
30/08/2025
La trampa del sanador es creerse dueño del mérito por las batallas que ya peleó, como si el pasado le otorgara un pedestal, presumiendo el dolor por el que paso y vanagloriarse de sus errores superados. Busca entonces ser aplaudido, admirado, reverenciado por lo que logró trascender. Se infla como el pavo real que abre su plumaje gritando: “mírame, soy real, pedí perdón, me ilumine, yo pude, yo salí, yo yo yo yo"... Se pierde en su propias glorias, creando historias para si mismo de sabiduría vacía, dándole a su ego el mando de sus acciones, creyendo que su verdad es la absoluta, que su sabiduría es la luz, creando un falso vínculo de merecimiento, anhelando ser, y olvidando el estar.
Sanador no es quien ya no tiene guerras. Las tiene, y las seguirá teniendo, la diferencia es que hoy se atreve a mirarlas de frente, a elegirlas con discernimiento y a librarlas sin el veneno de la impulsividad. Se enoja, se equivoca, tropieza… y lo sabe. Acepta sus errores y aprende a repararlos, no presume de perfección, se reconoce frágil, entiende que su equilibrio es tan delicado como el tuyo, y por eso lo cuida, lo nutre, lo protege. No busca reconocimiento, busca compartir, no quiere seguidores, quiere compañeros de camino.
El sanador se sabe alumno siempre, escucha, aprende, se deja confrontar. Y si enseña, lo hace con la conciencia de no saberlo todo.
El falso sanador, en cambio, es el que pretende dictarte el rumbo, decirte qué hacer, ponerse la toga de juez sobre tus decisiones. Ese no quiere tu libertad, quiere tu lealtad, tu agradecimiento, tu sumisión, tu deuda para cobrar tu favor por lo que recibiste de su mano. Comercia con tu necesidad para sostener su importancia, habla de estar al servicio del otro, jugando el papel de quién debe ser atendido en perpetuidad, jamás atenderá al otro, pues su status, no le permite atender solo señalar y corregir.
El sanador auténtico jamás olvida que necesita del otro para existir. Honra el camino de quien se encuentra con él, agradece el intercambio y devuelve en amor lo que recibe, valora la retribucion por lo compartido y se coloca al servicio, pues entiende que en el intercambio se encuentra el valor del vínculo, te sirve sin el afán de ser visto, te construye cuando lo pides y te cura cuando estás dispuesto.
Por eso, elige con cuidado a quién entregas tu sanación. No te dejes engañar por el traje, la pose, el disfraz o la imagen. Mira los frutos: su vida, su familia, su trabajo, su fe. Ahí está la verdad, no en el discurso ni en la máscara. Es la constancia con la vida, las bendiciones llegan como producto de tus acciones, la opulencia no se compara con la bendición de tener la conciencia tranquila.
el sanador no es inquebrantable, tiene heridas y busca sanarse, no se pone más adornos y títuloso, práctica una y otra vez lo que sabe para ejercer su propio conocimiento, entiende que lo importante no es saberlo hacer todo, sino hacer en calidad sus acciones.
Más la virtud valiosa de quién sana es la humildad que le permite no comparace, solo compartir lo que tiene sin anhelar lo ajeno.
Bendiciones eternas sinceramente Javier.
Gracias por permitirme acompañarte y por las veces que me eliges para recorrer el camino de tu sanación.
Pd: déjame acompañarte en sesiones presenciales o en línea