que es sumamente valiosa. Necesitamos el respaldo académico y, sobre todo, la experiencia clínica, que solo se adquiere con los años de práctica, supervisión y acompañamiento de colegas con mayor trayectoria.
Sé que las condiciones económicas pueden ser difíciles y que muchos necesitan trabajar desde el inicio. Y claro, nuestra profesión debe ser remunerada de manera justa. No hay contradicción entre cobrar por nuestro trabajo, ofrecer ocasionalmente un servicio de beneficencia o utilizar herramientas de marketing para monetizar nuestros servicios. Todo esto es válido, siempre que se haga con ética y con un respaldo profesional sólido.
Pero ejercer con responsabilidad no solo implica cuidar a nuestros pacientes, sino también cuidarnos a nosotros mismos. He sabido sobre casos de estafas en los que personas solicitan terapia con urgencia, ya sea presencial o en línea, con intenciones dudosas. No podemos ignorar los hechos: psicólogas han sido víctimas de violencia, robos e incluso feminicidios. No podemos confiarnos, no en pleno 2025.
Si eres paciente y buscas un terapeuta, infórmate antes de elegir. Pregunta por su cédula profesional, verifica su experiencia en el tema que necesitas trabajar, revisa las opiniones que tiene de otros pacientes y asegúrate de que cuente con la formación que respalde su ejercicio.
También es importante generar mayor transparencia en los espacios profesionales. Los administradores de grupos de psicólogos deberían eliminar la figura del “participante anónimo”. No se trata de señalar, sino de fomentar la claridad y la responsabilidad. Como terapeutas, debemos sostener interacciones profesionales en espacios donde haya identidad y credibilidad.
Dentro de nuestra práctica privada, debemos establecer filtros básicos antes de aceptar una consulta. Es fundamental solicitar el nombre completo del paciente, quién lo recomendó y el motivo de consulta. Desde la primera interacción, es necesario ser honestos y reconocer si el tema por el cual consulta la persona está dentro de nuestra área de especialización. No podemos ni debemos atender todo. Aprender a referir y colaborar con otros especialistas no solo es ético, sino necesario. No se trata de tener una mentalidad de perder pacientes, sino de garantizar que reciban la mejor atención posible.
Y esto también es clave: los pacientes no deben tomar a mal cuando un terapeuta solicita estos datos. Es una medida de seguridad tanto para ellos como para nosotros. Se vale pedir el pago por adelantado, establecer políticas claras en el consultorio y definir la manera en que trabajamos. Para eso existe el contrato terapéutico: para establecer acuerdos desde el inicio, fijar objetivos y delimitar el proceso de manera transparente.
He sido docente universitaria por varios años a nivel licenciatura y maestría, y siempre insisto en lo mismo a mis estudiantes: ¡Claro que pueden ejercer! ¡Claro que pueden cobrar! ¡Pero primero, fórmense, especialícense! No es ético ni profesional atender todo tipo de casos sin una formación profesional adecuada. También es fundamental apegarse a un modelo de terapia. No basta con llamarse “psicoterapeuta” si no se cuenta con la preparación correspondiente.
Es cierto que en varios estados la psicoterapia no está regulada, pero precisamente por eso es nuestro deber fortalecer la ética en nuestra profesión. Encaminar a las nuevas generaciones. El gremio de la psicología está creciendo, y cada vez somos más los que nos dedicamos a ella. Es momento de garantizar la calidad en nuestro quehacer terapéutico y respetar nuestra profesión.
Algunos colegios de psicólogos han sugerido tarifas para las consultas, pero este tema sigue siendo variable. El costo de una sesión depende de la formación del terapeuta, la zona en la que trabaja, la experiencia y la accesibilidad para la población. Al final, es el paciente quien decide si lo toma o lo deja. Lo importante es no abusar: cobrar de forma justa, ofrecer un servicio de calidad y, sobre todo, ejercer con ética y responsabilidad.
Es fundamental fortalecer y ampliar nuestras relaciones con otros profesionales. La realidad es que, aunque queramos atender a todas las personas que nos contactan, es imposible. No siempre tenemos la formación específica, y es importante saber delegar, referir y recomendar al especialista adecuado. Lo esencial es el bienestar de quien nos consulta. La persona que busca ayuda está invirtiendo en su salud mental, y no se vale aceptar un caso para el cual no tenemos la preparación suficiente. Ni llamarse especialista o psicoterapeuta cuando apenas se tiene la licenciatura.
Sé que a veces da miedo pedir supervisión, y sentir que evalúan nuestro trabajo, pero es necesario. Consultar con colegas más experimentados, buscar orientación y fortalecer nuestras redes no nos hace menos capaces, nos hace más responsables y habilidosos también.
Porque la psicoterapia no es solo una profesión: es un compromiso con la salud mental, con la sociedad y con nosotros mismos.
Lean mucho, pónganlo en práctica, sigan formándose, actualícense y conviertanse en los mejores de su área. Porque trabajo hay para todos, sean pacientes. Estamos en una hermosa profesión donde jamás dejamos de aprender.
Psic. Alicia Cuentas Teosol ✍️