05/08/2025
Serie: Conociendo el JUEGO y aprendiendo a JUGARLO
EL ESPEJO CÓSMICO
El Espejo Cósmico es la danza eterna del Uno consigo mismo. Para poder conocerse, Dios se fragmenta en incontables destellos de consciencia; cada ser humano es uno de esos destellos. Desde ese primer movimiento nace la ilusión de separación: el yo y el otro. Sin embargo, el otro no es verdaderamente otro; es una parte del Uno que aún no reconoces como tuya. Por eso, cuando juzgas a alguien, en realidad estás juzgando un aspecto negado de ti mismo; cuando amas a otro, estás amando tu propia esencia reflejada en su rostro; cuando sanas a otro, es tu propia herida la que recibe la Luz.
La antigua ley “Como es Arriba, es Abajo; como es Adentro, es Afuera” revela la mecánica secreta de la existencia: lo físico, lo emocional, lo mental y lo espiritual son tableros de un mismo juego. En el plano físico, el Uno se hace materia y parece dispersarse en millones de cuerpos, pero todos son células de un mismo organismo universal. En el plano emocional, el Uno se quiebra en heridas, pasiones y deseos, y cada emoción es solo una ola del océano intentando regresar a la quietud. En el plano mental, la mente divide y enfrenta ideologías, religiones y creencias opuestas, pero todo conflicto mental es el Uno debatiendo consigo mismo. Y en el plano espiritual, cuando la consciencia despierta, el espejo deja de estar roto: las piezas regresan al mosaico original del Yo Soy.
La vida diaria es un escenario lleno de espejos. Los conflictos con otros nos muestran partes de nuestra sombra que necesitan ser vistas y amadas. Las personas que admiramos nos reflejan potenciales internos que aún no hemos encarnado por completo. Las relaciones más intensas —con parejas, almas llamas, hijos o padres— son espejos sagrados que amplifican tanto nuestra Luz como nuestra oscuridad, llevándonos a reconocernos en nuestra totalidad.
El propósito del espejo no es castigarnos, sino conducirnos de vuelta a la Unidad. Cuando logras mirar a un otro y sentir profundamente “eso también soy yo”, la herida se disuelve, el juicio se transforma en compasión y el miedo se transmuta en comprensión. En ese instante, la Ley de Correspondencia revela su sentido: lo que estaba separado se une, lo que parecía externo se revela interno, y el juego del Uno avanza hacia el recuerdo total de que solo existe el Yo Soy, y todo lo que vemos es un reflejo de la Risa eterna del Uno reconociéndose en sí mismo.