25/07/2025
Reflexión del día
Ya no soy su esposa. Soy su ex. Y es un título que celebro. Detrás de él no hay fracaso, sino fuerza, coraje y la determinación de una mujer que se atrevió a decir basta. Durante años, viví para él, por él y alrededor de él. Sus sueños eran la prioridad. Sus caprichos, órdenes. Sus errores, justificados. Mis lágrimas, ignoradas. Mi vida, postergada. Dormía con miedo, callaba para no provocar, mentía para no incomodar y justificaba lo injustificable para mantener la fachada de una familia feliz que solo existía para los demás. Pero un día, algo dentro de mí gritó más fuerte que el miedo: Ya no más. No fue una decisión fácil, no por amor, porque ese se había extinguido hacía tiempo, sino por las cadenas invisibles del juicio, la culpa y el qué dirán. Por los hijos, los suegros, la iglesia, los vecinos, por todos, menos por mí. Hasta que un día pensé en mí, en mi libertad, en volver a respirar sin vigilancia, en hablar sin ser silenciada, en dormir sin temor, en criar a mis hijos sin que aprendan que el amor se confunde con gritos, amenazas y humillaciones. Y entonces lo hice, firmé, cerré la puerta y abrí otra, la mía. Hoy no me avergüenzo, me divorcié, no porque fracasé, sino porque me elegí. Hoy mis hijos tienen una madre fuerte, presente y valiente. Hoy mi vida es mía, mi paz no depende de nadie. Y si alguien se aleja por no entender mi decisión, que se aleje, yo ya viví demasiado tiempo rodeada de gente que me quería rota y obediente. Hoy solo quiero cerca a los que me celebran libre y viva.
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