21/01/2025
**No dejemos que la chispa de nuestros hijos se apague**
Recordemos el pasado, ese momento en que nuestros hijos eran pequeños, llenos de inocencia y alegría. Sonreían sin miedo, sin preocuparse por el juicio de los demás. Eran libres, felices y confiaban en nosotros para protegerlos del mundo. En ese entonces, podíamos cuidarlos, arroparlos en nuestro amor, alejarlos de los peligros y darles un espacio seguro donde crecer. Pero ahora, se han convertido en adolescentes, y poco a poco debemos dejarlos ir hacia ese mundo que nosotros no podemos controlar del todo.
¿Pero qué mundo estamos construyendo para ellos?
Hoy los vemos apagarse. Sus sonrisas se han vuelto menos frecuentes, sus miradas reflejan inseguridad, y esa chispa que iluminaba sus días parece desvanecerse. Los mandamos al exterior, a una sociedad que muchas veces es intolerante, burlona e incongruente; una sociedad que valora más lo superficial que lo esencial. Allí enfrentan críticas, acoso, racismo y la presión de encajar en un molde que no les permite ser ellos mismos.
¿Acaso esto es lo que queremos para ellos? ¿Queremos que el brillo de su inocencia se apague? ¿Que pierdan su felicidad en un mundo que no valora sus sueños, que no respeta su individualidad?
No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras sus risas se desvanecen y su confianza se debilita. Como padres, tenemos la responsabilidad de proteger esa chispa que aún les queda, de ayudarlos a encontrar su fuerza interior para enfrentar un mundo difícil sin perderse en él.
Recordemos a ese pequeño que tanto protegíamos, ese niño que mirábamos con amor y esperanza. Ellos siguen siendo nuestros hijos, y aunque ya no podamos decidir por ellos, todavía podemos ser su guía, su refugio, su ejemplo. No podemos cambiar el mundo de la noche a la mañana, pero sí podemos empezar por cambiar nosotros mismos.
Si queremos que vivan en un mundo lleno de valores reales, debemos enseñarles con nuestro ejemplo: mostrándoles el valor de la empatía, el respeto, la honestidad y la resiliencia. Si queremos que estén rodeados de personas que los inspiren, debemos primero inspirarlos nosotros, siendo coherentes con lo que predicamos.
Nuestros hijos están creciendo, enfrentando un mundo que muchas veces parece cruel e indiferente. No dejemos que pierdan su brillo, su sonrisa, su fe en la bondad. Trabajemos juntos como padres, como familias y como sociedad para construir un futuro en el que ellos puedan florecer, no solo sobrevivir.
Aún hay tiempo para que su chispa vuelva a brillar, pero ese cambio empieza en nosotros. ¿Qué mundo queremos para ellos? La respuesta está en nuestras manos.