
03/11/2024
En su consultorio tan brillante,
trabajaba una dentista elegante,
con su bata blanca y su gran habilidad,
curaba dientes con serenidad.
La Catrina llegó un día a consultar,
sus dientes chuecos quería arreglar,
con su risa burlona y su sombrero,
decía: "Hoy te llevo al agujero".
La dentista sin miedo le contestó:
"¡Aquí mando yo, y no te tengo temor!"
Con su espejo y su pieza en la mano,
empezó a trabajar, todo muy temprano.
Los dientes de la Catrina relucieron,
tan blancos que hasta ella se asustó,
y aunque quería llevársela al panteón,
agradecida, le dio un perdón.
Así la dentista se salvó esa vez,
pues hasta la muerte quiere verse bien.
Y en cada consulta, por siempre recuerda,
a la Catrina que quiso sus dientes de perla.